🩷 ; Capítulo 9.

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Muy temprano en la mañana, Hyunjin se levantó del cómodo sofá y se estiró, dándose cuenta de que Félix continuaba durmiendo plácidamente. Tratando de no hacer ningún ruido, se dirigió hacia la puerta y la cerró con cuidado.

Avanzó por el pasillo, haciendo memoria del lugar por el que había sido guiado anoche y, cuando estuvo en la sala de estar, se encontró con la misma mujer que lo recibió.

-Disculpe, buen día -saludó haciendo una pequeña reverencia- ¿Podría hacer una llamada? Avisaré a un amigo que estoy bien.

-Adelante -respondió ella con una sonrisa en sus labios. Hyunjin agradeció y se encaminó hacia la pequeña mesa en la que estaba el teléfono.

En lo que esperaba a que Seungmin respondiera, se puso a pensar en lo sucedido la noche anterior; lo que Félix le confesó en ese bar, lo ebrio que se había puesto y, por supuesto, el camino hasta su casa.

Recordar las palabras que su jefe dijo, continuaban dando vueltas en su cabeza, pero trató de ignorarlas completamente. Respiró profundo cuando finalmente la voz de su mejor amigo se hizo escuchar.

-¿Diga?

-Seungmin...

-¡Hyunjin! ¿Dónde diablos te has metido toda la noche? -reprochó al otro lado de la línea con una voz todavía adormecida-. ¿Sabes lo preocupado que he estado por ti? ¡No llegaste a dormir anoche!

-Oye, oye, cálmate -pidió el castaño en voz baja y mirando fugazmente a su alrededor-. Estoy bien, eso es lo que importa, ¿no? Y si ya no te llamé fue porque mi celular se quedó sin batería.

-De acuerdo, entonces, ¿dónde estás? Iré por ti.

-Estoy en la casa de Lee Félix -en cuanto dio esa respuesta, Seungmin pareció estar ahogándose con lo que sea que estuviese bebiendo en ese momento.

-¿En la casa de tu amargado jefe? -inquirió sin poder creerlo. Hyunjin asintió pese a que su amigo no podía verlo.

-¿Tienes dónde anotar? Te pasaré la dirección.

Luego de dictarle letra por letra la dirección de la casa, Seungmin le dijo que estaría ahí pronto y Hyunjin solo pedía que Félix no se despertara hasta después de irse.

Al finalizar la llamada, el castaño se dirigió hacia un pasillo del que provenía un delicioso aroma que llenaba cada rincón de aquella casa.

Cuando entró, se percató que se trataba de la cocina; la mujer estaba preparando un apetitoso desayuno, pero por más que su estómago pedía comida, Hyunjin no podía quedarse más tiempo.

-¿Es para el joven Lee?

-No, el joven Lee no desayuna aquí-respondió ella, provocando que el ceño de Hyunjin se arrugara-. Él me pide que prepare el desayuno para el personal de la casa...

-¿Eso es posible?

-Así ha sido siempre.

-Bueno, ¿puedo pedirle un favor?

-Por supuesto, ¿qué se le ofrece?

-Prepare un desayuno extra para el joven Lee, que sea igual de delicioso que este y lleve pastillas para el dolor de cabeza -pidió Hyunjin. La mujer dejó de hacer lo que hacía y observó al castaño con detenimiento-. ¿Podría asegurarse de que se haya alimentado bien antes de salir de aquí?

-¿A usted le preocupa mucho el bienestar de mi joven amo?

-Como su asistente personal, creo que es mi deber ver por su bien ante cualquier situación -respondió con cuidado y, a lo lejos, se escuchó el claxon de un auto-. Confío en que usted le hará desayunar bien. Gracias por la estadía.

Dicho aquello, se dio la media vuelta antes de que la mujer pudiese decir alguna otra cosa y abandonó la casa siendo ajeno al par de ojos oscuros que lo observaban correr hasta el umbral desde lo alto de una ventana.

Lee Félix se había acercado a esta luego de escuchar que un auto llamaba afuera. El cabello castaño de Hyunjin revoloteó con cada paso que daba, lo siguió hasta que se subió al vehículo y a los segundos desapareció por la avenida.

El rubio soltó un suspiro y cerró los ojos por un par de segundos, permitiéndose envolver por la calma de su habitación, pero esta no duró demasiado porque fue interrumpida por unos suaves golpes en la puerta.

-Adelante -ordenó. Sus ojos se abrieron lentamente y se fijaron en el lugar donde había estado el auto minutos antes.

-Buen día, joven amo -dijo la mujer, entrando a la habitación y dirigiéndose hacia la mesita de noche-. Le he traído el desayuno.

Félix se dio la media vuelta y su semblante se frunció cuando vio lo que la mujer cargaba. Cruzó miradas con ella y, antes de dirigirse hacia la puerta, hizo una reverencia.

-Yo no he pedido desayuno...

-El joven que lo trajo anoche me pidió que preparara uno extra para usted. Incluso agregó pastillas para el dolor de cabeza...

En respuesta, el rubio se cruzó de brazos al pensar en la posible insistencia que debió poner ese revoltoso castaño para que prepararan un plato más. Resingándose, asintió e hizo un gesto con su mano, indicándole a la mujer que podía retirarse.

-Misuk -llamó Félix antes de que la puerta fuese cerrada.

-¿Sí?

-Dices que anoche ese chico me trajo aquí, ¿no es así? -inquirió, haciendo una pequeña pausa para saber cómo formular correctamente la siguiente pregunta. La mujer asintió-. ¿Qué hacía saliendo de mi casa hace un momento?

-Oh, el joven lo trajo hasta su habitación. Usted estaba completamente dormido y se ofreció a recostarlo...

-¿Y la ropa? ¿Tú me pusiste la pijama?

-No -dijo ella, negando también con la cabeza-. Desde la puerta, el joven Hwang me dijo que se haría cargo...

-¿Se haría cargo? -cuestionó Félix con un tono de voz sorprendido-. ¿Acaso es fácil depositar tu confianza en una persona que conoces por primera vez, Misuk?

-Discúlpeme, señor -respondió haciendo una reverencia-. Pero mencionó que trabaja para usted como su asistente personal en la empresa. Además, no parece ser una mala persona.

Félix chistó. Agradeció por el desayuno y ordenó a la mujer que se retirara porque necesitaba estar solo para tratar de ordenar sus pensamientos, y lidiar con el dolor de cabeza estaba siendo un desafío.

Caminó hasta la mesita de noche y tomó las pastillas junto al vaso de agua mientras por su mente pasaban mil y un maldiciones con respecto a Hwang Hyunjin.

Ese castaño parlanchín se había atrevido a quedarse solo en esa habitación con él para cambiarle la ropa. ¡Eso lo convertía en un completo pervertido! Aun así, muy en lo profundo de su ser, Félix agradecía haber sido traído a casa después de beber un par de copas.

Si bien no recordaba en su totalidad lo que había sucedido de camino, la voz de Hyunjin resonaba en sus oídos, pero las palabras era difíciles de comprenderlas; solo parecían ecos distorsionados.

¿De verdad Hwang Hyunjin había sido capaz de hacer algo como eso? No podía creerlo, y pensar en eso solo le provocó un escalofrío por todo su cuerpo.

Sin saber la razón del por qué se sentía avergonzado, decidió disipar cualquier pensamiento traicionero comenzando a ingerir su desayuno.

Sin saber la razón del por qué se sentía avergonzado, decidió disipar cualquier pensamiento traicionero comenzando a ingerir su desayuno

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En un latido de corazón • HyunlixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora