Parte sin título 8

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Inuyasha y sus amigos se habían ido, y ella no tubo tiempo ni hablar con ellos, todo por sus miedos a enfrentarse a ellos. Ella metida en sus pensamientos sin saber lo que pasaba a su alrededor, mientras Sesshoumaru hablaba con su hermano, pero que había pasado, aunque no lo sabía tenía algunas sospechas.

Kagome miró a su alrededor y vio a Rin y Jaken descansando en aún, Shipo estaba descansando en un árbol lejos del monstruo de dos cabezas, y Sesshoumaru a una distancia considerable, descansaba en la raíz de un gran árbol. Era de noche y Kagome aún estaba en el mismo sitio donde le había dejado Sesshoumaru, ya que después de la pelea verbal con su hermano, se dijo que mejor era descansar, ya que el sol estaba desapareciendo, dando paso a una manta de estrellas.

Y ella aún estaba allí, en medio de todo el campamento de sus compañeros, pensando en que le habría gustado dar las explicaciones ella. Sus planes no eran ni saber de la existencia de ese tal Kairo, ni deberle nada a Sesshoumaru, ni acompañarlo a él y a sus acompañantes, ni ser la esposa de este, aunque en un sentido verbal, los hechos nunca los harían, y el ultimo encontrarse con Inuyasha.

Sus planes eran completamente distintos a todo lo que le había pasado, sus planes eran salir del castillo, sin espadas, sin prometido y sin nada, ir en busca de los fragmentos, que aunque fuera yokay la esfera la trío a ella y a nadie mas, y eso era otra cosa para resolver, ya que ella siendo una hanyou se le había encargado cuidar de tan bella piedra. También sus planes eran saber cosas sobre su padre, ya que por la forma que desapareció, tenia que ser un espirito, y por último matar a Naraku, y irse para "su época" que ya no era su época, si no una época donde vivió.

Pero todo había cambiado, primero lo de las espadas, que si aprender hacerlas servir, ha descubrir sus poderes, descubrir como Salkaga iba ya que no se lo explicaron, y Tensuga que no la había probado, pero si lo pensaba no calía mucho probarla ya que su corazón solo pertenecía una persona, a su hanyou. Un pequeña sonrisa de tristeza se dibujo en sus labio, cerro los ojos pero no se sintió mejor sino que se puso furiosa, porque al cerrarlos, salió, un yokay de pelos plateados.

Ya se había decidido, se tenía que ir de su lado, no podía continuar así, porque por cosas del destino se enamoraba de él, sería infeliz toda la vida, además que estupideces pensaba ahora Kagome, solo era atracción física la que sentía, no todos los días conocías, o acompañabas aún yokay tan bien formado como aquel.

Ya se había vuelto a desviar de tema, lo mejor era alejarse lejos de donde estaba, pero primero le tenía que decir que la dejará en paz, y la dejase marchar. Se acercó a Sesshoumaru

Todo y que él tenía los ojos cerrados, sabía que tenía delante a la intrusa, que durante esas horas se estaba colando en su mente, la verdad, se estaba cansando de no tener control sobre sus propios pensamientos, lo mejor sería que la hiciera marchar.

Kagome: Sesshoumaru, me voy, o sea, que me saques el maldito hechizo- dijo Kagome con una mirada retadora, aunque no se esperaba las palabras de Sesshoumaru

Sesshoumaru: Pues márchate- y sin abrir los ojos, pensó que así era mejor, ya que podía tener control absoluto de sus pensamientos, y cuerpo, porque sus hormonas se habían vuelto locas.

Kagome se que do muy sorprendida, y en su corazón había un vacío, que esperaba que le rogase que no marchase, eso estaba muy mal, y Kagome lo sabía, tenía que marchar tan rápido como sus piernas le permitiesen y estar lejos de ese yokay que la desconcertaba.

Cogió a Shipo dormido, y se fue donde estaba Rin con Jaken, le dio un beso, y en sus pensamientos solo había una frase, perdóname Rin.

Sin más que hacer salió corriendo aún con Shipo dormido, siguió el rastro de Inuyasha, y aún que estaba muy cerca, decidió que por mucho que le intentará explicar algo no lo compondría, así que se fue donde estaba el maestro Totosay.

Era muy de noche, así que para no tener ningún inconveniente para llegar a la cueva de Totosay, se dijo que mañana iría.
Encontró una cueva, y dejó a Shipo allí, después salió al bosque, claro pero antes creo una barrera, con sus pocos poderes de sacerdotisa que le quedaban, pronto se irían todos, excepto el de ver y purificar los fragmentos.

Fuera de la cueva había una gran zona sin árboles, solo había hierva, y ella se estiró allí y miró las estrellas. Cuando iba al Sengoku le encantaba mirarlas, ya que en su época estaban tapadas por los rascacielos, y la contaminación de la ciudad.

La mañana siguiente, todo y que no durmió, pensando en todo lo que había pasado des de que entró en el Sengoku. Solo le faltaba tres fragmentos, y la perla casi completa de Naraku, sería bastante difícil, ya que los último tres fragmentos estaban repartidos en tres mundos diferentes, una en el mundo de los dioses, el segundo en el mundo de los muertos, y el tercero en el mundo humano, pero estaba al centro de la tierra. Pero ya encontraría la manera, ahora era hora de ir hablar con el anciano Totosay.

Pero una nueve de veneno se formó en su alrededor, suerte que Shipo llevaba la barrera, si no estaría muerto, aunque si el veneno fuese un poco más fuerte ella también estaría muerta, ya que estaba perdiendo el conocimiento, al fina cayó desmayada. El pobre Shipo se fue corriendo en busca de ayuda. Y lo único queoía una risa malévola.

El pasado que esconde kagomeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora