Una de las maravillas del país norte americano era que, cada dos manzanas, podían encontrarse cafeterías o merenderos con servicio de 24h. Pasaba de la media noche, Sergio y Max se encontraban en uno de estos lugares, vestidos elegantemente, sentados frente a frente en una mesa pegada a una ventana, cada uno con una taza de café y una rebanada de pie de limón mientras la vida nocturna de Nueva York andaba por las aceras. Los efectos del alcohol ya habían disminuido, pero el remolino de emociones que azotaba sus estómagos parecía no querer dar tregua. Dejando de lado la euforia inicial, ahora parecía haber entre ellos una tensión algo incómoda. Había demasiadas preguntas y demasiadas dudas flotando en el aire. Checo se encontraba en completo silencio, jugueteaba con la taza entre sus manos, mirando su contenido como si fuese la cosa más interesante de este planeta, Max podía darse cuenta de lo extraño que estaba resultando todo y le dolía un poco el ver ese muro que se había instalado entre los dos. Estaba consciente del tiempo que había pasado y más aún de lo fugaz que había sido su historia de amor, si es que podían llamarle de esa manera, pero si de algo podía estar seguro aquel chico de ojos azules era que, no importaba qué tan efímero había sido su tiempo juntos o que tan larga había sido la separación, Sergio había dejado en él una marca imposible de borrar, tan así que aún después de una década, su corazón seguía alterándose por él.
-¿En algún momento vas a mirarme?- cuestionó Max, con voz tranquila, tratando de parecer en calma aunque la realidad era que la incertidumbre estaba consumiéndolo por dentro
Casi al instante Sergio elevó su mirada, sacando valor de quién sabe dónde para poder enfrentarse a la de Max, pero joder, sí que le era difícil mirar en esos pozos azules y no ahogarse en ellos. Con solo una mirada, Max lograba dejarle sin aliento ¿Cómo era posible que aún pudiese tener ese efecto en él? Se tomó dos segundos, respiró profundamente y finalmente pudo recuperar algo de su voz –Lo siento…esto…esto es demasiado extraño- un intento de sonrisa se dibujó en sus labios –De todas las cosas que pude haber imaginado sobre este día, encontrarte no era una de ellas-
-No sé cómo tomar eso- Dijo Max, tratando de sonreír aunque sintiéndose un tanto herido ante esa respuesta
Sergio pudo darse cuenta de eso y al instante quiso corregirlo, abriendo sus ojos enormemente y levantando sus manos para negar rápidamente –No, no, no…no quise decir que sea algo malo, es solo que…¡arg!...- tratando de calmar su desesperación, frotó su rostro con sus manos, respirando una vez más antes de volver a enfrentarlo –No tienes idea de lo que ha provocado en mí el volver a verte, me siento increíblemente feliz, pero también confundido…durante todos estos años quise volver a verte, saber de ti…pero justo ahora siento que me he quedado en blanco, no sé ni por dónde empezar
Max asintió con la cabeza ante las palabras de Checo, comprendiendo lo que el mexicano quería decir, volvían a ser como desconocidos, después de tantos años era razonable que ambos hubiesen cambiado y que ahora no se sintieran como los jóvenes aventureros de aquel entonces, pero estaba seguro de que la chispa de antes seguía ahí, solo hacía falta avivarla. Max se acomodó en su asiento y con renovada seguridad se dirigió a Checo –Bueno, pues qué te parece si empezamos por el inicio- Estira su mano, esperando que Sergio la tome –Soy Max Verstappen, ingeniero mecánico de apoyo en Red Bull Racin, tengo treinta y dos años, soy de Bélgica y estoy aquí porque acompañé a un amigo del Ballet de París a una presentación en la Nueva Ópera-
Sergio le miró primero con sorpresa y luego, sin poder contenerlo, una de sus enormes sonrisas iluminó su rostro. Max pudo respirar en cuanto lo vio sonreír de esa manera, diosas, cómo había extrañado esas hermosas sonrisas. Sin hacerlo esperar, Sergio respondió a su saludo, estrechando con firmeza aquella pálida mano que era un poco más grande que la suya –Soy Sergio Pérez, tengo treinta y tres años, soy arquitecto residente en Force One y estoy aquí por la inauguración de la Nueva Ópera- permanecieron unos segundos más así, tomados de la mano, mirándose fijamente, reconectando tan profundamente como lo habían hecho tiempo atrás. Despacio se soltaron, sintiendo al instante el frío en sus manos al alejarse. Checo volvía a mirarle como antes y eso le devolvió la vida a Max, quien pudo ver como aquel muro de antes se iba derrumbando

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El mejor de mis viajes
Romantik|Un joven y recién graduado Sergio Pérez emprende el viaje de sus sueños al continente europeo, pero por un desafortunado incidente queda atrapado en Marsella sin dinero, sin pasaporte y sin teléfono. Es ahí donde conoce a Max, un amable chico que l...