|Capítulo 7|

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Harry apresuró su paso, sin prestarle atención a nada más que al imponente castillo frente él.

Y vaya si no tendría que desempacar eso más tarde.

¡Su familia tenía un jodido castillo! Eso es algo de lo que incluso a Draco Malfoy no había escuchado alardear, y el muchacho pálido podía hacerlo.

Su ignorancia de cualquier cosa menos el castillo, ¿por qué diablos estaba tan lejos de la entrada? ¿su familia realmente necesitaba un patio delantero tan grande? —, lo llevó a borrar de su mente y de su vista las hermosas casitas que se agrupaban a los lados del camino, y los cientos de ojos curiosos y llorosos que se enfocaban únicamente en él y su hermana.

Mientras prácticamente corría, algo se interpuso en su camino.

O más bien alguien.

Una mujer anciana y pálida, con brillantes ojos verdes como los de él, pero con un rostro mucho más afilado y cuencas profundas casi lo hace caer. Solo sus años escapando de Duddley y sus amigos evitó que su culo se hiciera muy amigo del suelo.

Harry quedó conmocionado. Había una persona frente a él. Una señora vieja, pero con vida, y lo estaba regañando por correr con su hermana en brazos sin tomar en cuenta su seguridad.

Y si, dijo hermana.

Apretó su agarre sobre ella, sin confiar en lo que estaba viendo y temiendo por su vida —¡eran los últimos Potter con vida, ¿cómo es que había una anciana frente a él y en su casa! —solo para darse cuenta de que sus brazos estaban vacíos. Hermione había desaparecido.

Volteó frenéticamente, ignorando a la malhumorada anciana que seguía regañándolo, mientras buscaba a su hermana.

¿Qué mierda estaba pasando en este lugar?

¿El poder de la reja realmente lo mató y esto era el cielo?

¿Dónde está Hermione?

A, ahí la vio. Un hombre alto y fuerte, pero delgado la estaba cargando en dirección a una de las casas árbol...

Otra vez, ¿qué carajos?

Se sacó los lentes y frotó los ojos con fuerza antes de volver a abrirlos, limpiar sus anteojos y volver a ponérselos.

No estaba soñando, ni alucinando. El hombre desconocido llevaba a su hermana inconsciente a una casa árbol. Y no, no era una casa en el árbol. Literalmente era una casa árbol. La base de este, en lugar de seguir la forma de un árbol común y corriente y presentar raíces, se veía como una casita pintoresca pero extraña que se expandía hacia los costados. Era raro, pero agradable, y no le importó en lo más mínimo.

Ignorando a la anciana gruñona, trotó hasta su hermana, entrando a la casita sin preocuparse por los modales.

El alto hombre que agarró a su hermana la dejó sobre un mullido sillón rojo y volteó a verlo, era guapo. Cabello negro, ojos castaños afilados, nariz recta, pómulos altos y orejas algo puntiagudas. Una creciente barba se apoderaba de su rostro.

El desconocido llevó el puño a su pecho y se inclinó ante él, antes de volver a ver a su hermana. Harry quiso intervenir, evitar que el hombre la tocara —aunque era algo exclusivamente profesional, podía verlo, y Harry tenía una suntuosa experiencia con el toque de un sanador— y descubrir que estaba pasando, pero se dio cuenta que era mejor esperar.

El desconocido no haría nada malo con ellos, no estaba seguro de cómo, pero lo sabía. Y no tenía idea de que lo esperaba en ese castillo, si es que pertenecía a su familia, es decir, ¿habría siquiera alguna poción que despertara a su hermana y, más importante, estaría en buen estado?

Manual de supervivencia en el mundo mágico para tontos y novatos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora