capítulo dos

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Terminé mi turno realmente cansada, estaba con la cabeza agachada, tenía los ojos cerrados, me había dado la libertad de hacer eso ya que estaba segura que nadie iba a entrar, puesto que le había dicho a Adela que el local había cerrado, y que los panes ya no estaban a la venta, y los que estaban en el mostrador ya estaban fríos. 

—¡El pan se ve realmente delicioso!—La voz de un chico me sacó de mis pensamientos—¡Tomemos uno!

Escuché una voz, me perturbó un poco ya que escuchaba extremendamente feliz, levanté la mirada cansada, y arrastrando los pies me dirigí hacia un grupo, eran tres chicos, bueno, dos chicos rubios y una chica de pelo rosado quienes estaban ahí, me sorprende que estén en el mercado a tales horas. 

—Lo siento chicos, ya no estamos atendiendo. —Les dije con una sonrisa cansada. —Pueden venir mañana si quieren, es más, no le digan a mi jefa, y les regalo un pan gratis. 

La chica sonrió y se atrevió a abrazarme, yo me sorprendí, un poco incómoda se lo devolví, no esperaba tal acto de confianza, sobre todo de una extraña, palmeé su espalda divertida.

—¡Ya somos amigas, me regaló un pan!—Dio un salto yendo hacia el primer rubio, parecía mayor. —Ya no te necesito Baldo.

El rubio mayor abrió la boca ofendido, pero solamente rodó los ojos, el rubio menor se acercó a mi, a lo que yo lo miré atenta, expectante de sus movimientos, me tomó los hombros emocionado.

—Necesitamos otra chef, ¿sabes cocinar? ¡Baldo últimamente está quemando todo!

—¡Te estoy escuchando!—Brameó. —Pero, me haría bien tener una nueva amiga.

Me reí fuertemente, eso sinceramente me había dado mucha gracia, pero le presté atención respecto a lo del trabajo, significaba que si trabajaba en una mansión, iba a poder dormir bien, y me iban a poder pagar bien. 

—Me interesa la oferta de trabajo, ¿cuál es su mansión? —Señaló la mansión, y en efecto, era la mansión que tanto me temía, tragué en seco. Pero era eso o morirme de hambre. —Está bien, iré a presentarme como chef. 

Baldo me sonrió emocionado, a lo le alcé los pulgares emocionada también, pero en el fondo estaba nerviosa, no, decir que estaba nerviosa era poco, había escuchado demasiados rumores sobre aquella mansión, tanto como que habían vampiros, y que hubo un incendip y que habían espíritos que penaban ahí. La voz del rubio me sacó de mis pensamientos, me despedí amablemente, y cuando los vi alejarse, cerré la puerta del lugar cambiando el cartel de abierto a cerrado, me llevé la mano al corazón, nerviosa.

—¿En serio irás a esa mansión ____?

Di un sobresalto, mirando a Adela quien estaba mirándome preocupada, yo asentí queriendo pasar desapercibida, sonriendo tratando de calmarme, asentí nerviosa,  yendo a tomar un vaso de leche, caminando según yo tranquila. 

—¿Por qué no iría? Es más, iré todos los días, es como mi segunda casa.—Hablé rápidamente, tratando de calmarme y convencerme a mi misma que todo estaría bien. —

Ella se acercó a mi, trató de tomar mis manos, pero yo la alejé. Sabía que si tomaba mis manos iba a convencerme de quedarme, y era lo que menos quería, necesitaba ese dinero, amaba a Adela, pero el dinero que ganaría en esa mansión no era nada comparado, yo necesitaba comer, necesitaba vivir.

Ella al ver la acción que hice solamente hizo una mueca, y se sentó en frente mío, tomándose la cabeza, se veía que estaba debatiendo consigo misma, yo la miraba de reojo, me sentía con culpa, pero estaba firme de mi decisión. 

—Te recuerdo que el señor que vino de esa mansión, lo enterraron porque no sobrevivió ni una sola noche en esa mansión.

Pasión [Sebastian Michaelis y tú]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora