capítulo uno

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Estaba sentada en la silla atrás del mostrador de la cafetería, terminando de leer mi libro de la semana, tenía que devolverlo a la biblioteca, así que cuando terminé, lo cerré. Caminé hasta la barra para ir a tomar alegremente agua, sonriente.

Nadie estaba haciendo ruido, estaba tranquilamente la cafetería de mi vecina, todo estaba en silencio, solamente habían dos señores que parecían de la alta sociedad, no sé, ¿hablando de como conquistar al mundo? No estaba muy interesada en su charla, solamente quiero que me paguen e irme a mi casa.

—Señorita.

Suspiré, hablé demasiado pronto. 

Puse mi mejor sonrisa, acercándome para poder ver que es lo que se le ofrecía. 

—Hoy tendré una reunión muy importante en la mansión Phantomhive quisiera hacer una reservera, para mi invitado y para mi. —Anoté detenidamente lo que decía. —¿Si está anotando, señorita?

—Sí señor, lo que me diga. 

Este asintió, y al finalizar, me agradeció y salió. 

Terminé cerrando y me fui a mi casa, y para poder ir a esta tengo que pasar de lejos por la mansión Phantomhive, volteé curiosa. ¿Qué es lo que tenía esa mansión que todos se volteaban, o hablaban en susurros de esta? Curiosa, me acerqué un poco a esta, solamente de unos pasos, y la vi un poco de cerca.

Era bastante lujosa a decir verdad, mis manos tocaron las paredes. Apenas hice contacto con esta, sentí una mirada penetrante, haciéndome sentir nerviosa. Tal vez fue una mala idea, me alejé, casi corriendo de esta, pero a pesar de eso, la mirada no se detuvo hasta que estuve en mi casa. 

Cuando llegué, estiré, haciendo que mis huesos crujan, solté un gritito de dolor. 

—Debería estar en forma. —Susurré. —Pero no, que pereza.

Reí en voz baja quitándome las prendas para ir a bañarme. Estaba tranquilamente bañándome, cuando escuché un enorme grito de dolor, haciendo que paré inmediatamente de bañarme, saqué mi cabeza por la ventana, para ver de donde venía, pero era imposible, mi casa estaba literalmente en medio de la nada, solamente la mansión estaba cerca, pero en esa mansión solamente vivía según yo un niño de doce años de edad, así que era imposible que pase algo.

¿Será que a mis veintidos años de edad ya estoy enloqueciendo?

Un poco intranquila, retomé mi baño, y me fui de nuevo a dormir, tratando de no pensar mucho en eso, pero con los minutos ya lo fui olvidando.

A la mañana siguiente, desperté para hacer mi rutina, abrí la cafetería saludando a mis vecinos. 

—¡Buenos días Adela!—Sonreí, la dueña de la  cafetería. —¿Qué tal todo?

—¡Ah ___, tan sonriente como siempre!—Dijo, comiendo su pan.—Pues todo bien, ayer la clientela estuvo baja, solamente un noble que tuvo una reunión con el señor Ciel, ¿verdad?

Asentí dándole razón comentándole, de hecho, debería estar justo, ¡ahí!

Pero mi sonrisa se esfumó, estaba con la pierna rota, y estaba...quemado. Me llevé mis manos a la boca impresionada pidiendo auxilio, puesto que se veía en un estado deporable. Se lo llevaron, pero estaba en shock, no decía nada, solamente gritaba que un monstruo se lo había querido llevar al infierno, miré a Adela, quien estaba pálida, ella se veía peor que yo, estaba lloando del susto, traté de alivinar el ambiente con una broma.

—C—Creo que va a cancelar el desayuno, Adela. —Bromeé, pero ella me miró mal. —¿Muy rápido para hacer bromas, sí? 

Entró a la cafetería para preparar el pan, me senté tratando de ordenar mis ideas. ¿Cómo era posible que estuviera pasando eso? ¡Ayer estaba tan bien! Lo miré haciendo una mueca de pena, pobre, probablemente no sobreviva a eso. 

Adela me tomó el hombro, diciéndome que vuelva al trabajo, yo asentí, dándole la última mirada a lo lejos a la mansión, curiosa de saber que es lo que ocurría ahí dentro.

Pasión [Sebastian Michaelis y tú]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora