Quinta parte

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Una semana más tarde sigo extendiendo la ropa en la cuerda atada a la polea, mientras espero que traigan las demás canastas. No entiendo como ha sido mi cuerpo capaz de seguir funcionando después de estos días, pero lo agradezco completamente. Poder seguir haciendo mi trabajo es lo más importante en este momento.

Tomo otra canasta para seguir extendiendo la ropa, pero un golpe flojo en la puerta me hace dar un brinco contra la pared. 

— ¿Igareth? —pregunto en un hilo de voz. 

Silencio. 

— Aanhyrah —murmura una voz dulce del otro lado mientras la puerta de madera cruje—. Soy Amaranta, me he escapado de mamá, ten. 

Un ruido metálico me hace bajar mi mirada hacia mis pies, ante mi mirada brilla un pequeño punto de metal que al tomar noto se trata de una llave. Mi respiración se atasca en mi garganta mientras la levanto. 

— ¿Qué es esto? —pregunto casi sin aire. 

No puede estar haciendo esto, se está arriesgando a un castigo mucho peor dirigido a ella. Entiendo que tener algún tipo de relación con cualquier trabajador del castillo le podría acarrear la muerte, pero si Igareth se daba cuenta haría su vida imposible.

— Es para que salgas de aquí, pero no lo hagas ahora, por favor, espera que sea de noche, así será más seguro —me suplica la joven—. Por mi no te preocupes, lo siento mucho. 

— ¿De qué está hablando? No entiendo a lo que se refiere —pregunto, mas no recibo ninguna respuesta de su parte—. ¿Amaranta? 

A pesar de llamar repetidas veces, no recibo respuesta alguna, veo una vez más la llave y la guardo muy bien en el bolsillo de mi mandil, si Igareth llegara a verla sería mi fin. Ignorando mi latir desbocado, vuelvo a mi labor y trato de terminar de lavar las prendas antes del mediodía. 

Al pasar los días se ha hecho más difícil lavar todo a tiempo, y lo he pagado dejando de comer días enteros. Ésta vez no dejaré que eso suceda, el repentino rayo de esperanza que me ha brindado Amaranta será suficiente para cumplir mi labor antes de que la mujer vuelva.

— Veo que hoy si haz podido terminar a tiempo —dice la mujer revisando con desprecio la ropa limpia. 

Asiento con la cabeza desde mi lugar, paso saliva esperando algo que mi cuerpo exige a grito, pero no me atrevo a verbalizar.

— Lástima que no sobró comida —agrega con lentitud, cómo si quisiera que esas palabras se graben en mi cabeza.

— E-entiendo —tartamudeo juntando mis manos frente a mí cuerpo, tengo miedo que vea la llave aunque ésta sea más pequeña que mi dedo índice.

— Si luces de esa manera no podrás salir de aquí —dice la mujer dándole paso a una joven para que recoja la ropa—. Procura lucir decente.

— A sus órdenes —musito viendo de reojo a la ventana abierta, desde dónde se puede apreciar el cielo estrellado de la noche.

Para éste punto el frío no parece afectarme, lo único que quiero es que la mujer se vaya para poder salir de este lugar aunque sean un par de horas, tengo mucho tiempo antes de que vuelva al día siguiente. Cuando oigo la cerradura de la puerta me levanto de inmediato, pero antes de ir allí me dirijo a la ventana para cerrarla. He acostumbrado a cerrarla por las noches y hoy no será la excepción.

Espero varios minutos que se sienten como horas antes de atreverme a sacar la llave del bolsillo de mi mandil, lo hago con cuidado como si alguien pudiera oírme mientras me acerco a la puerta. Contento la respiración e introduzco el pedazo de metal con mucho cuidado en la cerradura, hasta que solo queda la forma redondeada a la vista, trato de girarla hacia la derecha, pero no es posible por lo que trato de hacerlo hacia el otro lado.

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