La belleza de ese hermoso omega, venido de una buena familia, que estaba al tanto de que el perfecto matrimonio entre el rey y su consorte, no daba los frutos deseados, solo hizo que Taehyung, se plantease que a lo mejor ya era hora de buscar un concubino, pues Jimin no le estaba empezando a dar lo que necesitaba.
La hermosa y espesa melena azabache que llegaba más allá del trasero de ese omega, se mecía con gracia, mientras el rey lo estudiaba con tranquilidad, recreándose en su belleza etérea y única, saboreando el delicioso aroma a lichis y jazmín, ácido y seductor.
- Mi señor, estoy dispuesto a servirle y amarle, porque creo que el destino así lo eligió para mí — Taehyung arquea una ceja, irónico — un gran alfa como su majestad ya debería estar provisto, al menos, de un heredero, pero parece que hay alguna que otra dificultad — Jimin se mantiene impasible, mirándole con ojos vacíos, ante ese ataque punzante y venenoso — sabe perfectamente que un rey que se precie debe tener a más de un amante.
- Quédate unos días — dice Taehyung, simplemente — demuestra que eres digno de formar parte de mi reino, mi familia y mis aposentos, y entonces te diré — el omega asiente, para hacer una reverencia — también debe darte el visto bueno mi esposo, y él, es más difícil que yo.
Una sonrisa victoriosa luchaba por salir de los labios de Jimin, que menos mal que jamás salió; esa fue la primera noche en dos años que el rey consorte durmió solo en su cama, pues su marido prefirió la nueva compañía, en vez de una que ya conocía de sobra.
A pesar del gran dolor que sintió el rey consorte, el nuevo aspirante a concubino no dudó en acercarse a él, intentar hacer una amistad; pronto Jimin se dio cuenta de que ese lindo omega no era más que pasto de una sociedad que los utilizaba cómo juguetes para preñarlos por alfas, y lo acogió entre ellos.
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Prefería a ese hermoso omega con él y su rey, antes que en manos de algún alfa desalmado que no le tuviese ni el más mínimo respeto por su cuerpo y salud.
Fue al año y medio de esto, cuando la estupenda noticia de que el rey consorte esperaba a su primer cachorro, y primogénito del rey Taehyung, que el segundo de los concubinos, irrumpió en la vida de esta pequeña familia real.
De facciones finas, sonrisa delicada y con un par de pequeños hoyuelos, hermosos cabellos rojos y un elegante aroma a jacinto y miel, el primogénito de la familia Jung, una de las grandes, que formaban parte de las cortes, llegó a palacio, a encandilar al rey, que no pudo estar más feliz de que tal belleza tuviese que vivir junto a él.
- Mi rey, es todo un honor poder acompañarle en su reinado, realmente estoy feliz de que esto pueda pasarle a alguien humilde, como a mí — una pequeña reverencia hace que el elegante aroma llegue a los tres, que se han quedado impresionados con él — a su majestad el rey Jimin, también quiero agradecerle.
- ¿Y a mi qué? Yo también estoy — bufa Jin, siento reñido con la mirada, por el rey consorte — ¿Qué pasa? Es normal que me enfade, soy uno de los favoritos de su majestad, lo mínimo es darme a mí también las gracias.
- Eres uno de los favoritos, porque no hay más — dice Taehyung, impasible.
- Eso me ha dolido, su majestad — pucherea; el rey le mira, para sonreírle dulcemente, dándose cuenta el omega de que ha sido una pequeña broma del soberano — pero le p-perdono.
Una vez más, el rey consorte dio gracias a que su marido fuera alguien así, aunque no pudo evitar sentir el pellizco de los celos, cuando se levantó y anduvo hacia este nuevo concubino, estirando su mano para que este la aceptara; el sonrojo que se formó en las mejillas del omega, solo le terminó de confirmar a Jimin, que volvería a dormir solo, mucho tiempo.
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La llegada del primer cachorro del soberano, fue celebrada con una gran fiesta; Taehyung no podía estar más feliz, a sus casi 22 años, ya era padre de una preciosa cosa que lloraba y estaba todo el día en los brazos de su marido; además, tenía dos hermosos concubinos a su lado, que siempre se encargaban de hacerle reír y pasar buenos momentos íntimos, se sentía dichoso.
Pero algo le faltaba, su lobo aullaba cada noche de luna llena, sintiendo que su corazón estaba cada vez más vacío.
Los tres omegas no podían no sentir pena ante el lastimero llanto de su señor, pensando seriamente qué era lo que le ocurría, por qué estaba así, cada vez más serio, menos risueño, menos cariño; pero a pesar de todo, para ellos siempre había un dulce beso, una buena palabra o una tierna caricia.
Conforme el rey volvió de pasar la noche corriendo bajo la luna llena e imponente, un hermoso Jimin, con su primogénito en brazos, le esperaba; una vez más, el latir desenfrenado de su corazón, le llenaba.
- Mi rey, ¿Ha disfrutado? — pregunta el rubio, antes de recibir un pequeño beso en sus labios — nuestro cachorro también le esperaba.
- ¿Cómo puedo merecerte? Te he metido dos hombres más, a pesar de que te dije procuraría que no ocurriese, he roto mi palabra — ambos reyes juntan sus frentes, cerrando los ojos — eres todo lo que querría, mi dulce omega.
- Le amo, su majestad — susurra, con el corazón desatado.
Y una vez más, la gran pena del rey, al no poder decirle de vueltas esas palabras que tiene claro que su consorte lleva tanto tiempo queriendo escuchar, pero es que no encuentra el valor para hacerlo.
