4. REGALOS ADELANTADOS.

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Sebastian despertó en mitad de la madrugada, parecía hacerse costumbre. Miró el reloj maldiciendo que sus ganas de dormir hubiesen desaparecido.

Miró de reojo a su novia, tenía la cara escondida en su cuello y su torso bien abrazado. Sonrió al instante.

Pensó un par de veces, en pequeños ataques de valentía, mudarse a Mónaco con ella; No dejaría del todo a Hanna, seguirían conectados a través de su hijo, como la prueba de todo el amor que se tuvieron.

Porque si, el alemán sentía que su relación empezaba a agotarse, no sabía si era el embarazo o el hecho de que poco a poco, Emily iba ganando más terreno en su corazón.

Al mismo tiempo se sorprendió a si mismo con la idea de que solo estaba pensando quedarse en el principado para huir de su responsabilidad.

Los nervios de ser padre primerizo eran horrorosos.

Alejó esos pensamientos para concentrarse en la respiración de la castaña, quién suspiraba cada tanto con una leve sonrisa.

Sebastian miró la habitación, dándose cuenta de algunos detalles que no estaban ahí la última vez que la visitó.

Empezando con el nuevo cubrecama de abejitas, una nueva flor pequeña en la terraza, algunos cuadros extras de su familia.

Cerró los ojos, transportandose al día que se mudaron "juntos"; entre comillas porque el alemán solo pasaba periodos cortos de tiempo en el lugar.

Mónaco; Tiempo atrás.

–¿Trajiste lo que te pedí?

Preguntó el rubio dándole una mirada rápida mientras conducía.

–Mhm. — asintió con una sonrisa confundida — ¿Para qué necesitas mi identificación y documentos?

–Planeo secuestrarte, sin documentos que avalen tu existencia ¿quién te buscaría? — bromeó — Te tendré solo para mí, linda.

–Mis padres avalarán mi existencia.

–Tal vez les envié un par de millones por su silencio.

–No me molestaría desaparecer si es contigo.

El piloto soltó una risa corta pero sonora, le guiñó un ojo y descansó su mano sobre la de ella.

La castaña estaba muriendo de curiosidad por saber a dónde irían, podía esperar cualquier cosa viniendo de Sebastian.

La había pasado a buscar en casa de sus padres en Niza por la mañana, fueron a desayunar y desde entonces estaban en el auto conduciendo hacía y por las calles de Mónaco.

El asombro en su cara apareció cuando entraron a una de las zonas más exclusivas del principado.

–Todo es tan ostentoso aquí que me encanta.

–¿Te gusta lo ostentoso?

–Claro que no, pero aveces fantaseo con mi vida si fuera multimillonaria. — confesó — No creerías los escenarios que hago en mi cabeza.

–¿Te gustaría una casa de esas? — señaló por la ventana.

–Una casa sería mucho para mí sola.

–No te pregunte eso, schön.

–Ummm... — pensó unos segundos — Creo que un departamento sería lo ideal. Cuando tenga un crédito más alto en mi tarjeta tal vez piense en comprar uno, pero en Niza, es más barato.

–Me parece lindo. Pasaremos por una amiga y continuamos, ¿Si?

–Claro.

Una mujer de edad media subió al auto y saludo muy animada, se presentó como Marie.

The Last Day || Sebastian Vettel Donde viven las historias. Descúbrelo ahora