capítulo trece

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Él me estaba dando la espalda, así que no sabía cual era su expresión, y les hago una confesión, estaba asustada puesto que no sabía si me iba a rechazar, pero, ¿saben qué? Al diablo, ya no podía aguantar las ganas que tenía, él me había provocado con tantos coqueteos y con tantos juegos que si no tenía una respuesta hoy, fallecería.

Se volteó, tenía la mirada baja, estaba nerviosa mordiéndome el labio inferior, mirándolo fijamente, hasta que escuché como se reía, era una risa ronca. 

—Linda, linda confesión, señorita Brienne....—De un momento a otro, ya estaba cerca mío, en un sólo pestañeo, retrocedí. —¿Qué le debo? Dígamelo en la cara ahora. 

Abrí la boca cuando por fin después de mucho tiempo sentí sus labios encima mío, por fin besándome, al fin lo tenía besándome, pero de un momento a otro, se separó.  Solté un sonido de decepción, mirándolo enojada, este abrió la boca sonriendo, lo miré confundida. 

—¿Acaso necesita algo?—Me acarició la mejilla. —Le pedí que me dijera algo hace un momento. —Su mano bajó hacia mi cuello, la cual hizo presión un poco. —¿No me lo dirá? Es de mala educación.

Es demasiado impresionante como podía ser tan coqueto, y tan educado a la vez, no lo entendía, pero ahora no quería entenderlo, ahora quería besarlo y quería que siguiéramos en lo que sea que sea que estuviéramos haciendo. 

—Quiero que me sigas besando Sebastian, por favor. —rogué. 

Después de unos segundos de tortura, lo hizo. Me subió a la mesa y me besó, yo acaricié su mejilla derecha, para después pasar mi brazo a su cuello, sentí su brazo en mi cintura pegarme a su cuerpo, haciendo que suelte un suspiro, tirando la cabeza hacia atrás, y él aprovechó para morder mi labio inferior tirando de este, me moría de pasión, estaba ahogándome, él acarició todo mi cuerpo, para después comenzar a besar mi mentón y bajar a mi cuello, me tuve que tapar la boca para no soltar sonidos que nos delataran lo que estábamos haciendo en aquella mansión, yo hice lo mismo, hice a un lado su ropa que tenía en el cuello y comencé a besar su pálida piel.

Sentí como se quedó inmóvil y me tomó las dos manos en una sola de él, Dios, ¿qué clase de manos tenía él para que pudiera hacer eso?

—Yo no le he dado permiso para que usted haga eso. —Me miró seriamente, yo me quedé sin habla. —¿O es así? Respóndame. 

Negué, y cuando iba a protestar, sentí su lengua en toda mi boca, la poca cordura que me quedaba en ese momento se perdió, correspondí de la misma manera, necesitaba a Sebastian y comprobé que él me necesitaba de la misma manera que él a mi. 

O al menos, eso creo, ¿verdad?

Mis manos se atrevieron a pasarse por todos sus brazos hasta de nuevo llegar a su cuello, y jalarlo de la corbata hasta el baño, él me siguió con una sonrisa, cerré con seguro y él estaba esperándome ya sentado encima de la tapa del inodoro, me ayudó a quitarme el vestido, bajándomelo, lo hice a un lado con mis pies. Me senté encima de él volviéndolo a besar, muerta de placer, ayudándolo a quitarse el saco que tenía, la camisa blanca y la corbata, cuando le iba a quitar los guantes se separó del beso. 

—No.—Me sorprendí, estaba jadeando, recuperando aire, por el beso. —Los guantes no.

Asentí, sin entender muy bien estaba muy aturdida y embriagada por el momento. Le terminé de bajar los pantalones de un sólo tirón, así que me senté en sus piernas, estaba claramente nerviosa, pero no lo demostré, cuando sentí su dureza gemí pero él me colocó su mano en mi boca, y él de una sola estocada entró, mordí fuertemente su mano dejando una marca en su mano izquierda. 

Pasión [Sebastian Michaelis y tú]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora