12. Como ninguna

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<< Mira más allá de lo que ves >>
El rey león

Luisita, tras recordar la conversación que había tenido con Amelia sobre su lugar seguro, salió de su casa decidida a encontrarla. Abría la puerta, situada en primera línea de playa y miró a ambos lados hasta ver algo en la distancia que parecía ser el puerto. Caminó por la playa de las arenas hasta finalmente pasar el puerto y a lo lejos la vio. 

Amelia estaba tumbada con los ojos cerrados en la arena de aquella pequeña cala. Luisita se quedó observando como la morena parecía estar cantando algo que casi no lograba escuchar, se acercó despacio a ella, y se centró en el movimiento de sus labios entonando aquella melodía.

Amelia pensaba en su madre, en el gran pilar que había sido en cada momento de su vida, en lo importante que era para ella y lo que le había ayudado en todo momento en su carrera... Su madre, su madre la hacía grande, pero en este momento ella se sentía tan pequeña...

Cuando Amelia pareció terminar de cantar y su cara se empezó a llenar de lágrimas, Luisita se acercó a ella, sin decir nada se tumbó a su lado y la miró, Amelia seguía con los ojos cerrados. Luisita pensaba en como empezar aquella conversación, se veía tan bonita con la luna reflejada en su rostro que la rubia disfrutó de aquel momento. Estaba con la chica que le gustaba, pese a haberla cagado en innumerables ocasiones, en su lugar mágico, sin nadie más. Sólo las olas del mar, chocando contra las rocas, rompían aquel precioso silencio.

- Es muy bonito... - Fue todo lo que pudo decir la rubia y Amelia abrió los ojos y centró su mirada en ella, estaban realmente cerca, ¿Cómo no se había dado cuenta antes? La brisa atrajo el aroma de la rubia hasta donde Amelia se encontraba, que respiró profundo y se sorprendió al darse cuenta de que la tenía a escasos centímetros.

- Luisita... ¿Qué haces aquí? - No podía evitar sonreír, en medio de aquel pequeño caos, al ver su cara angelical tan cerca.

- Tengo muy buena memoria... - Movía la cabeza.

- Me sorprende... Mucho... No te lo tomes a mal, pero pareces un pequeño desastre... - Luisita sonreía, ese "pequeño desastre" había sonado realmente bonito saliendo de sus labios.

- Supongo que no me conoces... No nos conocemos... Pero bueno, aunque sea un pequeño desastre, ahora sabes que recuerdo las cosas importantes... - Se sinceraba la rubia.

- Ahora me sorprendes aún más... - "¿Importantes?" Amelia recordaba habérselo contado, pero ni siquiera cuando había sido, no le había dado importancia, aunque era algo que ni su amiga Silvia, quien mejor la conocía, sabía.

- ¿Te molesta que haya venido? - Luisita estaba algo confundida, nunca sabía por donde coger a Amelia, aunque su subconsciente muchas veces quería cogerla por demasiados lados y de múltiples maneras, incluso en el sentido latino de la palabra.

- ¿Molestarme? - Sonreía y negaba con la cabeza - Para nada, ven - Se levantaba hasta quedarse sentada en la arena y daba unas palmaditas a su lado para que Luisita se sentase con ella - La verdad es que me gusta que estés aquí. - Amelia miraba a Luisita todo el rato y no podía evitar sonreír.

Las dos disfrutaron de aquel momento en el que la brisa había dejado una temperatura estupenda, la luna reflejada en el mar ponía una luz tenue perfecta y tan solo estaban ellas dos y sus respectivas sonrisas.

- ¿Estás bien? - Preguntaba Luisita que le hacía caso y se sentaba a su lado.

- He estado mejor, mi madre es muy importante para mí, es mi mayor apoyo... Pero se le pasará, todo al final se pasa, antes o después... Imagino que ya esperaba esta reacción por su parte, era cuestión de tiempo hacer que se sintiera decepcionada conmigo, pero no la he mentido, simplemente es la verdad... - Suspiraba. - Aunque eso de que piense que soy una desviada,  no te voy a mentir, duele...

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