𝟹. 𝑃𝑟𝑎́𝑐𝑡𝑖𝑐𝑎𝑠 𝑑𝑒 𝑡𝑖𝑟𝑜

29 2 0
                                    

Leandro presiona la palma de su mano contra mi boca, amortiguando mi grito mientras me retuerzo contra las sábanas, tratando de luchar.

── Cálmate, Alexa. Quitaré la mano si prometes no gritar. ¿Puedes hacerlo?

Asentí con vehemencia mirándolo fijamente a los ojos, debía confiar y hacer lo que me pedía. Leandro cumple su parte, lentamente retira su mano de mi boca.

── Buena chica, estoy impresionado.

─ ¡No soy una perra!

── Y ahí está.

Suelta con gracia.

── Entonces, ¿Qué estás haciendo? ¿Por qué estás aquí?

── Te escuché gritar. Sonaba como si alguien estuviera... Sonaba mal y no pude conciliar el sueño.

Me envuelvo en las sábanas haciéndome un capullo, completamente avergonzada.

── Solo fue un sueño. Estoy bien. Puedes volver a la cama, gracias.

── ¿Solo un sueño? Parecía que te asesinaban, Alexa. ¿Qué estabas soñando?

── No es nada. Solo una pesadilla que tengo todas las noches, sin sentido. Lamento mucho haberte despertado.

── ¿Te despiertas gritando así todas las noches?

── Fuiste tú quien insistió en que me viniera a vivir contigo.

── Ya dije que no fui yo, no es eso. Es que...

Leandro se corta, sacudiendo la cabeza. Lo miro fijo, desafiándolo a que diga más.

── ¿Puedo ofrecerte algo? ¿Un poco de agua, algo?

── Tomaré algo más fuerte.

── No tengo nada fuerte.

── ¿Es en serio? Este lugar está lleno de botellas de cerveza.

── Exacto, me bebí toda la cerveza, no eres la única que tiene pesadillas.

Acaba de admitir que me entiende, sabe por lo que estoy pasando.

Leandro me estudia un momento más y se voltea hacia la puerta para dar un paso hacia el pasillo.

Pero luego se detiene y vuelve a mirarme.

── Si quieres que me quede contigo, lo haré y prometo que no haré nada malo, solo velaré por tu sueño.

Él me muestra una sonrisa melancólica, amable, sale por la puerta. Cuando cierra, siento una opresión en el pecho.

Tiene razón. No quiero estar sola.

Antes de que pueda disuadirme, me siento en la cama y grito tan fuerte como pueda.

── ¡Leandro!

Unos instantes después, la puerta se abre y Leandro asoma su rostro en mi habitación.

── Quédate conmigo, por favor.

Leandro se queda en silencio. Está demasiado lejos para que pueda leer su expresión en la oscuridad.

── Lo siento, ¿Dije algo qué no debía decir, te estoy molestando?

── No. Me ofrecí. Por supuesto que me quedaré y no, no me molestas. Que sepas que hago esto porque no quiero que me despiertes con tus gritos.

Un Leandro tenso se sube a la cama, acostándose encima de las sábanas, para que haya una ligera barrera entre nosotros.

𝑁𝑢𝑛𝑐𝑎 𝑡𝑒 𝑒𝑛𝑎𝑚𝑜𝑟𝑒𝑠 𝑑𝑒 𝑢𝑛 𝑐ℎ𝑖𝑐𝑜 𝑚𝑎𝑙𝑜 {EN PROCESO}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora