PROLOGO

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—¡Este tipo de comportamiento es inaceptable! — el hombre miraba a aquel pequeño con ojos severos. Siempre trato de hacer de aquel muchacho un hombre fuerte, pero a veces el señor Brown olvidaba que James era tan solo un niño. Un pequeño que no tenía que asumir ciertas responsabilidades aún. Y parte de todo aquel coraje inexplicable hacia él se debía a que el pequeño James se parecía mucho a su madre. A su madre, quien habia muerto hace un tiempo atrás cuando lo dio a luz.

Durante un tiempo, el viejo millonario Jace Brown no habia podido siquiera mirar a su hijo, pero con los años el contacto volvió, pero era sumamente exigente con él. Y no era nada amoroso. Jamás mostro una muestra de cariño como un beso o un abrazo. Casi sin darse cuenta y no con esas intenciones, estaba creando dentro del pequeño niño un sentimiento de culpa, y recelo.

—Losiento papa. Lo hare mejor— y los pequeños ojos azules del niño fueron hacia el suelo

—No. — lo corrigió su padre — hacia mi — dijo, y solo entonces el pequeño alzo la vista —jamás bajes la mirada ante nadie. Es una muestra de debilidad.

Entonces tomo su maletín y partio de vuelta a su trabajo, un mundo de oficina era todo cuanto el habia conocido. Sus empleadas y mucamas podían encargase del pequeño. Su mente regresaba a James todo el tiempo. El realmente pensaba que estaba haciendo un buen trabajo criando a su hijo asi. Nunca comprendió el daño que en realidad le hacía.

Siempre vivió su vida asi, cerrándose el corazón, negándose al amor y a las muestras de cariño. No podía desmoronarse de nuevo, no como lo hizo tiempo atras cuando su corazón era tan vulnerable por su esposa, aquella mujer que habia sido su adoración, pero que ahora era viudo. Y es que al perderla, se habia perdido el mismo. Jamás permitió que nadie entrara de nuevo luego de la muerte de su esposa.

Asi era, hasta aquel misterioso dia en su oficina cuando llego una pareja de antiguos amigos de la mano con una pequeña para ofrecérsela. Él se habia quedado impactado y confundido en partes iguales.

—¿Cómo dices?

—Ya lo has oído. No me hagas repetírtelo.

—No, pero... ¿Cómo que regalándola?— pues aquella petición lo indignada

—No podemos criarla. Debemos irnos.

—¿De estas hablando? No puedes abandonar asi a tu hija, es tu responsabilidad, la quieras o no. Tu eres mejor que esto Mathew.

—Sabes que no puedo quedármela — el hombre de ojos claros coloco su mano temblorosa en el hombro del viejo amigo. —debes entender. Tu mejor que nadie, debes entenderme. Por favor... estoy desesperado.

El señor Brown comprendió, y en su corazón el entendimiento se hizo presente y su mente se disipo alejando las nubes de tormenta. Despejando la ira. Miro hacia la pequeña de vestido rosa, cabellos rubios y ojos avellanas. Era tan pequeña y delgada que parecía frágil. Casi como si con tan solo tocarla se rompería por completo

—Por favor... por favor Jace... puedes tomarla de lo que sea. No tienes que adoptarla. Ella sabe hacer cosas. Puede ganarse el plato de comida. Limpiar, barrer, trapear, lo que sea. No tiene que tener la mejor habitación del mundo. Tan solo bastara con un pequeño lugar donde dormir, alguna sabana en el piso, un pequeño lugar en el sotano. No tiene que tener las mejores ropas, algo de segunda mano, o algo de rebaja. Por favor... sácame de esta situación. Sácame de este lio. Dale una nueva vida a mi hija. Eres mi amigo, y me lo debes. Jamás te he pedido nada, puede que ahora ella no lo entienda, pero lo hará, e incluso puede que cuando crezca ni siquiera me recuerde, pero sabrá que lo hice por amor.

—¿Quieres que le hable de ti?

El hombre negó —será mejor que me olvide. No soy buena para ella. Ni siquiera tiene mi apellido. Y mi objetivo ahora mismo es desaparecer

—¿Qué hay de esa mujer?— la señalo. A la señora que se habia mantenido callada en todo este tiempo dentro de la oficina.

—No la quiere con nosotros tampoco.

Él lo sopeso, pero el sentimiento de la deuda le hizo soltar las palabras —sí. Puedes contar conmigo

Y desde entonces, aquella niña habia adquirido una nueva familia. Un giro de ciento ochenta grados sobre ella.

Al inicio, el señor Brown no supo qué hacer con ella. Al contrario de lo que le habia pedido su padre bilógico, no, no la mando al sótano, no, no la puso a limpiar, y no, no la vistió con harapos. Fue bien recibida, vestida, alimentada y educada. Mas que una más de la familia, fue como si aquella pequeña se hubiera convertido en su propia hija. Y un nuevo sentimiento nació en él, pues al verla, no le recordaba a su esposa muerta, sino como a una niña desprotegida y abandonada que necesitaba amor. La quiso, y esa pequeña también a él. Creció feliz y saludable, sin embargo, ella fue metida a una casa donde Jace no vivía solo. Y fue criada, y se le habia dado todo aquello con lo que el pequeño James solo podía soñar.

Esa pequeña le habia robado a James su casa, su espacio, su lugar, y el amor de su padre. James no creyó que algo asi pudiera pasar. Ser despojado de todo, haciendo crecer los celos en él, y la odio. Odio su existencia, y a la vez hubiera deseado ser ella, tener todo cuanto ella tenía.

Pero la convivencia entre los dos pequeños hijos del señor Brown era limitada, y a pesar de el ver las cualidades buenas en ella a través de su nobleza siempre se habia recordado que ella era el enemigo aquí. Y más aun cuando su padre le dio la noticia de mandarlo lejos a estudiar para hacerse cargo de la compañía. Eso era todo. Su padre se deshacía de él.

Fue ese dia cuando comprendió, que su padre jamás lo amaría. No como a ella. Y fue allí cuando lo decidió; James sacaría a esa intrusa de su hogar.

Durante años no pudo cumplir aquella promesa, pero luego de la noticia del fallecimiento de su padre lo haria, pero no sin romperlo a el. Pues a pesar de guardar recelo, amaba a su padre. Y lo que más le dolió fue haberse enterado de eso mientras el estaba en un viaje de negocios fuera del país en la otra esquina del mundo. Y el dia del funeral de su padre viajo a su hogar y se la encontró a ella. A la joven muchacha de cabellos rubios arrodillada envuelta en llanto a los pies del ataúd.

No le gustaba compartir su dolor, menos a su padre. Pero ya no tendria que hacerlo más.

Entonces el joven camino hasta estar justo a su lado. Solo los dos alejados de la multitud.

—Espero que hayas disfrutado de sus atenciones en todos estos pequeños años a su lado, Lyra. Porque te prometo, que desde este dia, tu vida será una pesadilla.

La intrusa en la casa del millonarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora