23. Mujeres

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Capítulo 23

Mujeres

Presente

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Presente

El cálido aire de la playa al final de la tarde abrazaba su pálida piel mientras Yuki se recostaba sobre la lápida de Zero. Sentía el suave mármol blanco de la lápida sostener su espalda y la arena blanco perla debajo de su cuerpo tibia debido al calor que se desvanecía del sol amarillo. El día no había sido muy caluroso, y el viento marino que siempre soplaba permitió a Yuki permanecer en la tumba durante todo el día.

Se había quitado el sombrero de velo negro y lo había sustituido por un gran sombrero de paja blanco. El cambio de sombrero la obligó a exponer su rostro sin maquillaje al viento. Su largo pelo castaño oscuro estaba recogido en una sola trenza apretada, y llevaba un sencillo vestido blanco vaporoso que le cubría todas las extremidades. Pasó toda la noche y todo el día sentada junto a la lápida de Zero.

Lógicamente, Yuki sabía que la tumba que había debajo de ella no contenía el cuerpo de Zero. Lo único que había en aquel ataúd blanco eran los pocos trozos encontrados de su ensangrentado esmoquin blanco de boda, sus pendientes, su arma, algunas balas de su pistola antivampiros y una pequeña foto de un Zero ligeramente sonriente.

Era todo lo que le quedaba de él que era él.

Zero no era el tipo de persona que se apegaba mucho a las cosas, así que personalmente no guardaba muchos objetos materiales a su alrededor. Yuki siempre comentaba que sabía que él debió ser un hombre espartano en una vida pasada porque su dormitorio y sus espacios personales eran siempre tan aburridos y sencillos. Zero decía entonces que tener demasiadas cosas a su alrededor desperdiciaba un valioso espacio abierto. Y entonces discutían burlonamente sobre los beneficios y las desventajas del materialismo y entonces Yuki decía algo raro y confuso para defender su posición moribunda y Zero le hacía un lento parpadeo como si se hubiera vuelto loca y luego soltaba una pequeña carcajada y un comentario ingenioso.

Yuki se masajeó la frente. Sus pensamientos siempre se volvían locos y abstractos cada vez que visitaba este lugar.

El cuerpo de Zero no estaba aquí, pero Yuki intentaba creer que su alma sí, y que la visitaría aquí de vez en cuando. Era lo único que se le ocurría hacer en realidad. Ese patético pensamiento era lo único que le daba una pequeña sensación de paz. Necesitaba un lugar que tuviera algo de él. Ese era su lugar, su pequeño lugar privado en este mundo frío y cruel. Su corazón no podía vivir con el hecho de que la presencia de Zero en el mundo estaba desapareciendo y que al propio mundo parecía no importarle realmente.

La noche y el día pasaron muy rápido. Yuki no sentía que hubiera pasado nada de tiempo aquí. Si pudiera, se habría quedado en este lugar para siempre.

Hace cien años, se suponía que se casarían por la tarde durante la puesta de sol en la playa. Yuki recordaba ese día. El día de su matrimonio comenzó con el objetivo de ser la culminación de todas sus felices esperanzas y sueños de toda la vida. Pero cuando ese día terminó, fue el comienzo de sus amargas pérdidas y pesadillas nocturnas.

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