Relato 3.

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             Actualmente me encuentro llegando a los treinta, no me hace gracia, pero doy gracias a la vida de haber hecho lo que considere correcto durante los primeros veinte años de mi vida, los últimos nueve me dedique a construirme una imagen, un futuro y una historia, sin dejar de lado cada etapa que tendría que vivir, y ahora que estoy sentado sobre el sofá que Manuel ha traído a casa, de espalda al mundo, sabiendo que ahí fuera soy una persona que trabaja durante el día y duerme durante la noche dentro de este reducido apartamento, que tiene que sonreír a las personas indicadas y a las que no solo hay que ignorarlas.

Mi trabajo había sobrepasado mis emociones, ahí fuera yo era como son las estrellas vistas desde la tierra; todas iguales aparentemente.

Vivimos en una sociedad que reclama igualdad, pero no hace nada por borrar estereotipos desiguales. Recuerdo cuanto me costó conseguir mi primer empleo profesional después de haber terminado la universidad; Antes había tenido un trabajo a tiempo parcial en una tienda de golosinas. La cantidad de hojas de vida que hubo que llenar hasta dar con el lugar indicado. Un lugar al que tuve que incluirme por la pasión a mi carrera, y aunque había sido difícil y era todo un proceso lo supere con alegría, llevaba ya cuatro años trabajando para Tree&Heart una compañía extranjera que se había establecido en la ciudad.

Una vez estando dentro del departamento yo podía ser lo que me apeteciera, escritor, narrador, viajero, amante, amigo, esposo y compañero, había aquí dentro otro hombre el cual complementaba mi vida le había yo dado la mitad de mi y el su mitad y ambos llenábamos nuestras mitades faltantes con la mitad del otro. Pero. ¿Había sido difícil llegar a instante , había sido complicado llegar aquí? Como todo en la vida hay situaciones que desde un inicio nacen con la dificultad impresa y la situaciones en las que ambos nos desarrollábamos no eran las más fáciles, pero así como hay Cientos de personas con el mismo contexto, había que vivir con ello.

 Recordando y haciendo un análisis de todo lo acontecido durante los últimos doce años, había una evolución notoria en mí; Una libertad cautiva que pedía a gritos salir de aquí. Aunque hasta cierto punto puedo decir que era libre, y planteo la limitante "Hasta cierto punto " pues la sociedad en la que vivo es más abierta que hace años, más tolerante y comprensiva, para la comunidad Homosexual pero claro quedaba un largo camino por recorrer, sin en cambio podíamos disfrutar de una vida mayormente transitada.

¿Te preguntaras que había sucedido, donde quedo el ser de diecisiete años con emociones frágiles, y  lagrimas en los ojos?
Quedo ahí a la mitad de los diecisiete, se esfumo y no volvió, claro que tampoco llego un nuevo chico con sentimientos fuertes, ni emociones inquebrantables, solo llego un chico inexperto que aprendería con el paso de la vida.

            A mis diecisiete años me encontraba sumergido en una adolescencia tardía, había sentimientos en mi cabeza y cuerpo que no podría expresar, vivía con miedo constante, tratando de guardar la apariencia, con complejos que más tarde se derrumbarían a mis espaldas. A los diecisiete había vivido menos de la mitad de lo que experimentaban los chicos de mi edad, su primera relación sexual, sus primeras salidas de antro, las fiestas de la preparatoria. Yo vivía rodeado de prohibiciones que aunque no se hacían de manera oral estaba ahí, y tenían una fuerte presencia en mi conducta. Conocía algo que se llamaba educación moral y tenía que ponerla en práctica.

