Hora de la verdad. Hermione terminó durmiendo con él en la pequeña cama de la habitación. Harry no se había dado cuenta, hasta la noche anterior, que el oro que juntó el año antes del inicio de clases se le había acabado.
Si era honesto consigo mismo, Harry no recordaba cuánto había tomado de su cámara cuando estuvo en Gringotts el año pasado. Ver la cámara de la familia de su mejor amigo lo hizo apurarse en la suya, no había querido que Ron se pusiera celoso por el oro que tenía en su cámara cuando la de él estaba casi vacía, y los Weasley fueron bastante buenos con él, no quería hacerlos sentir menos, o que se avergonzaran.
Así que Hermione se quedó con él toda la noche, algo por lo que tuvo que pelear con uñas y dientes para que sucediera. Y fue tan incómodo como se lo imaginó.
Justo. Ni Harry ni Hermione habían participado en pijamadas durante su infancia, ella era demasiado rarita para las otras niñas en su escuela, y no tenía muchos amigos que la invitaran a dormir en sus casas; y Harry, bueno, ser criado por sus tíos es motivo suficiente.
Y Hogwarts no era lo suficientemente bueno como para compararlo. Cada uno tenía sus propias camas allí, y existía una política de niños y niñas separados (no es que fuera de mucha ayuda si los rumores que Harry escuchaba en los vestuarios eran algo en lo que creer).
Así que, hasta que se durmieron, los dos jóvenes se quedaron quietos como tablas, uno al lado del otro, sin saber que decir para calmar al otro. Fue una noche extraña, sin duda alguna.
Cuando despertaron, la incomodidad aún estaba ahí, pero era mucho menor que antes. Seguían siendo Harry y Hermione, mejores amigos desde hace dos años, nada había cambiado por compartir la cama un par de horas solo para descansar.
Bajaron a desayunar y volvieron a discutir sus planes para el día. Hermione quería disfrutar del Callejón Diagon ahora que no había tanta gente, pero Harry necesitaba pasar primero por el banco.
La castaña no tuvo problemas en acompañarlo, aunque aún insistía en que ella estaría completamente bien volviendo luego a su propia casa y no necesitaba ir a Gringotts solo por ella. Harry la terminó convenciendo de que realmente no era un problema para el pagarle la estadía, y de todas maneras necesitaba buscar algo de dinero para poder comprar sus libros escolares.
Terminaron su comida, que Harry pagó con los últimos 3 galeones que le quedaban , y caminaron tranquilamente al banco. Hermione llenaba el silencio con cualquier cosa que le viniera a la cabeza, datos sobre Francia o algo que leyó en un libro. Conocía a Harry como la palma de su mano, su amigo no estaba con ganas de hablar, pero también odiaba cuando el silencio se extendía demasiado y volvía la situación algo rara.
Harry anhelaba sentirse como cualquier otro mago normal, pero la constante atención sobre su vida y las constantes amenazas lo hacían una tarea imposible, por lo que Hermione intentaba llenar el vacío con su propia voz para calmar a su amigo cada vez que podía.
No siempre funcionaba, en algunos casos Harry solo se inquietaba más, pero podía ver como la mayoría de las veces la tensión abandonaba sus hombros. Si él quería sentir que era alguien común que se reunió con su amiga y estaban hablando del verano, o chicos, o cualquier otra cosa que no fuera su infame vida como el niño que vivió, Hermione se lo daría. Incluso si las personas idiotas dijeran que él no la escuchaba y se burlaran de ella por no tener verdaderos amigos, ella lo haría, porque sabía que Harry la escuchaba, él soltaba bufidos o una pequeña sonrisa asomaba en sus labios. Y eso era todo lo que Hermione necesitaba para saber que ayudaba a su amigo.
Se calló cuando llegó su turno y dejó que el muchacho manejara todo desde ahí. Él tenía más experiencia que ella de todos modos, para lo único que Hermione venía al banco era para cambiar la moneda muggle por la mágica, no tenía la más pálida idea de cómo funcionaban las cuentas en Gringotts .
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Manual de supervivencia en el mundo mágico para tontos y novatos.
Fanfic|Manual de supervivencia en el mundo mágico para tontos y novatos| Harry Potter no podía esperar a pasar sus últimas cuatro semanas de verano paseando por todo el Callejón Diagon, disfrutando del mundo mágico al que pertenecía pero del que solo habí...