|Capítulo 10|

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Narcissa inhaló la suave y dulce fragancia a rosas y miel que flotaba desde la pequeña taza en sus manos. En general no consumía tés florales, prefería mil veces los tés negros y verdes importados de India o China.

Aunque tampoco iba a quejarse, el té no era tan malo, y no vino a Twilfitt & Tattings por el té; ninguna dama sangre pura que se precie, esperaba consumir algo bueno en la sala VIP del local.

No es que Twilfitt & Tattings tuviera una verdadera sala VIP para empezar. El edificio estaba compuesto por un piso principal —donde se encontraban los probadores, los estantes con artículos expuestos, y los percheros con las túnicas—; y un entrepiso bellamente decorado que funcionaba como salón para clientes exclusivos.

El único problema de la sala VIP es que, salvo por las cortinas, no era realmente privada, el entrepiso estaba pensado originalmente cómo un balcón interior, no una verdadera habitación o un piso completo; y, al fin de cuentas, todo el mundo podía ver lo que ocurría arriba.

Narcissa dejó la taza sobre la mesa ratona de mármol y observó con ojo crítico los elementos presentados por las manos enguantadas de las dependientas; sombreros, faldas, bolsos, capas, tacones, zapatos, collares, broches, camisas, pañuelos, pañoletas, sombrillas...

Todo hecho con los mejores materiales y las más exquisitas telas y bordados. Elaborado por los mejores artesanos y sastres.

¡Y ninguno era adecuado!

Ni uno solo de los elementos que le mostraron estaban a la altura del nombre Potter, el nombre de sus sobrinos.

Los Potter siempre fueron una familia de magos y brujas dignos, siempre vistieron las mejores telas y lucieron los más elaborados accesorios. Aunque jamás hicieron alarde de ello.

Un decepcionado suspiro escapó de los labios perfectamente pintados de Narcissa. La encargada principal, notando la falta de atención de la dama, se acercó con cuidado, y utilizando su voz más melosa, habló:

—Lady Malfoy ¿hay algún problema? —preguntó dulcemente —si algo no le gusta podemos quitarlo y mostrarle otras opciones.

—Mmh —lo consideró, pero no hizo otro ruido o comentario.

—Tal vez si nos dijera para quien es el regalo podríamos seleccionar menor los artículos —insinuó con rudeza otra asistente.

No hubo persona que no notara a Lady Malfoy dar vueltas por el Callejón Diagon, arrasando todas las tiendas de alta costura, más veces en la última semana que en toda su vida. Según los rumores, buscaba artículos para adolescentes de la edad de su hijo, pero ni una sola tienda pudo satisfacer los altos estándares de Narcissa.

¿Y no era eso algo obvio? ¿por qué la mujer que compraba toda su ropa en Francia siquiera pensó que iba a encontrar algo de su gusto en Londres? Narcissa Malfoy, incluso antes de casarse, favoreció la moda francesa antes que la inglesa.

Pensar que encontraría algo en el Callejón Diagon con sus preferencias era inconcebible.

—¿Tal vez sea para el joven maestro Malfoy y su novia? —preguntó nuevamente la encargada principal, sin inmutarse por la posibilidad que albergaba su pregunta.

Incluso ahora, con toda la mierda purista impulsada por el innombrable aún dando vueltas y siendo un importante punto de tensión en su sociedad, las antiguas familias sangre pura seguían pactando matrimonios arreglados para sus hijos. No sería sorpresa para ella que la casa Malfoy hiciera lo mismo con su heredero.

Narcissa mantuvo su cara serena y no respondió a la insinuación de la encargada, pero le envió una mirada fría y asesina a la chica.

—Lo lamento señora Malfoy —se disculpó la responsable, notando el mal humor de la dama —me encargaré de enseñarle mejor.

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⏰ Última actualización: Jul 28 ⏰

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