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¿Debería preocuparse? Habían pasado cuatro días desde la ultima vez que Max le dijo un piropo al mexicano y la última vez que se acercó hacia él, Sergio lo "festejó" el primer día pero ahora se sentía un poco preocupado y triste.
Pero no lo aceptaría frente a nadie.
Había observado a algunas ocasiones a Max con sus amigos y no parecía prestarle la mínima atención.
¿Acaso ya se le había pasado el encanto al idiota? Solo con el, porque lo veía seguir igual de coqueto con todos menos con él.
Se sintió mal, probablemente era su culpa.
Y tampoco entendía porque se sentía de esa forma, debía estar feliz y contento con el echo de que Max por fin lo dejó en paz, pero no se sentía tan feliz, tenía una rara sensación en el estómago que no le dejaba pensar correctamente.
Repiqueteó sus dedos en la mesa de la cafetería, volvió a suspirar por quinta vez en el día, los minutos y horas pasaban con una lentitud desesperante, Sergio se sentía vacío por alguna razón, Carlos lo miraba insistentemente.
— ¡ay, ya! — dijo de pronto — ya me estás cansando quita esa cara, deberías estar feliz porque Max ya no se te acerca.
Sergio no quiso responder.
— Estoy feliz — murmuró.
— Se nota — dijo con sarcasmo.
— Créeme que estoy demasiado feliz — sonrió de forma falsa
Carlos lo conocía perfectamente.
Dejó de lado lo que estaba haciendo y cruzó las manos sobre la mesa. — Mira Sergio, es obvio que no estás para nada feliz con ello. Estuviste tres semanas quejándote de que Verstappen te molestaba, de que estabas harto de todo lo que te dijo y ahora estás deprimido porque ya no te hace caso ¿quien te entiende?
Sergio no supo que responder.
— Y-yo... no estoy molesto — contestó.
— ¡No, claro que no! Por eso has estado refunfuñando desde hace horas y has estado observando todo lo qué hace.
Sergio junto su frente contra la mesa y balbuceó un par de palabras en modo de queja.
— Acéptalo, te gustaba tener la atención de él y ahora que te está ignorando, no sabes que hacer.
El mexicano se quedó en el mismo lugar por algunos segundos sin saber que decir.
— No se.. ¡Agh! — se quejó en voz alta — estoy confundido.
— creo que deberías disculparte por lo que le dijiste. — le sugirió, el mexicano volvió a quejarse y poner su rostro contra la mesa.
— ¿por que?
— ¿!como que porque?! Fuiste un imbecil con él, deja que te recuerde, quiso darte flores y se las aventaste contra el suelo y le recalcaste que no querías estar con él, que no volviera a hablarte...
— Bueno, ya — Checo golpeó su frente, estaba demasiado avergonzado con su actuar.
Él no era así, simplemente que se enfadó cuando vió a Max con Lando Norris y bueno... terminó desquitándose cuando éste se acercó diciéndole un piropo como siempre.
— Soy un idiota... — sollozó fingidamente, sus palabras sonaron amortiguadas.
— Si, lo eres.
— Gracias amigo — exclamó.
— De nada, vuelva pronto. — bromeó
— No es gracioso. — Sergio rodó los ojos.
— No puede ser.. no me lo creo. — murmuró el español, Sergio lo ignoró.
— ¡Lo está besando! — exclamó de pronto, el tapatío alzó la cabeza con sumo interés.
— ¿Quien? ¿Donde?
Como todo buen chismoso intentó saber.
— Mejor.... Nada, no mires — intentó taparle los ojos.
Forcejearon un poco, antes de que el pecoso pudiese ver hacia donde su amigo veía, no le gustó para nada.
Su estómago decayó, una sensación de vacío se instaló en su pecho y pronto se encontró con la misma sensación de siempre.
Max estaba besándose con Lando.
— Es un idiota... y según quería todo conmigo — se cruzó de brazos, dejó de ver cuando el beso entre los dos chicos se intensificó.
— si, pero tú lo rechazaste en miles de ocasiones, lo insultaste e incluso le dijiste que preferías besarte con el conserje que con él.
En ese momento, supo que su mayor hater era Carlos.
Se lo merecía.
— ¡Ya se! No me lo tienes que recordar — alzó la voz.
¿Por que se sentía así?
¿Por que dolió ver como Max besaba a Lando con tanta naturalidad? Sintió sus ojos picar entre lágrimas.
Se levantó, retirándose casi a zancadas.
— ¿a donde vas? — preguntó Sainz
Pero no le respondió.
— ¿Sergio? Sergio ¡Michel! — ignoró como su mejor amigo le llamaba insistentemente.
Salió de la cafetería limpiando la única lágrima que salió de sus ojos.
Odiaba tanto su forma de ser.
Nunca se percató de una mirada en especial.
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