『30』‌Raíces podridas

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Se había quedado sentada frente a su escritorio durante muchas horas hasta que llegó el amanecer, había evitado a Satoru en cuanto llegó, sólo diciéndole que estaría ocupada. Él, por supuesto, se quedó confundido y preocupado por aquella extraña carpeta que llevaba en sus manos, y antes de que pudiera detenerla ella ya se había encerrado en su dormitorio.

No estaba cansada, su cuerpo le impedía dormir por la ansiedad, ni siquiera había leído los archivos- A la mierda -Susurró, finalmente decidiendo leer lo que tenían esas hojas.

Lo primero que se encontró fueron algunas fotografías de algunos lugares, entre estos estaban la finca Nagai y también su antiguo hogar, que fueron los dos que logró reconocer. Además, una foto de una mujer con su bebé llorando, otra donde salía un hombre con la misma criatura durmiendo, ambas fotografías mantenían una vibra bastante casual y familiar. Lo siguiente eran fotografías del mismo bebé en una cuna junto a la madre y el padre de Hoshi, eran diferentes a las primeras fotos.

— No puede ser... —Murmuró, frunciendo el ceño al darse cuenta que en las fotos más recientes eran en su antigua habitación. Un escalofrío recorrió su cuerpo al ver más papeles; registros médicos que se contradecían, comprobantes de un pago millonario hacia el clan disfrazado como una simple donación –jamás recibían esto ya que no lo necesitaban–, incluso otros documentos que se contradecían con la primera ficha.

Todo apuntaba a una sola cosa, y comenzaba a sentir que cobraba sentido. Sus padres jamás la dejaron ver a un médico y esa era una de las razones por las que aprendió a cuidar de sí misma, tampoco le permitieron asistir a una escuela como cualquier otro niño, así que la educaban desde casa, y no tenían fotos de ella más allá de la que se tomó a sí misma con Daisuke. Por mucho tiempo creyó que sólo era debido a que la odiaban, pero ahora veía que no era sólo eso.

Aún así, faltaban piezas, cosas que ninguno de esos papeles respondían. De cierto modo le causaba un vacío inmenso el ver aquellas fotos de quienes se suponía que eran sus padres y esos otros dos extraños, los que podrían ser sus verdaderos padres. No importaba cuántas vueltas le diera, todo iba en dirección a su abuelo, él era el único que podría ayudarla a comprender qué ocurrió.

No sabía cómo sentirse en aquél momento, si sus sospechas llegaban a ser ciertas, si aquél hombre realmente le había entregado información sobre su verdadero pasado, todo su mundo se pondría de cabeza. Parte de Hoshi rogaba que sólo fueran papeles manipulados, pero no lo parecía , no cuando todo eso formaba una horrible obra bien hecha por alguien más que la quiso enviar lejos, una persona que cambió su vida por completo.

Sin esperar más tiempo, se marchó a la finca para poder realizar todas las preguntas que le llenaban la cabeza, esperanzada de que la realidad fuera más agradable de lo que parecía. De no ser así, ¿Por qué? ¿Quiénes eran sus padres? ¿Por qué no estaba con ellos? ¿Qué hizo mal? ¿Dónde estaban? Ella ni siquiera notó cuando ya estaba de pie frente a la puerta de su abuelo, sus piernas temblaban y su corazón corría en su pecho, tenía mucho miedo pero era ahora o nunca. No soportaba la incertidumbre.

— Abuelo —Dijo al entrar, encontrándose al anciano con unos libros en el escritorio— ¿Estás... Ocupado?

Shuji alzó la vista con curiosidad, observando la carpeta y luego de regreso a su nieta, esbozando una gentil sonrisa— No, para nada. ¿Qué se te ofrece, querida? —Preguntó con curiosidad, cerrando aquél texto grueso, poniéndolo a un lado para tener su atención en ella.

— Bueno, encontré algunas cosas, y quería saber si tú... Uh, si tú podías explicarme —Murmuró, su voz le temblaba delatando lo nerviosa que estaba, dejando la carpeta sobre la mesa cuidadosamente. Pudo ver cómo su abuelo comenzó a hojear casi de inmediato en este, leyendo algunas de las páginas y saltándose otras. Cuando vió aquellas fotos se le notó palidecer.

Flores de cerezo en tus mejillas || Gojo SatoruDonde viven las historias. Descúbrelo ahora