『19』Misión dudosa y la consecuencia

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Durante todo el trayecto desde la escuela a la ubicación de la misión, ella se mantuvo con la vista sobre el libro que descansaba en su regazo. No obstante, no estaba leyendo, su mente se mantenía rogando para que ocurriera un inconveniente o cancelaran la tarea a último momento. Ijichi había colocado algo de música para su clara inquietud, por otra parte, Nobara iba junto a la pelinegra en los asientos traseros.

Al llegar al sitio el viento soplaba con ligereza y jugaba con sus cabellos. Frente a las dos hechiceras estaban los escombros de lo que alguna vez fue la casa de Hoshi. Algunas piezas de madera quemada, cenizas esparcidas y un montón de hierba que había crecido libremente por el lugar, incluso flores que jamás había visto. Su corazón latía fuerte mientras avanzaba en el interior del terreno, ciertamente habían cosas que comenzaban a detonar sentimientos de angustia e incomodidad en ella.

Algo como aquellas vasijas rotas que tanto acomodaba su madre, o las barras de metal que su padre usaba como poste para atarla durante algunas mañanas y noches. De cualquier forma, nada de eso llamó tanto su atención como el sonido de papel siendo pisado que crujió al momento en que se paró sobre una tabla a medio quemar, su mirada bajó hasta posarse en el objeto.

— No puede ser... —Sus ojos se iluminaron. No podía creer que eso estuviera allí después de tanto tiempo, mucho menos que aún fuese posible de distinguirse con gran claridad. Tras ella resonaron los pasos de Nonara, quien se acercó a ver lo que tenía en su mano— Creí que la había perdido.

— ¿Eres tú? —Preguntó con curiosidad la de cabellos cobrizos, su rostro reflejaba la misma sorpresa. No por el hecho de encontrar esa fotografía en ese sitio, sino por el estado en el que estaba la pequeña de la imágen— ¿Y ese?

— Es Daisuke... La tomé en mi último cumpleaños aquí —Explicó con cierto orgullo en su tono. Aún recordaba muy bien ese día, había sido especial a su modo— Había ahorrado dinero y fuí a una cabina de fotos instantáneas que había por aquí cerca.

Debido a que no recibía regalos, había decidido auto-obsequiarse una fotografía con su querido zorro. La pequeña se podía ver con algunos parches y vendas, su corto cabello era ligeramente desordenado por una venda que rodeaba su cabeza, el día anterior había recibido un golpe de su madre por haber llorado frente a un señor que quería negociar por ella. Simplemente repugnante.

— Se ve que él era muy feliz contigo, ¿Eh? —Le dió un suave golpe con el codo, un gesto amistoso antes de continuar caminando juntas hacia el montón de árboles que se apreciaban en el lugar.

Estaba sobrellevando bastante bien la presión de estar allí, se forzaba a sí misma a convencerse de que sólo eran recuerdos, nadie volvería a lastimarla allí y sus padres no estaban más. Gojo lo dijo, él no permitiría que nada de eso volviera a ocurrirle. Las palabras se repetían una y otra vez dentro de su cabeza para enfocarse en que estaba allí por una misión y no simplemente para revivir su pasado.

Ambas se detuvieron en seco al oír las pisadas de alguien dirigiéndose con rapidez hacia ellas, Nobara de inmediato tomó sus clavos y preparó su martillo, su vista atenta a todas partes en un intento de adivinar de dónde vendría la persona o maldición que estuviera acercándose. La pelinegra se quedó inmóvil al ver corriendo a un niño, debía tener como mucho unos 10 años y se notaba aterrado.

— ¿Ah? ¿Un niño? —Volteó a mirar a la mayor, las dos féminas presentaban la misma confusión. No había ningún hogar cerca en un radio de algunos kilómetros, muchos se habían mudado tras el incidente de hacía años, no había modo de que alguien más estuviera allí a menos que el niño hubiese caminado varios minutos.

Hoshi sintió un click en su cabeza al mirar otra vez al pequeño que iba en dirección a ellas, él lloraba y gritaba por sus padres. Sin esperar un sólo momento más, lanzó una ráfaga de llamas en su dirección y empujó a Nobara detrás de sí para que ella le cuidara la espalda.

Flores de cerezo en tus mejillas || Gojo SatoruDonde viven las historias. Descúbrelo ahora