41. La despedida

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<< Si eres lo suficientemente valiente para decir adiós, la vida te recompensará con un nuevo hola >>
Paulo Coelho

Luisita bajaba del coche sin poder evitar mirar a cada lado... Todos los músculos de su cuerpo estaban en tensión... Abría el maletero y veía a Pepa y Silvia regalarse un último beso dentro del coche. Pensando que ojalá las que unieran sus labios en un beso eterno fuesen ella y Amelia...

Estaba lloviendo, y ella recordaba  esa noche en el callejón fuera del local en la que cada vez llovía con más fuerza y sus labios no podían dejar de rozar los de Amelia... Ojala hubiera podido guardar su sabor... Su tacto, su bonita forma de mirarla como si fuese lo más maravilloso del mundo... Aún no se había ido y ya la echaba tanto de menos...

Se sentía idiota... Tenia unas ganas infernales de abrazarla aunque fuese por última vez, de sentirla al lado, de decirla que todo había sido una mentira... De confesar la verdad... De admitir que era incapaz de imaginar un solo día sin ella en su vida... Su piel estaba helada necesitada del calor de sus abrazos, el único lugar en el que se sentía en casa...

Dudó incluso si llamar a Amanda Bueno en aquel mismo momento y decirle que renunciaba a esa obra, porque el verdadero sueño estaba a escasos metros de ella, estaba a punto de subir a un avión y era uno que jamás podría reemplazar... El que nunca supo que tenía, el sueño que pudo disfrutar despierta...

No sabía cómo iba a reaccionar al verla, ni tampoco cómo iba a actuar la morena... Conociendo su carácter tenía claro que acercarse a ella se antojaba como una misión imposible... Tampoco sabía si ella sería capaz de romper esa barrera invisible que las separaba y a la vez las dejaba sin aliento...

Injusta... Una parte de ella se sentía así... A la par que incompleta... Porque ella había tomado la decisión, la había apartado de su lado... Ni siquiera sabía que pensaba la morena de ella en aquel momento... Ella ya empezaba a arrepentirse, sentía que tal vez no era la decisión correcta. Tomó el camino fácil haciéndola pensar que estaba con Lorena y al recordarlo no podía evitar resoplar.

- Nos vemos en el baño del avión para poner una cruz en el mar del mapa - Escuchó decir a Pepa antes de agarrar con descaro la cara de la pelirroja y lamer sus labios como si fuese un caramelo.

- Acabo de correrme y ya te necesito dentro... - La pelirroja cada vez se cortaba menos y Luisita cada vez alucinaba más.

Sus labios se besaban con una necesidad abismal, sus ojos se recorrían desnudándose con la mirada... Eran pura ebullición, fuego, una dinamita que tenía la mecha demasiado corta.

En cualquier otro momento Luisita se hubiera reído de sus amigas, que parecían estar en plena pubertad, pero ahora solo podía pensar en Amelia... Y por qué negarlo... En Devoción. No quería ni imaginar lo que aquella señora que ya de por sí la odiaba pensaría ahora de ella... Y tenía toda la gira para hacer comentarios malos, para terminar de hacer que Amelia se olvidase de ella para siempre y ponerla del todo en su contra...

Pepa y Silvia bajaban del coche sonrientes hasta que vieron los ojos empañados de la rubia, Pepa se abrazó a ella y susurró un tranquila, Silvia cogió su maleta y tomó la delantera para dejarlas solas, la diva no dudó en darle un pequeño azote y guiñarle un ojo, a lo que la pelirroja respondió con una amplia sonrisa.

- Te voy a echar mucho de menos... - Era todo lo que podía decir la rubia, otra parte de ella se iba con su amiga... Su gran apoyo... Su compañera de fatigas.

- Eh, rubita, soy como el malo de las pelis y siempre vuelvo... - Apretaba su hombro - Te prometo que no sabía que la pelirroja había quedado con ella... - Luisita la creyó, sonaba realmente sincera, y ella intentó mantener la compostura y guardar todas y cada una de esas lágrimas que llevaban su nombre y pretendían salir sin control por sus ojos al saber que estaba a punto de verla.

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