♡ : CAPÍTULO IV

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Hyunjin seguía mordiendo la uña de su pulgar mientras esperaba a que Chaeryeong saliera de clases. Ideó algunas maneras en la que podría decirle lo que había pasado, pero ni siquiera él estaba convencido de lo que le diría, no es como si hubiera una buena forma de confesar una infidelidad, las consecuencias serían catastróficas, lo sabía, sus padres lo iban a castigar, estarían decepcionados de él y nunca iban a dejar de repetírselo.

A lo lejos, vio como la pelinegra se acercaba con una gran sonrisa, ¿por qué no podía gustarle cómo debía? Todo parecía muy confuso, muchos quisieran estar en su lugar, pero él lo había arruinado.

—Vamos, Hyunjinnie —tomó su mano y entrelazó sus dedos.

No se sienten cómodos como los de Innie, pensó.

Apartó ese pensamiento, y sin darse cuenta, ya iban rumbo a su casa en el auto de sus padres, escuchando la voz de Chaeryeong demasiado lejana, no estaba prestando atención. Sus nervios iban incrementando mientras más se acercaban a su hogar, dándole menos tiempo para idear algo que no vaya a sonar tan brusco.

Al estar en la entrada, sus ojos se posaron en dos chicos que iban saliendo de la casa de los Yang, logró reconocerlos pocos segundos después, recordando que ya los había visto algunas veces con Jeongin.

Una punzada de tristeza apareció en su pecho, se sentía un poco envidioso, él quería poder llegar como ellos y pasar el resto de la tarde despreocupado, sin padres que estuvieran encima casi siempre, regañándolo. Soltó un suspiro y se adentró a su hogar; estar ahí le parecía deprimente, las paredes demasiado blancas para su gusto, muchas fotos familiares en las que tenían sonrisas falsas, todos estantes llenos de diplomas y logros de su maravilloso hermano. Pero nada de él, porque sus calificaciones o logros nunca eran suficientes a pesar de ser muy buenos.

—Estaré con Chaeryeong en mi habitación—avisó el castaño a su madre que estaba en la cocina preparando el almuerzo.

—Nada de puertas cerradas, Hyunjin.

Soltó un bufido y subió las escaleras siendo seguido por la pelinegra, odiaba que le repitieran lo mismo siempre, estando solo o en compañía, nunca dejaban de decirle las mismas reglas. Al entrar a la habitación, quiso alargar el tiempo mientras fingía que arreglaba algunos libros en su escritorio en total silencio, pero la chica estaba muy impaciente esperando a que su novio dijera algo, pero de un momento a otro, se había quedado parado viendo hacia la casa de enfrente, poniéndola un poco molesta porque sabía que seguía entablando conversación con Jeongin, y eso no le gustaba, porque las pocas veces que Hyunjin decía algo de su vida, solo mencionaba a Jeongin, nunca dejaba de repetir lo bien que se sentía en su compañía.

Al principio, le pareció entendible, eran amigos y quizás, era el único amigo cercano que tenía, pero luego de conocerlo en persona, todo le pareció fuera de lo normal, empezando por la imagen de Jeongin y por su sexualidad. A Hyunjin no parecía molestarle en lo absoluto, lo cual le parecía extraño porque los Hwang se la pasaban diciendo cosas muy malas de él, no entendía por qué su novio parecía estar de acuerdo con todo lo que su mejor amigo hacía o decía, como si por momentos olvidara lo que está bien y lo que no.

—Entonces, ¿de qué quieres hablar? —tomó asiento en la orilla de la cama, a la expectativa.

Hyunjin vio por última vez la ventana de su vecino, viendo únicamente lo que creía ser su silueta de un lado a otro. Se giró hacia Chaeryeong y se sentó a su lado, calmando su nerviosismo.

—Yo... Es algo serio, y de verdad no espero que lo entiendas o que debas reaccionar de buena manera a lo que voy a decirte—empezó, sintiendo una terrible sensación de tristeza y de culpabilidad al ver la atenta mirada de la chica en él.

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