Hoshi se despertó temprano, sintiendo la familiar calidez de Daisuke a su lado y la luz del sol colándose por la ventana. Era un día especial, el aniversario desde que lo encontró hacía años atrás, es por ello que decidió celebrarlo llevándolo a pasear con ella como solían hacer cada año. Las calles de la ciudad estaban llenas con una brisa fresca y suave, la gente iba y venía mientras ella continuaba su camino.
Eventualmente decidió dirigirse hacia un bosque que tenía un lugar especial en su corazón y, tras un corto lapso de tiempo, llegaron a ese rincón tranquilo donde ella solía jugar de niña luego de haber escapado de su hogar— Ponte cómodo —Lo invitó con una sonrisa y ambos se sentaron bajo un árbol, Daisuke observaba a su alrededor con atención, tal como hacía siempre.
La pelinegra comenzó a levitar algunas ramas pequeñas que encontró en el suelo, las envolvía en una llama de fuego que danzaba cerca de su mano, sin hacer contacto. Era un acto impulsivo, una habilidad que desarrolló desde pequeña y que, debido a que no le veía un uso defensivo y ofensivo, sólo hacía en momentos de tranquilidad u ocio.
En ese preciso momento, Satoru apareció junto a ella tras teletransportarse, haciendo a la fémina dar un brinco en su lugar debido a la sorpresa— ¡Mierda, Satoru! —Lo fulminó con la mirada, tocándose el pecho como un reflejo al sentir su corazón latir fuerte. Podía ver la juguetona sonrisa del hombres, lucía muy complacido por haberle dado un pequeño susto a su alumna.
No obstante, su sonrisa cambió a una expresión de curiosidad que pasaba casi desapercibida por culpa de la venda sobre sus ojos.
— ¿Cómo haces eso? —Preguntó, agachándose a un lado de Daisuke y colocando su mano sobre este como lo más normal del mundo. El espíritu maldito no hizo nada más que quedarse inmóvil, intercambiando su mirada desde el peliblanco hacia Hoshi y viceversa.
— ¿De qué hablas? —Frunció el ceño, mirándose las manos y luego ladeando la cabeza— ¿Te refieres a esto? —Ella acercó sus manos hacia él, las llamas seguían envolviendo las pequeñas ramas que flotaban, sin llegar a quemarlas.
El ojiazul asintió, sentía la repentina necesidad de tocar eso, pero sabía bien que no le convenía y decidió controlarse. Tomó asiento cómodamente y pasó un brazo alrededor de los hombros de la chica, observando la demostración con una leve sonrisa. La luz del sol que se colaba entre las hojas de los árboles volvía el paisaje aún más cálido y acogedor, en medio de la naturaleza y lejos de las movidas calles.
— Uh, bueno... —No sabía bien cómo ponerlo en palabras útiles, así que su respuesta fue bastante limitada— Es algo que sé hacer desde pequeña, simplemente lo hacía. No es algo que pueda servir en combate, así que sólo lo hago de vez en cuando.
— Hm... Qué curioso —Murmuró y apoyó su cabeza contra la de la fémina. Podía ver que no era algo propio de la técnica de Manipulación de Fuego, no cumplía con los principios de esta, así que debía ser algo más. No obstante, no conseguía reconocer exactamente de qué se trataba, quizás tendría que rebuscar un poco de información en libros o pedirle a alguien que investigará. Tal vez Ijichi era una buena opción para ese trabajo.
La joven notó que él parecía muy pensativo. A pesar de eso, ya que estaba acostumbrada a restarle importancia a ciertos detalles de la conducta del hombre, continuó haciendo lo suyo. Daisuke se movió y se recostó sobre las piernas de ella, haciéndola sentir aún más en calma.
No era como si ella se cuestionase lo que podía hacer. Desde temprana edad hacía uso de su energía maldita y no tenía problemas en aprender cosas por su cuenta, una de esas fue elevar objetos muy pequeños con sus propias llamas y eso sólo entraba en una de las tantas cosas que acabó aprendiendo en su tiempo a solas, el cual era mucho, si se consideraba que no tenía otros niños con los que jugar.
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Flores de cerezo en tus mejillas || Gojo Satoru
FanfikceEn un mundo donde la oscuridad y las maldiciones acechan en cada esquina, entre sombras y peligros, surgen historias de luz y esperanza. Un relato de amor que florece en medio de la adversidad, como los delicados pétalos de las flores de cerezo en l...