Tulipanes

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¿Dónde estoy? No me gusta este lugar. Hay dragones por todos lados, me da miedo. Déjenme salir...

ྀི

En aquella enfermería de paredes blancas como la nieve y tranquilidad absoluta, la luz de la luna comenzaba a colarse entre las ventanas, las estrellas comenzaban a asomar en el cielo. Casi todos los enfermos ya habían abandonado el establecimiento, dejando de nuevo ahí al solitario rubio.

La puerta chirrió abriéndose lentamente, un ramo de tulipanes sobresalió de entre las manos de un chico. Llegó hasta la cama del antes mencionado, retiró las flores ya marchitas y colocó las nuevas con agua limpia.

Jugueteaba con uno de los pétalos marchitos mientras miraba al rubio en su sueño eterno, a veces solo quería que todo esto fuese un mal sueño que pronto superaría, quería que él lo abrazara y le dijera que todo estaría bien.

Agarró una de las pálidas manos del rubio, entrelazandola con la suya. Sus manos estaban frías, eran suaves pero a la vez rasposas, a través de su blanca piel se podían apreciar casi perfectamente sus venas. Suspiró, reteniendo las lágrimas.

El torneo de los Tres Magos se había cancelado por los tantos incidentes ocurridos los últimos días. Las clases fueron suspendidas por unos días, pero ya habían retomado su curso con normalidad. Estos días había tratado de aprender todo lo posible en las clases que compartía con Malfoy, para poder enseñárselo cuando despertara. Porque lo haría, iba a despertar, tenía que despertar.

—¿Sabes...? Siempre quise saber porque tenías tanto miedo de los dragones, ers algo irónico ya que por tu nombre y eso —soltó una risita—. Me contarás cuando despiertes, ¿verdad? Quiero tenerte de nuevo a mi lado. Volverás, ¿verdad? Quiero abrazarte hasta que te quedes sin aire y no separarme de ti nunca. Desearía haber prestado más atención a lo que te sucedía, pero es que eras tan terco... Tal vez si lo hubiéramos sabido, hubiéramos podido encontrar una manera de detener la maldición...

Se mordió el labio, mientras sus ojos se aguaban.

—Aunque no quieras contarme, cuando despiertes siempre estaré para tí y te defenderé de los dragones, como un caballero a su princesa, ¿te imaginas? Pero... Realmente tú no eres mi príncipe, eres mi vida entera. ¿Puedes hacerme el favor de regresar? Mi vida no es vida sin ti —otra vez se mordió el labio, y después sacó un libro de adentro de su túnica—. Theo me dio esto, me dijo que era tu favorito. "Cuentos y leyendas de una esmeralda".

¿Harry, eres tú? ¡Sácame de aquí, por favor! Todo es muy feo, y me da miedo, mucho miedo. Defiendeme, por favor...

—Oh, creo que ya estoy escuchando cosas —se limpió una lágrima que caía de su mejilla—. Te leeré un capítulo, ¿vale?

Hojeó entre las páginas, algo desgastadas por el paso del tiempo y también por el uso que le daba el de ojos plateados.

—... Una vez más, el joven Esmeralda se aventuraba en una misión, la gente del pueblo había sido azotada por una terrible maldición y necesitaba hallar la cura para aquel mal, antes de que su pueblo fuera totalmente sumido en la oscuridad. Se cubrió con su capa que lo protegía y lo hacía invisible ante todo y ante cualquier cosa que quisiera hacerle daño —Harry enarcó una ceja ante aquella descripción— (...) Su varita blanca y perlada, incapaz de traicionar a su dueño, apuntó aquella piedra extraña, con aquel agujero en el medio, y de esta emanó un raro humo blanco, que fue cubriendo todo el pueblo poco a poco.

El azabache frunció el ceño ante todo lo que estaba leyendo, los elementos de aquel raro cuento eran extrañamente similares a las Reliquias de la Muerte, y a la maldición que sufría Malfoy. ¿Y si...?

Corrió apresurado hacia la sala común de Gryffindor, con el corazón acelerado y las esperanzas elevadas a niveles inigualables.

Ron y Hermione lo alcanzaron cuando paró frente al retrato de la dama gorda para decir la contraseña, pero antes paró para tomar aire. La chica le puso una mano en el hombro, mirándolo preocupada, pero no dijo nada. Ron le dirigió una pregunta silenciosa con los ojos, a la cuál el azabache tampoco respondió.

—¿Qué le pasa? —preguntó Seamus al aire, viendo cómo el chico de ojos esmeralda revolvía sus cosas.

Ron y Hermione se encogieron de hombros sin saber que pasaba exactamente con su amigo.

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De nuevo se encontraba entre aquellas blancas paredes.

—Por favor, mi amor... Has un esfuerzo y despierta, ¿sí? —suplicó.

Releyó mil veces aquel capítulo de ese extraño libro de leyendas y cuentos, sabía que había muchos riesgos al realizar ese hechizo, pero por Draco era capaz de todo, él quería verlo se nuevo feliz, sonriendo, viviendo y alegrando la vida de sus allegados.

Quería volver a ver sus ojos plateados mirándolo con cariño.

Quería volver a sentir sus brazos rodeándolo en un fuerte abrazo.

Quería volver a charlar con él en el Torre de Astronomía.

Quería hacer bien las cosas esta vez y quedarse con él para siempre.

—Invoco este conjuro con el poder de Merlín, para volver a tenerte junto a mí, sé que tiene un sacrificio y lo pagaré, pues este hechizo es nada comparado a tenerte junto a mí —recitó aquellas palabras que ya se había aprendido de memoria.

Su mano temblorosa apuntaba con sutileza la Piedra de la Resurrección y la Capa de la Invisibilidad. Un rayo blanco con ondas zules salió disparado de ésta. Tanto la capa como la piedra se elevaron en el aire, siendo cubridos por una esfera transparente, en la que giraban como un remolino. Aquella esfera ingresó poco a poco en el pecho del rubio, y...

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¿Dónde estoy? ¿Por qué el lugar ha cambiado? ¿Dónde están los dragones? ¿Dónde están las cosas que me daban miedo? Ahora me siento tan bien... El que habla es... ¿Harry? ¿Qué está haciendo?

¿Por qué ahora siento tanta paz? ¿Qué estás diciendo, ese hechizo es...? ¡No, no, no! ¡No lo hagas! No lo hagas, por favor, déjame aquí, pero no lo hagas...

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Las pestañas del rubio se movieron con sutileza, abriéndose lentamente y tapándose con una mano los ojos por no acostumbrarse al blanquecino color de las paredes, las marcas negras iban abandonando su cuerpo rápidamente, pero aún conservaba cierto dolor en algunas partes.

Vio a Harry al lado de él, con las lágrimas corriendole por las mejillas.

Se sentó en la camilla rápidamente, sin importarle el dolor que sentía, estaba algo mareado por el repentino movimiento.

—¿Es-

El azabache no pudo siquiera completar una palabra cuando su muñeca fue agarrada, y sus labios estampados en un suave beso en el que ambos mezclaron sus lágrimas. Terminado el beso, sus frentes quedaron unidas mientras ambos cerraban los ojos por el momento.

—Estás loco... ¿Y si te hubiera pasado algo al hacer el hechizo? ¿Y si como decía en la leyenda, era tu vida a cambio de la mía? —preguntó Draco, mientras sus lágrimas se deslizaban en mayoría por sus pómulos, dejando un rastro que a penas se notaba.

—No me hubiera importado si tú estabas bien. Porque te amo, maldita sea, me enamoraste, Draco Malfoy. No sé si me hiciste brujería o me diste de tomar amortentia para que sienta esto que siento por ti, pero te aseguro que sea lo que sea no me arrepiento de nada. Quiero estar contigo por el resto de mis días.

Volvieron a unirse en un suave beso, como anhelaban hacerlo hace tiempo.

—Te amo —murmuró Draco, a lo que Harry sonrió.

Enemistad o... ¿Amor? (Drarry)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora