CAPÍTULO DIECINUEVE

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Eleanor había descrito a las momias resucitadas, así como Bes lo hizo. Ennegrecidos, con la piel hundida, el pelo enmarañado, dientes de vampiro amarillos. Zee le dijo a NuNew que Joss fue un vampiro estadounidense de Chicago, que podía saltar, así como él.

Eleanor y los otros videntes describieron las cámaras con paredes de piedra arenisca, pisos de arena, y cada uno de ellos describió lo mismo. Cada pirámide era como una colmena.

Los números eran muchos, y a lo largo de las tres pirámides, había cientos de vampiros resucitados por lo menos. Las informaciones de los saltadores fueron invaluables.

Tampoco fue todo lo que NuNew esperaba, pero al menos ahora sabía.
—Lamentó que Joss haya muerto.
—NuNew dijo en voz baja. Él frunció el ceño. —Sin embargo, Zee, podrías haber sido tú.

Zee llevó la mano en la cara de NuNew.
—Lo sé.

Estaban de nuevo en la habitación de Zee; cada uno había cambiado de ropa y estaban vestidos para ir a Egipto. NuNew llevaba uniforme de combate negro y botas.

Llevaba un chaleco antibalas y tenía fundas atadas en sus hombros, cintura y muslos, y su bolsa también.

Necesitaba tantas armas y toda la munición que podrían llevar. NuNew había asumido que el interior de la pirámide sería oscuro, vampiros no necesitaban de luz para ver y Eleanor lo confirmó.

Mantuvo las gafas de visión nocturna.
—Si yo los pierdo allí, voy a estar ciego.
—dijo.

Zee tocó la cara de NuNew.
—Yo estaré contigo en cada segundo.

—NuNew le dio la mejor sonrisa que pudo reunir, luego, puso las gafas en la cama y agarró el chaleco a pruebas de balas de Zee. Lentamente lo puso sobre su cabeza y sujetó los clips en su lugar. Se tomó su tiempo, asegurándose de que cada clip fue asegurado con fuerza.

—Probablemente piensas que es tonto que yo quiera que uses esto.

Zee negó.
—No. —Miró al estante solitario en la pared lejana, en el viejo casco de hierro y hacha: la armadura que llevó en la batalla, hace tantos años. —Nunca pensé que esos eran tontos.

NuNew tomó un momento para mirar la armadura medieval. —¿Tenías miedo cuando te los pusiste?

—Sí.
NuNew asintió comprendiendo.

—Y no.

—¿Qué quieres decir?

—Tenía miedo, como cualquier hombre que estaría vistiéndose para la guerra. Los Pictons se movían rápido y sabíamos que la victoria era poco probable.

—Sin embargo, todavía luchaste.

—Por supuesto. —Zee dio una sonrisa triste.
—Yo no tenía miedo porque no tenía nada que perder. No tenía a nadie por quién vivir.

—Y ahora tienes. —NuNew susurró.

Zee asintió.
—Sí.

NuNew sonrió por el término escocés. Tomó a Zee del cuello y puso su frente en el contrario y deslizó sus manos hasta llegar a las mejillas de Zee.

—Zee, te elegiría a ti.

Zee sonrió con timidez, pareciendo inseguro.

—¿Qué?

NuNew llevó sus manos hasta las de Zee.
—Te dije en el segundo día que estuve aquí, que no estaba seguro de que si nosotros no fuéramos predestinados te elegiría a ti. Pero tú tienes que saber, Zee, que lo haría. Te elegiría.

Zee cerró los ojos, como si una ola de calor pasase por él.
—Y yo te elegiría también.

—Sé que dudaba de lo que significaba predestinados al principio. Lo hice, y lo siento. —dijo NuNew. —Pero yo tenía que decirlo, antes de partir hacia Egipto. Tenía que decírtelo ahora, que sé lo que significa. Pienso que siempre lo he sabido, solamente luchaba y trataba de negarlo, pero no más.

La llave de Zee (ZeeNuNew) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora