Yaqui
Una pesadez en mi mano me despertó. Abrí los ojos, un poco desorientada, y lo vi: ¡era Matías! Estaba desaliñado, con un traje, ojeras bajo sus hermosos ojos miel y saliva en la comisura de sus labios. Se veía cansado.
- ¿Matías? - le pregunté, confundida y agotada.
- Sí, quiero - respondió soñoliento. Moví mi mano que estaba bajo su rostro y él se levantó, aún adormilado.
- Matías, amor, ¿qué pasó?
- ¡Amor! - gritó y se lanzó a abrazarme, como si hubiera pasado mucho tiempo sin verme. Sus fuertes brazos recorrían mi frágil cuerpo. Me besó la mejilla y se alejó de un solo movimiento, buscando a alguien. - Amor, espera, voy a hablar con el doctor - dijo, y salió corriendo de la habitación.
- ¿Doctor? ¿Qué está pasando? - me incorporé un poco para ver bien dónde me encontraba. Estaba en una habitación blanca, con ventanas cubiertas de persianas. Cuando mi vista se posó en la puerta, entró un doctor de edad avanzada, pero muy bien vestido, con una carpeta en la mano. Cerró la puerta tras él.
- Hola, Yaqui. Soy el Doctor Kelly. Tuviste un accidente - me dijo mientras tomaba mis signos vitales. - Tuvimos que hacer una operación de emergencia para evitar que una de tus costillas fracturada tocara tu corazón. Tus respuestas a varios estímulos han sido positivas, pero deberás descansar mucho para evitar que tus heridas se agraven. Hablamos sobre mis cuidados y que, sobre todo, tendría que dejar el baile por un tiempo.
- Voy a permitir que tu familia entre para verte - dijo antes de salir. Entraron todos: mis hermanas, mis padres. Pero, ¿dónde estaba Matías? Lo busqué con la mirada y lo vi apoyado en la entrada. Su mirada recorrió a todos nosotros. Tenía las manos en los bolsillos del pantalón. Mi familia me abrazó y comenzamos a hablar de todas las cosas graciosas que habíamos vivido. Todos reíamos. Miré a Matías y nuestros ojos se encontraron. Su sonrisa lo decía todo. Al cabo de un rato, me sentí cansada. Los medicamentos me daban sueño, todos se dieron cuenta y me dejaron descansar. Matías se quedó conmigo esa noche.
Al día siguiente, mi enfermera entró y me dijo que durante la semana me darían de alta. Matías estaba muy emocionado. Cuando la enfermera se retiró de mi habitación, Matías me abrazó con tanta fuerza que me lastimó un poco.
- ¡Ay! - me quejé y lo alejé un poco por el dolor. - Mat, me duele el cuerpo.
Sé que esta emocionado con todo lo que ha pasado, no ha sido fácil,
- Lo siento, cariño. ¿Cómo te sientes? - me preguntó.
- Me siento bien, solo un poco adolorida. El doctor me contó lo que pasó en el accidente.
- ¿Qué recuerdas de él? - me preguntó, tomando mi mano.
- Casi nada. Solo recuerdo que hablábamos por teléfono, tenía mucho miedo y después, nada.
Los siguientes días, Matías cuidó de mí en el hospital. Cuatro días después del accidente, entró el doctor Kelly.
- Muy bien, señorita Monroe. Aquí tiene las indicaciones que debe seguir durante los próximos dos meses. Dentro de un mes, le daré una cita para su revisión con traumatología y veremos cómo va su recuperación.
- Gracias, doctor - tomé la carpeta en mis manos. Matías salió con el doctor para tramitar mi alta.
Al llegar al departamento, Matías me aseguró que se encargaría de todo para que pudiera recuperarme bien y sin preocupaciones.
Me llevó en brazos desde el elevador hasta nuestro departamento. Me dolían un poco las costillas, pero estar en sus brazos me daba una sensación de paz.
Me acomodó en la cama, me dio mi medicina y preparó la cena. Cenamos en la cama y vimos una película. Se levantó para lavar lo que habíamos usado y, cuando terminó, regresó a la cama y se sentó a mi lado. Se quitó los zapatos, luego la camisa, dejando su torso suave y bien trabajado a la vista de mi deseo. Para terminar, se quitó el pantalón y quedó en un bóxer color negro, muy ajustado, resaltando su virilidad. Sentí cómo mi rostro se calentaba poco a poco.
- ¡Por el amor de Dios, ten piedad de mí y duerme con bata, porque me importará poco el dolor y te haré mío esta noche! - le dije con una sonrisa casi natural. Mi cansancio era mucho, pero mis ganas de tenerlo dentro de mí eran más.
- Cariño, debes recuperarte. Pedí unos días en el trabajo para poder ayudarte aquí. Tus hermanas vendrán todos los días para ayudarte con tu recuperación - lo dijo con una mirada triste. Pude notar su preocupación.
- Mat, ¿todo bien? - pregunté, preocupada.
- Creí que te perdería. Escuché el choque y cómo todo... - se quedó callado, con lágrimas brotando de sus ojos - Te amo demasiado, Yaqui. No sé qué haría sin ti - tomó mis manos y dejó un beso en ellas. Me zafé de su agarre y lo envolví en mis brazos como pude. Le di un casto beso en los labios y nos acostamos en la cama. Le acaricié la mejilla con el dorso de mi mano y lo miré a sus hermosos ojos color miel, llenos de lágrimas. Y ahí, nos quedamos en silencio, uno de esos que te dicen todo, sin decir nada.
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INTRUSO
Novela JuvenilEste es un relato apasionado y cautivador que gira en torno al poder del deseo y el placer. La historia sigue a dos individuos cuyos caminos se cruzan en el momento menos esperado, generando una conexión intensa y profunda. Sin embargo, la felicidad...