capítulo cuatro

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Estaba pacíficamente dormida, cuando unas suaves palmadas me despertaron, me removí ligeramente, rascándome los ojos, viendo a Sebastian abrir las cortinas de par en par, escuché quejas a lado mío, era quejas de mis compañeros de trabajo, sonreí divertida acomodándome el cabello. Finny de tanto quejarse, no se dio cuenta que se había enredado con la sábana y se dio un golpe en la cabeza, gritó de dolor a lo que Baldo comenzó a carcajearse de la risa, pero enseguida recibió un zape de Sebastian porque podía despertar a Ciel.

Comenzamos los deberes, miré la hora, cinco de la mañana. Fui a la cocina a preparar el desayuno, miré por encima a Sebastian quien estaba parado junto a Baldo conversando sobre el nuevo té que había llegado a la mansión. El timbre del horno me trajo de nuevo a la realidad, saqué el pan recién horneado, dejándolo en un plato, sonreí orgullosa. Sebastian sacó su reloj de bolsillo el cual timbró, con una mano tomó el plato donde tenía el desayuno enredándola en mi cintura, me quedé inmóvil, estática en mi lugar.

—Gracias, señorita Brienne. —Me susurró en el oído guiñándome un ojo, lo miré impresionada. —Es un placer trabajar con usted.

Vi como se dirigía al comedor tranquilo, dejándome con un mar de dudas, Bardo y los demás se dirigían allá, Finny me gritó que los acompañara, ya que a Ciel le gustaba que todos estaran allá, así que yo a los minutos me dirigí allá, tratando de calmarme.

Me senté, tomando mi té leyendo uno de los pocos libros que traje, sentándome a lado de un señor ya un poco mayor, que estaba tomando té.

—Creo que a usted no lo vi ayer, un gusto, me llamo ____ Brienne. —Sonreí extendiendo mi mano para estrecharla.—Soy la nueva chef.

Este no soltó su taza de té, solamente volteó, soltando una risa.

—Soy Tanaka. —Se rió. —Me gusta mucho el té, es mi bebida favorita.

Sonreí divertida, ya me había dado cuenta. Volvimos a nuestras actividades, hasta que, sin motivo alguno, Ciel tomó uno de los dardos que habían en la mesa, y se lo tiró a Finny dándole en la nuca, me asusté parándome para ir a ver como estaba, pero Tanaka no se inmutó, solamente me tomó de la mano jalándome haciendo que me siente.

—¡Oye! ¿Y yo por qué? Le tocaba a Mey. —Farfulló, enojado. —¡A mi ya me va a matar!

Los miré confundidos, ¿es normal entre ellos entonces tirarse dardos a la nuca? Sebastian llegó mandando a los tres a que trabajen, Ciel a los diez minutos terminó de comer.

—Brienne. —Exclamó este, me paré rápidamente colocándome a su lado. —Recoge esto, por favor.

Asentí dándole una sonrisa.

—Claro, a sus órdenes. —Exclamé dando una reverencia. —Lo más pronto posible.

Ciel se fue junto a Sebastian arriba, a lo que yo los miré irse, intercambiando miradas con Sebastian, pero la quité rápidamente recordando lo que había pasado avergonzada, yendo a la cocina.

Pasaron las horas, y después de terminar de lavar los platos, me senté cansada, literalmente terminé de lavar los platos para el desayuno, cuando ya tenía que comenzar a preparar el almuerzo, gruñí exasperada. Subí las escaleras para preguntarle a Sebastian si tenía que recoger algo en el huerto, pero estaba todo vacío, busqué cuarto por cuarto, pero no había nadie.

—¿Sebastian?—Llamé. —Necesito saber si tengo que coger algo en el huerto. —Exclamé, pero nadie me contestó.

Suspiré, tirando la cabeza hacia atrás. Abrí una habitación, y supuse que era la habitación de Ciel porque era la más ordenada y se veía que era la más cara, enseguida quise salir pero cuando di la media vuelta, estaba Sebastian mirándome serio, demasiado serio para mi gusto particular, las alarmas en mi cabeza comenzaron a sonar enseguida.

Tenía que irme de ahí,

—Disculpa, ¿qué haces aquí?—Exclamó con una sonrisa, mirándome cínicamente. —No puede estar aquí, señorita Brienne, esto es solamente para el joven amo.

Me puse nerviosa tragando fuertemente, su presencia en serio demandante.

—N—No Sebastian, quería solamente saber...—Mi voz estaba quebrada, estaba nerviosa. —Los vegetales del huerto.

Comenzó a acercarse a mi, y por cada paso que daba, yo retrocedía hasta quedar acorraladados, yo contra la pared y él en frente mío, su sonrisa no se iba en ningún momento del rostro. Estaba esperando que yo siguiera hablando. Pero las palabras no me salían, sus ojos rojos bajaron a mis labios, a mi boca abierta para poder pronunciar algo, este parecía examinar mi rostro.

—Déjala Sebastián. —Él se alejó, los dos volteamos, era Ciel quien estaba mirándonos fijamente. Este hizo una reverencia. —Es una orden.

Solté todo el aire que tenía en mis pulmones, colocando mis manos en mi pecho, por fin hablando.

—Yo solamente quería saber si tenía que recoger algún vegetal específico del huerto para el almuerzo, eso es todo. —Por fin dije, dejando escapar todo el aire que tenía en mis pulmones, mirando al suelo, estaba aterrada, no sé porque esa interacción me había consumido.

Ciel pareció pensarlo un poco, para después por fin hablar.

—Zanahorias, recoge zanahorias.

Alcé la mirada asintiendo.

—Lo siento Ciel por entrar a tu habitación, apenas supe que era esta quise salir. —Dije enseguida, para que no hubiera malentendidos.

—Da igual, retírate, por favor.

Cuando dijo esto, asentí. Saliendo lo más rápido que dieron mis pies, corrí hacia mi habitación, cerrando la puerta con seguro, mis piernas temblaban, me sentía extraña.

No sé porque, pero me sentía en peligro.

Pasión [Sebastian Michaelis y tú]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora