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Jennie y Lisa seguían en un contacto constante. 

Los días pasaban, y la conexión entre Jennie y Lisa crecía con cada mensaje, llamada y encuentro. Ambas compartían sus pensamientos, sueños y risas a través de las palabras escritas en sus teléfonos, creando un vínculo que iba más allá de la superficialidad.

Lisa apreciaba la autenticidad de Jennie y la forma en que iluminaba su vida con su presencia. La ternura de la castaña hacía que su corazón se acelerara, le hacía sentir como el frío viento de otoño en la mañana mientras tomaba una taza de té. En casa, le hacía sentir en casa.

Jennie, por otro lado. Nunca se había sentido tan viva, tan feliz. En su relación con Jinho, solía sentirse muerta. Una flor casi marchita, pálida y deshojada; era como si Lisa la hubiese acogido en su calor y la hubiese cuidado hasta volver a florecer.

Bueno, el palabras más simples; ambas se sentían como dos colegialas enamoradas. Cada interacción, ya sea a través de mensajes de texto, llamadas telefónicas o encuentros personales, les recordaba la emoción y la frescura del enamoramiento. Se encontraban inmersas en la felicidad de descubrir y explorar este nuevo y hermoso capítulo en sus vidas.

A pesar de ello, ellas no lo sabían muy bien. No sabían muy bien lo que sentían.

De una u otra forma, ambas ofrecieron su luz a la otra. De maneras distintas, pero la realidad es que habían llenado un espacio vacío algo que ambas necesitaban. Lisa necesitaba alguien que le abrazara con ternura, que le viese con ojos distintos a la lujuria; Jennie necesitaba alguien que la apreciara. 

La conexión que compartían era una bendición que les brindaba felicidad y plenitud. Ambas habían conocido a la otra porque se necesitaban, aunque en realidad no lo supieran.

Jennie definitivamente no se arrepentía de ir a ese club de strippers. No se arrepentía de haber llamado a Lisa luego de que diese su show.

Al parecer, Jinho pudo impulsar algo bueno en su vida. Desde esa noche, en donde el salió de casa de Jennie dando un portazo la vida de Jennie dejó de estar estancada y por fin, fue libre.

Sin embargo, a pesar de la intensidad de sus sentimientos, ambas no tenían claridad sobre lo que realmente experimentaban. No sabían definir con certeza sus emociones, pero lo que compartían iba más allá de lo comprensible.

El corazón de ambas temblaba a cada momento del día al recordar el rostro de la otra, la suavidad de sus palabras y la calidez de sus abrazos. Era un torbellino de emociones que las envolvía y las sumergía en un mar de sensaciones desconocidas pero extraordinarias.

Lisa sentía una gran admiración por la dulce y bonita sonrisa etérea de Jennie. A pesar de que a Jennie no le gustaba y solía esconderla por vergüenza, pero para Lisa era la sonrisa más pura y bella que había visto nunca.

Jennie también encontraba en la mirada intensa de Lisa una conexión única. La forma en que Lisa la veía no solo como un objeto de deseo, sino como una persona valiosa con sus propios sueños y anhelos, era algo que Jennie no había experimentado antes.

Ambas compartían momentos de risas cómplices, confidencias y sueños compartidos. Se apoyaban mutuamente en los buenos y malos momentos, creando un lazo que iba más allá de lo físico.

Las dos eran mujeres atractivas, pero ser una obra de arte no era solo ser guapo.

Era encontrar belleza en la complejidad de sus almas, en las cicatrices que llevaban y en la fortaleza que demostraban cada día. Se complementaban de una manera única, formando un lienzo donde cada detalle, cada encuentro, y cada palabra escrita o hablada se convertía en parte de esa obra de arte en constante crecimiento.

The Stripper.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora