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— Hola ¿hay alguien aquí? — preguntó tontamente al entrar a los baños de la universidad

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— Hola ¿hay alguien aquí? — preguntó tontamente al entrar a los baños de la universidad.

Las puertas de los cubículos estaban perfectamente cerradas por lo que supuso
que no había nadie en ellos, se permitió
verse decaído ante todo lo que estaba
pasando, tenía ganas de golpearse por
siempre arruinar todo.

A veces odiaba su forma de ser por ello.

Se sentía triste y con ganas de llorar.

Y tampoco lo comprendía, ¿por que tenía
esa sensación de incomodidad? desde las últimas semanas empezaba a sentirse confundido con todo, culpó a Max y sus estúpidos ojos azules.

Como el mar.

¿Ya les había dicho que Sergio ama el mar?

Pero no ama Max.

Aunque una vez soñó insistentemente con
esos ojos tan llamativos, tan cercanos, tan bellos después de ello se quedó embelesado con los reales,pero nadie tenia porque
saberlo.

Una lágrima volvió a rodar por su mejilla,
la limpió lentamente sin embargo algunas
más volvieron a rodar por sus mejillas,
hasta el punto de que era imposible
limpiarlas todas en un segundo.

"Que hipócrita" por alguna razón tuvo ese
pensamiento recriminante.

enterró su cabeza entre sus manos con intenciones de calmar un poco su llanto repentino, suspiró y trató de respirar correctamente.

"Tranquilo Sergio, es lo qué pasa siempre,
en unos días estaremos mejor y nos olvidaremos de todo esto" intentó
consolarse.

Tenía razón, siempre era lo mismo.

Intentaban "conquistarlo" pero el
terminaba alejándolos a todos en algunos
días o semanas, simplemente no se veía
con alguna pareja, le era incomodo
después de todo lo que había pasado
en su vida sentimental.

Maldijo su suerte cuando la puerta del baño
se abrió  "Estüpido para la otra le pones el pestillo" se regañó mentalmente. Intentó
no mirar directamente para evitar que
mirasen su rostro mojado en lágrimas.

— ¿Sergio? ¿Te sientes mal? — Lewis lo
miró con preocupación, el tapatío se
permitió respirar más tranquilo, sabia que
el británico nunca lo juzgaría además eran buenos amigos y él odiaba llorar frente a
los desconocidos.

— Estoy bien. — respondió, le miró y sonrió.

Más sin embargo no se sintió real.

Su voz sonó en un hilo y sus ojos hinchados
gritaban en alto y claro "llanto y más llanto"
El moreno comprendió lo que sucedía.

— ¿Quieres que me quede contigo? —
preguntó suavemente.

El mexicano asintió de manera tortuosa.

   益 𝐁𝐋𝐔𝐄 𝐄𝐘𝐄𝐒 ✶ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora