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Desde que era un niño, Sergio se preguntó que era lo que estaba mal con él, lloraba escondido bajo a la alacena de su casa, oyendo los gritos de sus padres y sus constantes discusiones

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Desde que era un niño, Sergio se preguntó
que era lo que estaba mal con él, lloraba
escondido bajo a la alacena de su casa,
oyendo los gritos de sus padres y sus constantes discusiones.

En un tiempo creyó que era su culpa
puesto que su madre le recalcaba que
por su culpa ella perdió su juventud
y el amor de su vida ya que se casó
con su padre por culpa del embarazo.

También se preguntaba ¿acaso existe el
morir de un corazón roto? Creía que era
posible ante el dolor de su niñez y las
burlas  constantes a la que que era
sometido normalmente.

Su mente se nublaba con dolor constante,
su respiración se agitaba en busca de un
poco de oxígeno que hiciera su pecho
elevarse confirmándole que estaba vivo
y no murió a la herida pasada.

Un especié de oscuridad llegaba cuando
más feliz estaba, como si no mereciera ser
feliz. Tal vez todos tenían razón

Se merecía sufrir.

No era nadie.

Estaba perdido.

Sin embargo todos esos pensamientos
negativos se fueron al caño cuando su
relación con Max comenzó a ir de bien
a mejor, puesto que el rubio era el chico
más atento y lindo que había conocido
aún con la "reputación" que tenía.

Lo abrazaba por la cintura, le daba besos
en la frente, le daba su espacio cuando se
lo pedía y eso era lo mejor de todo.

Su corazón latió vivo después de tanto.

Su pecho se elevó con fuerza, no con un
latido débil que le recordaba que seguía
en la mísera, sino con un efervescente
latido que amenazaba con sacar su
corazón de su caja torácica.

El almuerzo después de clases y exámenes
podía ser algo demasiado reconfortante,
Carlos a su lado platicaba con Charles
con esa intimidad que los caracterizaba,
haciendo sentir a Lance y a él como
un par de mal cuarteto o como se
llamará.

Se miraban entre ellos y se codeaban,
burlándose de las palabras cursis que su
amigo español utilizaba haciendo sonrojar
al monegasco.

Unas manos en su hombro lo hicieron
exaltar, casi volteó sintiendo un dolor
en el cuello se quejó bajito mirando a su
amigo que parecía brillar de felicidad.

— ¡Ow! ¿Que fue lo qué pasó? — chilló
emocionado cuando Lewis se sentó a su
lado con los ojos más brillantes. — ¿pasó
algo con Mick?

El británico se sonrojó sutilmente y Lance
chilló emocionado.

— Pero cuenta, cuéntanos. — el canadiense
suplicó con ganas de saber que había
ocurrido.

   益 𝐁𝐋𝐔𝐄 𝐄𝐘𝐄𝐒 ✶ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora