capítulo treinta

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Se lo veía muy molesto, jamás lo había visto así. Su pecho subía y bajaba, tenía los ojos entrecerrados y sus pupilas estaban rojas, rojas de un color intenso. Abrí la boca para hablar pero enseguida la cerré, no tenía idea que decir. 

—Sebastian, le pedí que me dejara en paz, eso es todo. —Exclamé, pero él me miró peor. 

—¿Acercándote para casi besarlo?

Exclamó en un gruñido, mirándome peor, estaba demasiado confundida pues no entendía su molestia, solamente había hablado, hasta que comencé a conectar puntos, estaba celoso. Enredé mis brazos en su cuello sonriendo.

—¿Estás celoso?

Este me tomó de la cintura pegándome a su cuerpo, su cabeza bajó hacia mis labios, besándolos, correspondí, su brazo izquierdo se pegó a la pared para poder tener mejor espacio, en la pequeña cabina solamente se escuchaba el sonido de los besos, sentí como su mano de mi cintura pasó a soltarme el cabello pues lo tenía recogido, entre besos respondió mi pregunta.

—Sí, tengo celos. —susurró, tomando mi rostro. —Estoy muerto de celos

Tomó mi pierna derecha alzándola, solté un suspiro abriendo los ojos mirando al techo. Sentí como sus besos bajaron a mi cuello y como su mano acarició mi pierna alzada. Sonreí cuando lo vi mirarme también con una sonrisa plasmada en su rostro. 

—¿Dónde está Sebastian?

Lo empujé pero él me empujó de nuevo, para que no lo separa de él, me sorprendí, lo traté de empujar nuevamente. 

—Sebastian, te están llamando. 

Él se encogió de hombros, sonriendo, pasó su mano por mi abdomen hasta que sintió algo, se separó confundido. 

—¿Qué te pasó aquí, estás bien?

Palidecí cuando me di cuenta que era la pequeña picada que me había hecho Claude, bajé y me puse nerviosa.

—S—Sí, bueno, es una picada, eso es todo. 

Le dije, técnicamente le había dicho la verdad, solamente que no específicamente toda, cuando tocaron el baño, me di cuenta que había desaparecido, me tomé la cabeza, la mentira se había comenzado a tornar más pequeña y él en cualquier momento se iba a dar cuenta, y todo se iba a ir al diablo, suspiré, tratando de calmarme y darme cuenta que se supone que iba a hacer. 

¿Debería aceptar el trato de Claude? 

Comencé a pensar las posibilidades, si lo aceptaba, nosotros podíamos ser felices, podíamos jurarnos amor eterno, los momentos que habíamos compartido como ahorita, iban a ser todo el tiempo, después de todo, ¿él estaba hechizado, verdad?

Me dolía el corazón de solamente pensarlo.

Salí del baño, para darme cuenta que estaba Lau. 

—Lo suponía.

Pasión [Sebastian Michaelis y tú]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora