Luego de un accidente químico, un grupo de chicos se reune para sobrevivir, unidos por el trauma y el miedo constante.
Aunque, hay un inconveniente: no pueden tocarse.
Golpeé mi escritorio por décima vez, dejando caer las hojas de partituras y materiales al suelo. Masajeé las sienes de mi cabeza y suspiré con frustración.
¿Qué estoy haciendo mal?
El ritmo resuena en mi mente una y otra vez sin detenerse, pero nada más que eso.
¿Por qué la letra no fluye?
¿Qué tengo que escribir?
―No te estreses por eso― dijo Yeonjun desde su cama―. En algún momento saldrá.
―No estoy tan seguro...
―Vamos― añadió―. Los demás nos esperan; quizás encuentres algo de inspiración fuera. Hace días que no salimos de nuestra habitación.
Me resigné y guardé todo bruscamente en mi mochila. La colgué en mi hombro y seguí a mi amigo por el pasillo de la vivienda compartida.
Taehyun, Beomgyu y Kai nos esperaban en la extensión del campus. El más pequeño de ellos zarandeaba a Beom por los hombros con entusiasmo, mientras Taehyun reía con efusividad.
Nos reunimos en la plaza más cercana. Era una tarde fresca de domingo, es decir, no había demasiadas personas con nosotros.
― ¿Dónde está Soobin?― pregunté con curiosidad. Taehyun se encogió de hombros.
―Dijo que no se encontraba bien― respondió Kai―. Ayer salió a aquella fiesta.
― ¿La gran fiesta llena de personas? ― preguntó Beomgyu recostando su cabeza en el hombro de Yeonjun―. ¿Aquella en la que la mayoría resultó enferma?
―Esa misma― dijo Kai―. Habrán tomado algo.
―Soobin no es de esos― dijo Taehyun claramente indignado―. Nunca lo haría.
―A veces no conocemos a las personas― respondí.
Una fresca ráfaga de viento erizó mi piel. Kai me tendió su abrigo y lo tomé gustoso; olía bien y calentaba mi cuerpo.
Quizás sea una tarde tranquila.
Eso espero.
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