 A diario acudía al colegio lleno de rencor, con sonrisas falsas, realizaba con acierto mis deberes, tenia compañeros que en aquel momento llame amigos y se comportaron como tales. Las relaciones con los profesores eran amenas. Considerado chico promedio con notas promedio, era del agrado del personal y de algunos compañeros, aunque también había a los que no les agradaba pero mantenía una relación cordial, tampoco era de las personas a las cuales le interesara la empatía de los demás, mantenía mis relaciones estrechas con mi circulo cercano.  Los fines de semana acudía a mi trabajo en la tienda de golosinas. Tenía que trabajar para cumplir ciertos caprichos míos. La relación ahí era más difícil, la comunicación con los jefes era buena pero mi carácter ahí cambiaba. De inicio mi carácter era para nada dócil, pero en el trabajo lo era aun menos, no faltaban las contestaciones a mis superiores una fuerte carga de frustración había dentro de mí, todo a fin de mantener una imagen, de no traicionarme a mí mismo y mantener mis impulsos a raya, de no contradecirme , había que cuidar cada conversación pues el miedo a contradecirme era inminente, quizá gracia a ello desarrolle una gran capacidad para evadir preguntar o conversaciones desagradables, adquirí mayor fluidez en procesar y asimilar una conversación, algo positivo tenía que haber en todo esto.

Los domingos por la mañana había que acudir a la iglesia. Mi familia profesa el cristianismo lo cual me obligaba a inmiscuirme en las actividades dominicales. En varias ocasiones fingí enfermedades, dolores, tareas para librarme de dicho deber, para mí era eso un deber más que resultaba molesto, acudir a un sitio donde la hipocresía es más impactante que afuera, donde se utiliza la religión como escudo para aberraciones atroces, calumnias totales, estereotipos y acusaciones infundados. Me resultaba cansado luchar contra una familia estancada en visiones noventeras, en ideologías de la era cristiana, no hubo que fingir por mucho tiempo, conforme crecía adquiría cierto grado de independencia y comencé a alejarme de aquella costumbre dominical. Quitar una carga más. Así es arrogar una carga al vació hasta retirarme completamente de la rutina de todos los domingos, podía dormir hasta tarde, y no escuchar sermones que finalizaban en la misma línea siempre "Hermanos arrepentíos de vuestros pecados". En ese momento cuando me aleje de aquel lugar mi mente se sintió confundida, alborotada, había crecido con una ideología y era momento de arrojarla y crear mi propia opinión, y lejos de sentirme ligero y libre mi familia me hacía sentir como algún ser extraño que ha sido desterrado de su lugar de origen, claro que jamás he experimentado tal situación, pero así lo imaginaba yo en aquel instante. Por aquel tiempo pensaba que no por dejar de asistir a las misas dominicales había que dejar de creer, o de temer a lo que fuera que rigiera el destino de la vida o a cualquier supremo que existiera en algún punto fijo del universo e incluso con veintiún años de edad aun pensaba eso, leía la biblia en ocasiones esporádicas, encomendaba mi vida a Dios, y oraba en ocasiones para que el rumbo de mi vida seguirá un flujo seguro y fructífero. ¿Deje de creer? Claro lo hice, cuando hubo una idea clara en mi mente, cuando perdí el miedo al que estuve atado hasta los veintiuno, antes no lo hice, me encontraba encerrado en teorías evolutivas y me atacaban con escritos de un libro que narraban la historia de varios otros personajes y la creación de un mundo en siete días, un creación perfecta sin explosiones ni extinciones, sin moléculas flotando por el aire o seres evolucionando hasta convertirse en lo que hoy conocía, a los diecisiete mi mente se encontraba en un caos enorme del cual tenía que salir, no poseía mucha prisa pero entre antes fuera sería mejor. Al final decidí guiarme por las pruebas, como todo ser humano en este mundo, mundo que está lleno de evidencias, concluí que aquel libro con historias fantásticas, claro para unos cuantos millones, no dejarían de ser eso jamás historias dentro de una novela no muy bien escrita, era un BestSeller como muchos de los miles que hay en una librería.

          Hoy te he contado parte de mi recorrido hasta aquí y si sugieres una continuación habrá que esperar, no mucho pero esperar al fin y al cabo. Hoy hemos decidido Manuel y yo salir a cenar algo ligero y regresar a la alcoba antes de la media noche, abrazarlo y tumbarnos sobre lo suave de las abanas, acurrucarme a su regase, tocar su torso y llenarnos de caricias suaves y tiernas, hacer el amor sin acción sexual solo caricias y palabras de amor llenas de orgasmos al oído, darle al corazón un punto de hesitación.

Oscar y ManuelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora