Luego de un accidente químico, un grupo de chicos se reune para sobrevivir, unidos por el trauma y el miedo constante.
Aunque, hay un inconveniente: no pueden tocarse.
La noche caía lentamente cuando llegamos al edificio donde se encontraba el misterioso laboratorio. La fachada desgastada y los vidrios rotos daban la sensación de abandono, pero sabíamos que detrás de esas puertas se escondían secretos oscuros.
El apellido Yang resaltaba en un viejo cartel.
Solo esperaba que realmente mi padre no estuviera metido en esto.
Changbin me condujo en la oscuridad y nos deslizamos hacia el edificio. Armados con dispositivos electronicos en una mochila, avanzamos con sigilo.
Evadimos a los guardias con facilidad, se ve que mis amigos tienen experiencia en este tipo de cosas.
Llegamos hasta la sala de cámaras y Changbin, con sus hábiles dedos, comenzó a desactivarlas una por una, mientras me mantenía alerta para avisarle si algo sucedía.
Los minutos parecían eternos, el único sonido que llenaba el ambiente era del trabajo de Changbin.
En cierto momento se detuvo y volteo a observarme con su radiante sonrisa. Llevó su mano al auricular de su oreja y le dio aviso a Chris.
—Es su turno turno.
—Copiado— respondió Chris— No nos verán llegar.
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