『27』‌La tormenta que se llevó las flores

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Hoshi y Yuji esperaban pacientemente a que llegaran los otros dos muchachos de primer año y Gojo para comenzar las clases. La pelinegra se había levantado antes de lo que debía para poder pasar tiempo con el peliblanco apenas terminase la lección, no porque quisiera ser pegajosa, más bien porque él se lo pidió. Quería llevarla a conocer una nueva pastelería.

Mientras tanto, ella se sirvió cereales y leche en un tazón, preparándose para el día. Sí, justo ahí en el salón de clases, apoderándose de un pupitre vacío como si fuese la última papita de un frasco, totalmente despreocupada a que Yaga pudiese aparecer en algún momento y encontrarla desparramada sobre la mesa con una cuchara en la boca.

Cuando estuvo por dar el primer bocado, una voz resonó en la mejilla de su compañero, manifestándose como la boca de Sukuna— Si yo fuera tú, no comería eso, mocosa —Dijo Sukuna con su característico tono burlón, dirigiéndose a ella.

— Ugh... Lo que me faltaba —Rodó los ojos y frunció el ceño, mirando a la boca en cuestión— Afortunadamente, no somos la misma persona —Respondió con desagrado, decidiendo ignorar la recomendación de la maldición, no tenía la energía para ponerse a discutir a primera hora del día.

Sin embargo, el espíritu maldito decidió insistir, sólo por darse el gusto de estorbar, sabía que no había nada que ella pudiera hacer para callarlo— En serio, no deberías comer eso. La leche está vencida —La boca se curvó en una sonrisa antes de que el chico pelirrosa pusiera su mano encima.

— Sukuna, por favor... No molestes —Intentó intervenir. Cuando creyó que al fin había conseguido silenciarlo, otra boca se manifestó, esta vez en el dorso de su mano— ¿Es en serio?

— No te metas —Gruñó con arrogancia, luego un ojo apareció sobre la boca, observando atentamente a la joven que hacía caso omiso a sus palabras. Igualmente no hizo nada para detenerla y comenzó a reír por lo bajo como si hubiese oído un buen chiste.

— Qué idiota —Murmuró. Confiadamente se llevó la cuchara a la boca y probó un bocado, solo para escupirlo de inmediato— ¡Sabe a vómito! —Exclamó, disgustada por el sabor. Su sabor era exactamente igual al mencionado, y la textura de los cereales no ayudaba en absoluto a hacer la experiencia menos desagradable— ¿Por qué nadie me dijo que estaba caducado?

— Eh, ¿Hola? —Resopló el mayor con indignación— Te lo dije y no me hiciste caso —Le recordó, el ojo rodó hacia atrás con desagrado.

— ¿Esperabas que te oyera? No voy a seguir tus consejos —Contestó tras dejar el tazón a un lado, perdiendo el apetito que tenía. Ya no volvería a ver los cereales de la misma forma— Podrías haber tratado de arruinar mi desayuno solo por diversión, ¿No crees?

— Nagai... No empieces a discutir con él —Suplicó el más joven, a lo que Hoshi accedió. Se sentía aliviado de que ella había decidido simplemente ignorar al desgraciado que llevaba dentro.

No era nada fácil para él ser el recipiente de Sukuna. No sólo por los incontables peligros que conllevaba, ni que planeaban ejecutarlo, o que ya no podía admirar los pósters de Jennifer Lawrence en su habitación sin sentirse profundamente juzgado por el invitado-no-invitado dentro de él –probablemente esto era lo peor hasta ahora–, sino también porque debía oírlo hablar sin parar y discutir con su compañera.

Parecía que el “anciano”, como lo llamaba a veces la chica, le había agarrado el gusto a hacerla enfadar y recibir sus insultos de vuelta. No era de sorprenderse, Yuji ya lo había descubierto fantaseando con cosas relacionadas a ella, y no eran cosas sexuales en absoluto. En realidad, sus “salvajes” fantasías distaban bastante de estar consideradas dentro de lo que alguien pensaría al sentir atracción sexual o emocional.

Flores de cerezo en tus mejillas || Gojo SatoruDonde viven las historias. Descúbrelo ahora