La nueva Leticia

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El lunes llegó y Lety quiso llegar muy temprano a la oficina, prefería llegar antes que todos los empleados para no tener que responder las preguntas que seguramente todos harían, así que en cuanto llegó se encerró en su oficina, poco a poco fue escuchando como los ejecutivos y sus amigas del cuartel fueron llegando, pero ella no salió, le extrañaba que Fernando aún no hubiera entrado, así que se levantó para ir al baño de su oficina.

F- doña Lety buenos días, ¿cómo pasó su...? Ah caray, no hay nadie, ¡DOÑA!

L- ya voy don Fernando, me estoy lavando las manos – ahora sí ya no podría ocultarme más - ¿cómo está don Fernando?

F- muy bien y ust... - no podía creer lo que mis ojos estaban viendo, estaba parada frente a mí la mujer más hermosa que hubiera visto jamás, era ella la mujer que yo había descubierto debajo de aquella ropa de monja, esa belleza que pocos éramos los afortunados de haber admirado y ahora se la mostraba al mundo – Lety se ve usted hermosa.

L- muchas gracias don Fernando, pero no exagere.

F- no exagero, es la pura verdad, en verdad se ve preciosa, esa ropa y ese peinado le lucen muy bien, ahora el mundo entero puede ver a la mujer que yo he visto desde hace mucho tiempo.

L- ay don Fernando qué cosas dice.

F- solamente la verdad, me imagino que Aldo...

L- no don Fernando – no dejé que terminara la frase, no quería que nos siguiéramos haciendo más daño - Aldo ya no forma parte de mi vida.

F- ¿de verdad Lety?

L- sí, yo nunca lo amé y si lo acepté fue porque me sentí comprometida por lo que hizo con la deuda, sentí que se lo debía, pero ya no aguantaba más esa situación, me estaba asfixiando con él, lo estaba traicionando con mi pensamiento y con mis sentimientos, lo estaba lastimando a usted y me estaba haciendo daño a mí misma.

F- eso quiere decir que...

L- sí don Fernando, yo jamás lo he dejado de amar, y jamás podría hacerlo, ¿cómo cree que podría amar a otro que no fuera usted?

F- con cada palabra que salía de su boca sanaba una parte de mi alma que no sabía que estaba herida, me iba acercando a ella hasta que la tomé de las manos – yo jamás la he dejado de amar Lety y nunca, escúcheme bien, nunca va haber para mí otra mujer que no sea usted – sin pedir permiso, sin miedo y con la seguridad que este sentimiento era mutuo la besé y aunque los besos que le había dado antes fueron honestos en este podía sentir la libertad que ella tenía, una libertad que finalmente tenía, ya no tenía un compromiso con nadie ni sentía culpa por permitirse sentir lo que estaba sintiendo. Era un beso cargado de dulzura, amor y perdón.

L- por fin podía besarlo sin sentir ningún tipo de remordimiento, por fin dentro de mi sentía que le estaba siendo fiel a mis sentimientos y que ya no estaba ocultando nada, sentí en este beso que me regresaba el alma al cuerpo, me sentí segura y abrazada por el único amor verdadero que tendría en mi vida.

Lu- ¡OH MY GOD! Te lo dije mi reina, que esta lagartija en cuanto te viera no se iba a poder resistir, pero mínimo pónganle seguro a la puerta.

F- que oportuno eres mariposita – a pesar que nos habían interrumpido no me sentía enojado, por el contrario, era imposible borrar la sonrisa de mi rostro, la felicidad que sentía en mi pecho era inmensa y la más real que había tenido en mucho tiempo.

PM- amiga, te ves hermosa.

Lo- no acabo, no acabo de creer lo que mis ojos ven.

M- que mala eres Lety, ¿cómo nos ocultaste tanto tiempo la verdad?

Cómplice o verdugoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora