𝟷𝟶. 𝐷𝑖́𝑎 𝑑𝑒 𝑒𝑛𝑡𝑟𝑒𝑛𝑎𝑚𝑖𝑒𝑛𝑡𝑜

23 3 2
                                    

Anoche, en el Velvet, me enteré que el sobrino de Montero había sido asesinado...

Anoche también supe que era imposible escapar de Henrik y Leandro. Primero, porque tenían instalado un rastreador en mi celular en caso de que corra algún riesgo, pero sabía que no era tanto por el riesgo, sino en caso de que yo intentara escapar. Segundo, no tenía dinero, el único que tenía por desgracia se lo di a ellos para que hicieran bien el trabajo, estaba sin querer encerrada en su bucle sin salida.

Después de esa espantosa noche, me quedé despierta toda la noche investigando el asesinato... pero ya está a punto de amanecer y lo que menos quiero es dar la cara, estaba de descarada en el apartamento de uno de ellos como si nada hubiese pasado, pero no tenía de otra, dejaría que la vergüenza me consuma, me lo merezco.

Hago clic en otro enlace de Google, explorando la página en busca de algo útil, pero es la misma información que ya sé.

La única prueba concluyente que han encontrado hasta ahora es que el asesino es zurdo.

── Alexa, ¿Estás despierta? ── Conozco esa dulce tonalidad, es de Leandro, sale muy rara vez, solo cuando busca algo por beneficio propio o por pura maldad.

La puerta se abre de golpe y Leandro entra pavoneándose, ni siquiera me dio tiempo de pararme y echarle seguro a la puerta.

── Leandro, ¿No sabes tocar la puerta?

── ¿Por qué tengo que hacerlo?

── ¡Podría haberme estado cambiando !

── Ya te he visto desnuda, ni al caso. Entonces, ¿por qué te levantaste tan temprano?

── ¿Por qué tú te levantaste tan temprano?

── Siempre me levanto muy temprano.

Leandro se sienta en la cama detrás de mí y mira por encima de mi hombro.

Antes de que Leandro tenga la oportunidad de ver mi pantalla, cierro la laptop de golpe. Parece que ya nos vamos conociendo mucho mejor, estamos fingiendo que nada pasó, cuando pasó de todo, vaya descaro el mío y vaya tranquilidad la suya.

── ¿Qué estabas viendo?

Pensando con rapidez, digo lo primero que se me ocurre.

── ¡Síntomas del síndrome del intestino irritable! ¡Creo que podría tenerlo!

── ¿Sabes qué? Te dejaré para que lo investigues por tu cuenta, avísame si necesitas medicamentos o ir mejor al médico.

Se iba a ir, pero al parecer recordó lo que tenía que hacer o más bien decirme.

── Aunque sabes qué. Tendrás que esperar. Henrik y yo hicimos planes para hoy.

Se me revolcó el estómago de tan solo escuchar ese nombre "Henrik" ahora creo que sí tengo el síndrome del intestino irritable.

── ¿Qué van a hacer?

── Que vamos a hacer, dirás. ── Me interrumpió para solo corregirme, luego se aclara la garganta y continúa hablando con naturalidad. ── Bueno, como has estado rogando que te demos clases de sicariato.... pensamos en llevarte a nuestro gimnasio para entrenar combate cuerpo a cuerpo, y como Henrik ya midió tu fuerza anoche, dice que tienes potencialidad para acabar con ambos si te lo propones y es lo que buscamos, que mates a tu objetivo.

Vaya gracioso, se escapó un payaso del circo.

Esto es maldad pura de Henrik, planea hacerme la vida imposible, disfruta hacerlo.

𝑁𝑢𝑛𝑐𝑎 𝑡𝑒 𝑒𝑛𝑎𝑚𝑜𝑟𝑒𝑠 𝑑𝑒 𝑢𝑛 𝑐ℎ𝑖𝑐𝑜 𝑚𝑎𝑙𝑜 {EN PROCESO}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora