Capitulo 1

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Disneyland es el destino perfecto para llevar a un niño de vacaciones y eso lo sabían los padres de Rocio, una pequeña de diez años con una personalidad un poco hiperactiva, pero que resultaba ser adorable ante los ojos de los demás. Rocio nunca estuvo sola, su hermano Aldo siempre la acompañaba por lo que nunca tuvo la necesidad de interactuar con otros niños para poder jugar o sentir que pertenecía a un lugar.

Aquella mañana, era su último día de vacaciones y tenía que aprovecharlo al máximo, la noche anterior los hermanos Torres habían creado un plan para poder completar toda la experiencia de visitar un parque de Disney, pero las cosas no salieron como las planeaban cuando a la mitad del día Aldo se sintió mal y Marco, su padrastro, lo llevó a descansar en una de las bancas.

-Tienes que aprovechar el tiempo que queda Rocio, ya nos iremos en unas horas - la niña estaba sería y con los brazos cruzados, no le gustaba la idea de hacer una cola para poder disfrutar de un juego si su hermano no lo podría hacer.

-Pero tenía que hacerlo con Aldo, él es mi compañero de juegos.

-Tal vez en está oportunidad necesitas otro compañero, yo puedo hacerlo si quieres - la pequeña castaña negó con su cabeza y salió corriendo, dejando a su mamá parada en la cola con una expresión de sorpresa.

Rocio era pequeña, no podía alejarse mucho, así que se detuvo cerca de un puesto de helados, su madre la miraba a la distancia esperando a ver que era lo que haría su hija. Rocio soltó algunas lagrimas de frustración porque su mamá no podía entender que ella no quería jugar sin su hermano, su madre estaba por acercarse a ella, pero se detuvo al ver a una niña sentarse junto a la castaña.

-Estás llorando - Rocio levantó la mirada y miró molesta a la niña a su lado.

-Ya sé que estoy llorando - la molestia se podía escuchar en su voz, pero a su nuevo acompañante parecía no importarle mucho.

-¿Si te doy mi chocolate dejarías de llorar? - la mirada de Rocio pareció alegrarse con aquella propuesta.

-¿En serio me lo darías?

-Bueno, yo también lo quiero, así que puedo darte la mitad si quieres, pero solo si dejas de llorar - Rocio considero aquellas palabras y asintió. La niña a su lado abrio la barra de chocolate y la partió a la mitad para ofrecerle uno de los pedazos a su acompañante.

-Gracias - la castaña mayor se encogió de hombros de nuevo, sin darle mucha importancia, pero en segundos se enderezó para ver a Rocio curiosa.

-¿Por qué llorabas?

-Mi hermano se siente mal y no puede jugar conmigo hoy.

-Yo no tengo hermanos, aunque mi mamá dice que con suerte tendré uno pronto - se creo un silencio entre ambas niñas - Si quieres yo puedo jugar contigo - la sonrisa de la niña hizo que Rocio la mirara confundida.

-Ni siquiera me conoces.

-Eso es cierto, olvide presentarme, yo soy...

-Eres un gatito - la niña arrugo la nariz por el apodo - Y yo soy un patito.

-Ya me caes bien - ambas niñas sonrieron al sentirse que encajaban muy bien.

La madre de Rocio empezó a seguir a su hija al ver como se iba con esa niña y empezaban a formarse en una de las colas, algunos metros cerca de ella, había otra mujer que miraba curiosa como su hija había compartido su chocolate con una desconocida.

Había pasado poco más de una hora y ambas niñas habían paseado por algunas de las atracciones del parque, fue un poco difícil entrar a varias ya que no estaban acompañadas de algún adulto o eso era lo que creían. Casi para finalizar su recorrido, se sentaron en el pasto cerca al lugar donde se habían conocido.

-Sabes que la palabra sempiterno significa algo que durará para siempre - Rocio miraba con una sonrisa a la niña a su lado, por alguna razón lo había hecho desde que habían decidido jugar juntas aquella tarde.

-¿Serías mi novia? - la castaña mayor abrió sus ojos y miró a Rocio - Creo que estoy enamorada de ti

-No lo puedes saber - Rocio entrecerró sus ojos.

-Claro que si, ya verás que mi amor por ti será sempiterno - una sonrisa salió de los labios de su acompañante.

-Buen uso de la palabra, pero no creo que sea cierto - la pequeña castaña suspiró cansada - Te propongo un trato - los ojos de Rocio se iluminaron - Nos volveremos a ver aquí en unos años y si sigues creyendo que estás enamorada de mi, seré tu novia.

-Claro que si, nos vemos el próximo año - la emoción se escuchaba en su voz.

-Eso sería muy facil, ¿Qué opinas si lo hacemos en diez años?

-¡Eso es mucho tiempo!

-¿Tanto dudas de tu amor por mi? - Rocio sonrió por el reto en la voz de la niña.

- ¡Claro que no! Incluso te voy a hacer una carta y te la daré cuando te vuelva a ver - la castaña sonrió.

-Yo también lo haré... - la niña no pudo terminar de hablar porque su mamá se acercó hasta ella.

-Mi amor, ya tenemos que irnos - ambas niñas se entristecieron al escuchar a la mujer - Veo que hiciste una amiga, ¿Dónde están tus papás? - La madre de Rocio llegó con su hija al ver que ya se separaría de la niña.

-También tenemos que irnos Ro, Aldo ya se siente mejor - los ojos de la pequeña se iluminaron al escuchar el nombre de su hermano. La castaña a su lado frunció el ceño, pero se borró cuando sintió como Rocio la abrazaba a modo de despedida.

-Se ven muy lindas, déjenme tomarles una foto - la madre de la castaña mayor, sacó su cámara y capturo una imagen de ambas con unas sonrisas en su rostro.

Después de aquel momento cada una de las niñas se fueron con sus familias, pero cuando se dieron cuenta nunca se dijeron lo más importante, como se llamaban, dónde vivían, a que escuela iban. Lo único que sabían era que no sería la única vez que se verían o eso esperaban.

Sempiterno || Factor RDonde viven las historias. Descúbrelo ahora