Después de la tormenta

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Dicen que después de la tormenta, siempre viene la calma.

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Trueno, Solo por vos.

Después de cada desastre, siempre vienen los momentos de calma, dónde todo mejora y todos son felices, pero eso es solo en cuentos de hadas, ¿verdad?

En aquella habitación blanca había de todo, menos paz.

Aunque, ellos, de hecho, no sentían nada.

Pansy Parkinson estaba que lloraba de la emoción. Blaise Zabini trataba de ocultar su alegría, pero era imposible. Theodore Nott hasta había derramado algunas lágrimas; había leído de aquello muchas veces, pero no lo había creído, ahora sabía que los milagros que se narraban en los libros de texto no eran simplemente locuras del autor ni tampoco imaginaciones locas, sabía que eran verdad al ver a su amigo recuperado gracias a la magia y también del azabache que tanto amaba el rubio.

Las lágrimas, abrazos y sonrisas no faltaban. Al fin era que todos podían ser felices.

Felices.

Cuando toda la historia empezó, ni siquiera se podían considerar del todo felices, sinceramente.

Pero durante el transcurso habían conocido a personas que les enseñaron el significado verdadero de la felicidad y como sentirlo, junto a una persona que te ama y aprecia verdaderamente, tal y como eres.

Aunque el nudo de todo había Sido dramático y trágico, habían podido superarlo, y sinceramente, ahora agradecían a Merlín o a quien fuera que les cedió aquel destino, porque tantos momentos no se podían comprar ni comparar con nada.

Pansy abrazó al rubio con cuidado, llorando en su hombro y repitiéndole que era un idiota por haber tardado tanto en despertar, pero también diciéndole que lo quería mucho. Nott y Zabini también se unieron al abrazo, llorando y consolandose como el inseparable grupo de amigos que eran.

Leales.

La lealtad era una palabra que ellos habían aprendido en años en Hogwarts, cuando nadie más estaba, ellos estaban el uno para el otro siempre. Cuando uno lloraba, los demás se encargaban de golpear al culpable, digo, de consolarlo. Si uno reía, reían todos, si uno era feliz, todos eran felices.

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—Draco —llamó el azabache.

—Harry —correspondió al llamado.

Habían pasado unas cuantas semanas desde todo lo vivido. Los días pasaban de manera tranquila y calmada, Harry y Draco se iban conociendo más, sabiendo sus gustos, disgustos y aficiones y aprendiendo cada dia más del otro. Aprendiendo a amar.

—Te amo —musitó con voz nerviosa.

El rubio sonrió de manera sincera. Quizás no eran nada, quizás no habían formalizado de buena manera, quizás no habían empezado de lo mejor, quizás aún les daba vergüenza decirse lo que sentían, pero adoraba esos momentos en donde uno de los dos decía cuánto amaba al otro, y correspondían a esas palabras con un beso, un abrazo, una caricia o también palabras. Palabras sinceras que no eran solo susurros del viento.

—Te amo —repitió el rubio.

Sus manos se buscaron una vez más, rozando sus dedos, entrelazandolas, tal y como entrelazaban sus corazones cada vez que se miraban a los ojos de una manera inocente, pura y llena de amor.

Porque realmente lo que sentían era algo inocente, la pureza de un primer amor que esperaban fuera duradero y eterno.

Primer amor.

Ninguno de los dos pensó que su primer amor llegaría a ser su enemigo desde la infancia, era algo loco e increíble que no creían que pasaría.

Cuando Draco llegó de sorpresa con aquella propuesta de amistad, Harry no pensó que llegarían hasta donde están ahora.

Y cuando Harry aceptó la propuesta, Draco no pensaba enamorarlo y enamorarse más de lo que ya estaba. Pero, no cambiarían nada de lo que habían vivido durante esos meses.

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—¿Puedo besarte? —susurró Draco, pasando una de sus manos por el muslo del azabache.

—Draco, calma, estamos en clase. ¿Y si tu padrino nos ve? —respondió Harry, tratando de disimular el nerviosismo, pero sus mejillas levemente coloradas lo delataban.

El rubio suspiró y se alejó.

A veces le frustraba que nadie supiera nada de su relación, amigos frente a todo el mundo, excepto de sus mejores amigos.

Si era por él lo gritaría por todo Hogwarts, gritaría que Harry Potter, el niño que vivió, el elegido, lo había elegido a él por sobre todas las personas, pero nunca haría nada que a su novio-no-novio-porque-no-habian-formalizado no le gustara. Aunque estaba decidido de que lo llevaría a su casa y se lo presentaría a su familia aunque ya lo conocieran, él queria formar un futuro con Harry.

Snape les dirigió una mirada inquisidora, suspiró y volvió a la clase.

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—A-ah~. Espera, Draco, d-detente —jadeó.

El rubio paró de correr riéndose, tal vez el azabache fuera el mejor buscador en Quidditch, pero su condición física para el ejercicio terrestre era realmente mala.

Lo vió tomar aire con una mano en el pecho, con el cabello más desordenado que de costumbre, las mejillas acaloradas y respirando agitadamente.

Se veía tan malditamente bien, y lo tenía jodido, jodido de amor. Sus besos se habían vuelto una adicción, sus caricias, sus abrazos, su presencia, sus ojos, tan belloa como dos esmeraldas y tan brillantes como el mismo sol. Todo él lo tenía embobado y jodidamente enamorado.

Sus pasos lo llevaron a acercarse más a él, agarrándolo de las mejillas y besándolo. Robándole uno de eso besos que le quitaban suspiros al azabache; salvaje y excitante, pero amoroso.

—¿Por qué eres tan lindo? —balbuceó el rubio sobre los labios del azabache—. ¿Y por qué si eres tan lindo no eres mío? Quiero que seas mío y que te entregues a mi de la misma forma en que quiero entregarme a ti. No sé que carajos me hiciste, pero enamoraste tanto que digas lo que me digas, yo lo haré, si quieres la luna te la daré, lo que quieras estará a tus pies. No sé si quieras ser mío, pero yo quiero ser tuyo, quiero ser tuyo para siempre y que tú también seas mío, no de manera tóxica, sino de como un sello de que aunque no nos pertenezcamos, seremos fieles el uno al otro por lo que sentimos. Porque, Merlín, yo estoy seguro de lo que siento, estoy seguro de que te amo como jamás amé a nadie, y, por eso... Harry, no sé ni que estoy diciendo, así que por favor, ¿quisieras decirme que sí y aceptar ser mi novio?

Harry sonrió, uniendo sus frentes y cerrando los ojos.

—Te entiendo. Porque estoy exactamente igual. No sé que me hiciste, pero terminé tan enamorado que ya ni puedo hablar con claridad cuando estoy junto a ti. Quiero ser tuyo igual que quiero que seas mío. Quiero poder mirar tus ojos todos los días y decirte cuánto te amo, demostrártelo. Estoy seguro y... Si, si quiero ser tu novio.

Se unieron en un abrazo después de que ambos se confesaran por gusto propio, realmente no era necesario hacer y alargar las cosas, pero sentían que tenía que ser así, formalizar y seguir las cosas de buena manera, ya amaban estar así. Juntos, felices, cómo tenía que ser.

Enemistad o... ¿Amor? (Drarry)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora