|Capítulo 6|

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Harry se inclinó sobre la barandilla del puente, observando embelesado la caída del agua. Llevaban un par de horas caminando por el sendero, acababan de llegar al puente con vistas a las cascadas Pecca, y aún no encontraban nada.

¿Y la verdad? él ya estaba agotado.

El subidón de magia que sintió al ingresar al parque se había ido hace mucho, y ahora tanto Harry como Hermione caminaban a ciegas entre los árboles, siguiendo el sendero con solo la mínima esperanza de encontrar una puerta que los llevara a casa; pero la tarde ya estaba cayendo, y a cada minuto que pasaban sin pista alguna, Harry más se desanimaba.

Él de verdad, de verdad que quería encontrar su casa hoy, ver el lugar donde debió haber crecido, la habitación que pudo haber tenido, la cocina donde probablemente habría cocinado con su madre galletas en navidad, tal cómo había visto hacer tantas veces a su primo y su tía —aunque si era honesto consigo mismo, era ver más a tía Petunia cocinando las galletas mientras Dudley robaba la masa sin cocinar o se quejaba de que faltara mucho para comer—.

Quería ver el hogar que le robaron y pensar en todo lo que pudo haber sido, incluso si no era sano para él. Hoy no quería ser fuerte mentalmente, solo quería ahogarse en pensamientos de ¿qué hubiese sido si...?

¿Qué hubiese sido si sus padres siguieran con vida?

¿Qué hubiese sido si tuvieran al menos un familiar con vida?

¿Qué hubiese sido si su familia no fueran solo él y su hermana?

¿Qué hubiese sido si nadie los separara?

Perdido en sus pensamientos, Harry se arrimó más contra la baranda, observando, pero sin ver, el cautivante baile del agua al caer. Hasta que algo llamó su atención.

No era el agua lo que bailaba, algo se movía entre las finas pero fuertes láminas de agua cayendo en cascadas gemelas, era tan hermoso y atrayente... lo hizo desear tirarse por el borde del puente y dejarse consumir por el caudal.

¿Qué tan bueno sería ser arrastrado por la corriente como una hoja suelta que se cayó del árbol?

Se inclinó un poco más, su cuerpo a nada de caer, pero no le importó. Mientras más miraba la hermosa e indescriptible figura que danzaba en la cascada, menos pensaba en todo lo que atormentaba su mente segundos atrás.

Ahora solo quería caer.... Y ser tan libre como esa figura.

—¡Harry! —gritó Hermione en su oído, con su estridente voz de mamá gallina preocupada, y un instante después, un fuerte tirón en su oreja lo alejó del borde, a la seguridad de los brazos de su hermana —¿Qué carajos Harry? ¿querés matarte? —preguntó histérica.

Él gruño, con su mente luchando por salir de la niebla de paz y armonía en la que estaba envuelto, a favor a de volver para calmar a su hermana. ¿En que estaba pensando? ¿Cómo podía siquiera concebir la idea de abandonar a su hermana cuando prácticamente era todo lo que siempre había deseado tener al igual que ella?

Pero ¿no tenía ella ya una familia que la quería? Le recordó una parte de él, aquella que seguía repitiendo la libre y exótica danza de la cascada como si de una película se tratara.

No, volvió a enfocarse. Incluso con sus padres adoptivos, Hermione era igual a él, una pobre niña solitaria y triste que solo deseaba una familia, se lo había confesado el año pasado, una de las tantas veces que se encontraron en la sala común solos, a altas horas de la noche cuando él tenía insomnio culpa de las pesadillas y ella también.

Se concentró en ese recuerdo, y en las manos de su hermana que recorrían su cuerpo buscando despertarlo de su transe, ella era su cable a tierra...

Ganó contra la pesada bruma que consumía su mente un rato después, —aunque pudieron ser horas, Harry no lo sabía con certeza, y luego no lo preguntó—, y alcanzó a su hermana en un aplastante abrazo de oso que los hubiese tirado al suelo de no ser porque ya estaban sentados.

Manual de supervivencia en el mundo mágico para tontos y novatos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora