capítulo cincuenta y uno

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Todos se quedaron perplejos, y antes que me hicieran preguntas, yo me adelanté. 

—Huele mal...—susurré, diciéndole a todos. 

Sentí como me comenzaba a doler el pecho, y el corazón me palpitaba fuertemente, sabía que era lo que sentía Sebastian, pero no tenía tiempo de explicarme nada, nisiquiera sabía si era cierto. 

—Así que como la supuesta elegida, quiero que me expliques como funciona todo esto. —Sentencié. 

Ciel me miraba fijamente, le susurró algo a Sebastian, y este asintió, hizo una reverencia y se colocó a lado mío, yo estaba nerviosa, no dije nada, solamente estaba seria. 

—El libro del juicio de los que han vivido hace tiempo son impuros, nuestro líder limpia las partes impuras de los demás. —Se estaba acariciando el cabello, lentamente. —Dice que no se puede vivir del pasado, que se tiene que vivir del presente y del futuro, el futuro también se regristra ahí. 

Sebastian me miró de reojo. 

—¿El futuro?

Ella asintió, diciendo que solamente los niños son escogidos para el coro celestial, y la elegida. 

—¿Los niños, porque solamente los niños?—Pregunté, un poco perturbada. —¿O sea que ellos cantan?

Ella sonrió, bajando la mirada sonrojándose. 

—Creo que cantar no es la palabra adecuada, pero ellos disfrutan mucho.

Sentí sin broma demasiado asco hacia esa oración y el culto, tomé la mano de Ciel, apretándola, queriendo salir de ahí en ese momento, y eso fue lo que hice, agradecí, saliendo del lugar con Ciel. 

—¿Qué significa que seas la elegida?—Pregunté Ciel después de un rato, mirándome. —No entiendo. 

Bajé la mirada.

—Creo que soy fruto del espíritu santo, San Miguel, o eso creo, no estoy segura. —Dije después de un suspiro. —Estoy confundida. 

Ciel y Sebastian se miraron, Ciel se fue a los segundos, sin decir nada, nos quedamos Sebastian y yo solos. 

—Somos el ejemplo vivo de lo que es un amor imposible. 

Sebastian soltó, sonriendo amargo. Me comenzó a doler el pecho, horrible. Al punto que tuve que sentarme porque me era imposible estar de pie, estaba tratando de ser fuerte pero quería gritar. 

—No es nuestra culpa, ninguno de los dos sabíamos esto. Sebastian. 

Trataba de consolarlo, pero no podía, los dos estábamos con los sentimientos a brote, me dolía verlo ahí parado, se notaba que quería llorar, una lágrima rebelde le cayó por la mejilla, me acerqué y la sequé. 

—No te quiero perder.

Sonreí, las lágrimas ahora me caían a mi, reí triste, ya no tenía la certeza si iba a poder quedarme, ya no. 

—No lo harás. 

Este negó, tomándome del rostro. 

—No me mientas, por favor, no me mientas para consolarme, porque eso hace que esto se sienta como una despedida definitiva. 

Pegué mi rostro a su hombro, llorando, nos separamos cuando escuchamos los cantos. Nos separamos, para después oler, fruncimos el ceño limpiándonos las lágrimas. 

—Tienes razón. —Se tranquilizó. —Huele muy feo. 

Él entró, pero yo pude ver de reojo a alguien, me acerqué hacia donde estaba, pero Grell me distrajo, llamándome por mi rostro. 

—¿Y entonces nena, cómo me veo? —Se puso las manos en la cintura, dando una vuelta, lanzándome un beso. —¿Crees que podría entrar al coro celestial? Lo sé, no me lances muchos halagos. 

Rodeé los ojos, tomando su mano entrando a la capilla. 

Escuchamos los cantos gregorianos, viendo como decían que limpiarían a los pecadores, sentaron sin ropa a un chico y una chica con el enorme sello, diciendo que han pasado su vida sin sentido, que eso es un pecado grave ya que la vida hay que vivirla con un propósito, no vagando sin esta. Estaba perturbada, más que nada porque ver tantas cosas religiosas me daba dolor de cabeza. 

Acaba con lo infruoctoso, acaba con lo inmundo...

Dijo el chico, eso me hizo abrir los ojos como plato, porque tuve un mar de recuerdos, haciéndome ver las manos, sintiendo sangre, viendo la mueca de dolor, los ojos de Claude en mis manos, abrí la boca para gritar pero lo callé enseguida, yo maté a Claude. Me dolía mucho la espalda, me dolía mucho el cuerpo.

—¡Ah, siguen aquí!

Traté de recomponerme, suspiré guardando la calma, me alejé de ellos, recorriendo todo el lugar, viendo la capilla, estaba teniendo muchos recuerdos. 

Pero todo fue peor. 

Sentí un dolor punzante, como algo se abría en mi espalda, no pude evitar llorar, me vi en reflejo de la ventana, y estaba sangrando en la espalda, estaba llorando sangre, así como decía en la biblia que Jesucristo lloraba en la semana santa, solté un grito de dolor, pidiendo auxilio. 

—¡Dios mío, ayúdame por Dios!—pegué en el piso. 

Sentí como poco a poco salían alas en mi, vi en la ventana de a lado, estaba Ciel junto con Grell y Sebastian a punto de entrar a la secta, pegué puñetazos a la ventana, pero las alas todavía no salían, me estaba quedando sin fuerzas. 

—¡Ciel, Ciel!—Pegaba puñetazos—¡Escúchame por favor, no!

Escuchaba como los ángeles cantaban mi llegada, como cantaban que por fin la elegida había llegado, me tapé los oídos, estaba comenzando a marearme

Solamente vi como Sebastian rompió la ventana después que Ciel gritó algo, y que mató al señor, el impacto fue tan grande, que rompió la mía, aproveché, para salir volando, y agarrar a Ciel entre mis brazos protegiéndolo.

—_____...—Dijo, sorprendido. —Te dije que te fueras cuanto antes, te lo dije, no quería que lleguemos a este punto.

Entonces, todo este tiempo me quiso proteger, ¿él lo sabía, él sospechaba algo? No entiendo nada, la cabeza me daba vueltas. 

Sebastian me vio y bajó la mirada, dolido. 

—Sabías que eras un ángel, _____.

Bajé la mirada, dolida, yo no lo quería aceptar, pero en el fondo algo me lo decía. 

—______....¿qué hace un ángel en este reino?—Grell dijo nervioso. 

Estábamos todos distraídos, que Angela tomó a Ciel de mis brazos, y se lo llevó. 

—¡Ciel!

Dije, pero Angela tomó un libro y nos ató a los tres con todo un registro cinematográfico, traté de salir pero era imposible. 

—¡Grell, has algo!—Dije desesperada, mis alas comenzaban a doler. —¡Me duelen las alas!

Este me miró mal, nerviso, sus tijeras no estaban ayudando, Sebastian y yo estpabamos desesperados pues Ciel estaba comenzando a irse más lejos. Greff de un movimiento las cortó. 

De un salto entramos al agujero, y fuimos a la biblioteca, estábamos en busca de Ciel. 

Pasión [Sebastian Michaelis y tú]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora