『38』‌Mariposa nocturna

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«¿Un impostor?», fue lo primero que pensó al ver a Suguru, su gran amigo, allí de pie. No podía creerlo, «Una técnica ritual de metamorfosis? ¡No, es el verdadero.», se dijo a sí mismo y cada uno de los momentos vividos junto a él comenzaron a pasar por su mente. Cada día que compartió con el pelinegro, cada broma, cada conversación, incluso las discusiones. Aquél 2006 en que todo se fue a la basura, las últimas risas y momentos de “normalidad” compartidos con su mejor amigo.

Normalidad, una palabra algo que en realidad no existía ni tenía sentido para un hechicero, en especial uno como él, pero que junto a Suguru parecía cobrar sentido, casi del mismo modo en que se sentía normal con Hoshi y se olvidaba de todo el peso de ser considerado el hechicero más fuerte. Ese amigo que lo había mantenido cuerdo por tanto tiempo y que, por desgracia, murió por las mismas manos del ojiazul.

Eso necesitaba Kenjaku. Un minuto en la mente de Satoru Gojo.

Cuando ese minuto transcurrió, aquél cubo rojo logró retenerlo de manera inevitable— Muy mal, Satoru. ¿Cómo vas a ensimismarte en medio de una pelea? —Sonrió ligeramente, aún intentando imitar la manera en que el otro hechicero solía hablarle amistosamente. Sin embargo, era imposible, carecía de aquella calidez y afecto con el que el pelinegro le hablaba.

— Entonces, ¿Quién diablos eres tú? —Preguntó cuando se dió cuenta de que no había modo en que pudiera pelear, era jaque mate. Cuando el desconocido que estaba de pie a unos metros de él aseguró que era el mismo hechicero con el que pasó tanto tiempo, e incluso tuvo la audacia de decirle que le rompía el corazón, él no se quedó callado— Mis seis ojos me dicen que eres Suguru Geto... ¡Mi alma lo niega todo! ¡Responde de una vez! ¡¿Quién diablos eres tú?! —Exclamó con desesperación por lo que ocurría.

— Qué asco me das —Se burló al jalar del hilo en su frente. Se levantó la parte superior del cráneo, dejando a la vista el cerebro y revelando su identidad— ¿Cómo lo supiste?

Satoru se quedó atónito ante ese descubrimiento, la rabia y la indignación llenaron todo su ser al ver que este monstruo había profanado el cuerpo de su mejor amigo. Cada palabra que Kenjaku decía lo hacía querer lanzarse sobre él y destrozarlo, hacerlo sufrir y suplicar por al menos una pizca de misericordia.

— Quería la Manipulación de Maldiciones de Geto para llegar a esta situación. Recuerda, no le pediste a Shoko Ieri que se deshiciera de su cadáver —Mencionó, volviendo a acomodarse la parte de arriba del cráneo de Suguru, observando fríamente al albino— Muestras respeto de formas muy extrañas. Pero no podría haber logrado todo sin algo de ayuda, ¿Cierto? Sería descortés de mi parte dejar a nuestra querida princesa sin créditos.

Cuando la cosa no podía ponerse peor, una maldición apareció junto a Kenjaku y expulsó desde un lugar de su cuerpo, que parecía un saco de canguro, a Hoshi recién despertando, justo a tiempo para ver el gran final de la obra que habían creado. Gojo sintió el aire entrecortarse al exhalar cuando vió a la chica allí, con claros signos de una pelea y parte de su ropa rota que dejaba a la vista las heridas en algunos sitios como su pierna y el abdomen. A juzgar por el tono morado en su estómago, podía intuir que le habían metido algún veneno o sustancia tóxica.

Al hacer contacto visual con él, Hoshi intentó levantarse— ¡Satoru! —Perdió el equilibrio por aún estar débil y cayó a un lado del poseedor del cuerpo de Geto. Al ver que su compañero estaba inmovilizado, ella fulminó con la mirada al pelinegro y trató de usar Pura para crear algún arma que pudiera tomar para herir al espíritu maldito. Por desgracia, apenas podía crear aquél fuego y no podía moldearlo, el veneno aún estaba afectando su mente.

— Hoshi... —Le dolía verla en ese estado. Su corazón se estrujaba al notar cómo ella, incluso estando así de herida y en peligro solo se le ocurría tratar de ayudarlo. Ella jamás había aprendido a protegerse a sí misma antes que el resto, incluso cuando él se lo aconsejo una vez tras otra, algo que le recordaba un poco a su charla con Megumi.

Flores de cerezo en tus mejillas || Gojo SatoruDonde viven las historias. Descúbrelo ahora