57. Visibilidad

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<< El amor no mira con los ojos, sino con el alma >>
William Shakespeare

Amelia se sentía más nerviosa que nunca, entraba en la habitación y veía a Silvia resplandeciente. Había visto miles de veces el vestido entre los arreglos y pruebas, pero ese día lucia diferente. La felicidad se desbordaba por cada uno de los poros de la pelirroja, Amelia acompañaba a su amiga hasta el altar y verla de esa manera era tener esa misma sensación contagiosa.

La alegría estaba presente en todos los invitados, al llegar al altar y mirar a Pepa, Amelia pudo ver que estaba igual de preciosa que Silvia, tal y como Luisita había asegurado. Los nervios inundaban el cuerpo de la pelirroja que apretaba la mano de su amiga con fuerza, parecía tener miedo a soltarse. Amelia la miró fijamente y la sensación era igual de contagiosa que antes, pero había pasado de la felicidad al temor, al susto, al miedo profundo, aunque aún no entendía por qué.

La de rizos giró su rostro, la preocupación también era visible en Pepa, que miraba a Silvia cómo si lo estuviese haciendo por última vez. Amelia, extrañada, centró la mirada en la divina y vio que su rostro estaba salpicado por algo rojo, pero no terminaba de entenderlo. La pelirroja cayó de rodillas frente a ella y fue entonces cuando la de rizos se dio cuenta de que el precioso vestido de su amiga estaba cubierto de sangre.

- ¡Silvia! - Gritó Amelia, sintiendo las lágrimas empañar sus ojos mientra se tiraba al suelo para abrazarla mientras Pepa estaba justo en el otro lado de la mujer, que ahora estaba desplomada en el suelo - ¡Pepa! ¡Es Silvia!

- Pepa... Si es contigo sí.

- Amelia - La morena estaba petrificada en el sitio - ¡Amelia! - Una mano zarandeaba su hombro.

Fue todo lo que la morena de rizos escuchó, entonces se incorporó de golpe, su cuerpo estaba bañado en sudor y no podía respirar, la fatiga poco a poco abandonaba su ser, todo había sido un mal sueño, uno horrible, la peor de las pesadillas propia de una serie en la que no tienen vista y acaban con una de sus mejores parejas. Desde que Luisita se había marchado, Amelia estaba enganchada a varias series en la que aparecían parejas de lesbianas, y al final de tanto verlas se había metido en el papel de tal manera que parecía vivir una de ellas.

- Sebastián - La morena le miraba intentando recobrar el pulso.

- ¿Estás bien nena? Perdona por despertarte, te escuché gritar y me asusté.

- Perdona, sigue durmiendo - Pidió levantándose de la cama.

- Si quieres puedo quedarme a dormir contigo.

- No, gracias, estaré bien.

- ¿De verdad?

- De verdad, gracias Sebas.

Amelia abrazó al muchacho y le vio salir de la habitación. La de rizos cogió una libreta y se centró en aquello que había soñado, su cabeza daba vueltas, mordía el bolígrafo que Luisita le había regalado y golpeaba con las uñas el borde del cuaderno.

- Si es contigo sí... - Se centraba entonces en la sensación de tener a Luisita lejos y empezaba a escribir una canción.

***

Desde que la morena había dicho públicamente que estaba enamorada de una mujer, en cada uno de sus conciertos le tiraban una bandera arcoiris, recibía mensajes en sus redes sociales de fans dándole las gracias por su visibilidad y también cartas al final de cada concierto. No todos los comentarios que recibía eran buenos, pero los malos los publicaba en sus perfiles, denunciando esas palabras y diciendo que cualquier persona sometida a ese tipo de comentarios podía acudir a la asociación de Manuela y Devoción.

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