Prólogo

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Draco Malfoy estaba feliz, y a la vez confundido.

Su padre, Lucius Malfoy había decidido cambiarse del bando de la oscuridad, al de la luz. Se encontraba feliz por eso, nunca estuvo muy de acuerdo con esa idea.

Sin embargo, sus pensamientos y sentimientos no estaban del todo bien. Había un chico de ojos esmeraldas que hacía que su corazón latiera desbocado, que sus mejillas se sonrojaran como un Hufflepuff de primer año, sus manos sudaban y su estómago sentía aquellas "mariposas" de las que hablaban todos. Aunque al estar frente a él, la vergüenza le ganaba y decía estupideces.

Pero, obviamente Draco jamás diría todo  lo que sentía, era demasiado orgulloso para eso.

Aunque en persona solo se hablaban para dirigirse insultos... Tal vez era hora de cambiar eso, de cambiar esa estúpida rivalidad y odio infantil. Y convertirse, tal vez, en amigo del chico que lo traía loco.

☆゚.*・。゚

—Draco, Draco, Draco —llamaba Pansy, tratando de obtener la atención del rubio platinado.

—¿Qué quieres, Pansy? —respondió él, mirándola de soslayo para volver su vista a dónde estabas antes.

Blaise rió bajo.

—Deja de mirar al cara rajada que se te va a caer la baba —dijo, ya un poco enojada, alzando la voz.

En el gran comedor había un silencio absoluto, Draco se había quedado en blanco, no sabía que responder, pero como buen Slytherin se le ocurriría algo.

—Ni que yo fuera tú, mirando a Blaise.

Pansy se había sonrojado, y decidió mejor quedarse callada, Malfoy podía decir muchas cosas si se lo proponía.

Mientras tanto en la mesa de los Gryffindor, Hermione discutía con Ron sobre la clase de Adivinación. Harry los miraba y reía bajito, aunque sea ellos lo alegraban.

No había podido dormir para nada bien, las pesadillas con Voldemort de hacían cada vez más constantes, pero también una pesadilla más se había agregado a las pocas horas de sueño que tenía.

En dónde perdía a alguien, a alguien que amaba mucho, sin embargo no sabía quién era.

O no quería admitir quien era.

Frente a él se encontraba un pedazo de tarta de melaza, pero no tenía muchas ganas de comer nada. Dejando a sus amigos discutir, se levantó de la mesa, viendo así que Malfoy lo estaba mirando no tan disimuladamente. Decidió ignorar eso y salir del lugar, quería pensar un poco.

Recorrió los pasillos soltando suspiros renegados de vez en cuando, sin percatarse de que un hurón lo seguía de manera sigilosa, o bueno... Hasta que dio un paso en falso.

Harry giró rápido, con varita en mano, y al darse cuenta de que se trataba de Draco Malfoy frunció el ceño.

—¿Qué quieres, Malfoy? No estoy de humor para tus burlas.

El tono despectivo que usó hizo que el pobre corazón de Draco se estrujara, pero sabía que no sería fácil acercarse al de cicatriz, tenía que escoger las palabras correctas.

—No vine a pelear, Potter. Quiero que hablemos —dijo de la manera más tranquila posible.

Harry fue bajando la varita, suavizó el semblante y prestó atención a las palabras de Malfoy.

—Verás, he pensado, y creo que esta rivalidad que tenemos es meramente una cuestión de infantilidad —pronunció, mirando fijamente las expresiones del brujo.

—Ve al grano, Malfoy —sentenció Harry.

—Creo que es momento de que dejemos atrás viejas disputas y nos volvamos amigos —soltó de sopeton.

—Tú... ¿Quieres que seamos amigos? —repitió asombrado.

Draco asintió, esperando una nueva respuesta de Harry.

—¿Dejarás de insultar a Hermione y a Ron?

—Sí, es infantil seguir llamando sangresucia a Hermione.

Harry no se la creía del todo, pero decidió aceptar, todo esto parecía muy interesante.

—Entonces... ¿Amigos, Malfoy?

—Amigos, Potter —respondió Draco, ocultando su emoción.

Enemistad o... ¿Amor? (Drarry)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora