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Se me fue un poco la mano, por si os a salido otra notificación. Os dejo este por aquí, hasta el próximo🥹

Gracie Hills.

Pues yo... Era de cansarme rápido.

El ruido brusco en la puerta me hizo dar un salto en la cama, con el corazón a mil. En la autocaravana, normalmente está todo tranqui, pero hoy está movido. Murmuro entre dientes, pensando que puede ser algún gato liante. Trato de ubicarme; vale, amanezco de nuevo en la autocaravana y estoy sola. Miro alrededor en busca de alguna pista sobre los golpes en la puerta.

Mierda, había hecho nuevos amigos anoche.

Me pongo de pie, medio dormida, y me arrastró hacia la puerta. Con una mezcla de sueño y curiosidad, giró el pomo y abro la puerta. Joder, no he dormido nada bien y lo noto. La brisa fresca me roza el rostro, y por un momento, me quedo allí, en el umbral, tratando de despejar las nieblas de la confusión y descubrir qué pasa para que me hayan despertado así. Aclaró un poco la mente y ubico al mismo chico de anoche frente a mí.

Oliver se llamaba.

—Buenos días, ¿estás preparada?—comentó

—¿Qué hacéis aquí?—pregunté medio dormida

—¿No eras tú la que iba a correr esta mañana?—comenta por detrás Darell.

Está bebiendo café, van cómodos los dos, activos y luego estoy yo que sigo con el pijama, con sueño, sin ducharme y con el pelo sucio. Doy hasta asco.

—Me he quedado dormida, ¿qué pasa?—les mire.

—¿Vienes?—me preguntó Oliver—Estábamos esperando por ti, pero no despertabas..,

—¿Me vais a esperar?—les pregunte.

Me miraron fijamente, ambos asintieron. Les mire dubtitiva. Anoche fueron buenos conmigo, no quiero ser una borde y morir pensando en que un día perdí la oportunidad de ir con dos desconocidos a hacer alguna actividad turística en un país cualquiera en Europa. Porque si quisieran herirme, ya lo hubieran hecho. Decidí regresar al interior de la autocaravana, cerrando la puerta tras de mí. Rebusque en mi maleta y encontré unos leggings junto a una sudadera azul. Me cambié rápidamente y recogí mi cabello en un moño. Para enfrentar el frío noruego, opté por un jersey térmico también, me puse las bambas y, incluyendo una chaqueta abrigada y una bufanda.

Salí de la autocaravana y avancé hacia ellos, sintiéndome en el centro de atención. Mientras ajustaban sus cámaras y discutían sobre las actividades del día, me di cuenta de que no había reflexionado lo suficiente sobre si esta era una buena idea. Después de todo, eran prácticamente desconocidos, que solo viajaban por el mundo, por trabajo y ni siquiera estaba segura de si podía confiar en ellos. Aunque curiosamente, no sentía miedo.

—¿Has desayunado?—Fue lo primero que me preguntó Darell.

—Me habéis despertado vosotros, y no, no he desayunado —contesté, y Darell me entregó su cámara para sostenerla—. ¿Qué se supone que debo hacer con la cámara?

—Voy a traeros café a los dos, sé que lo necesitáis —nos dijo Darell.

—No hace falta.

—Si os hace falta—dijo.

—Tráeme algo más para desayunar—le pidió Oliver.

Nos quedamos ahí, mientras Darell se dirigía a la cafetería. Observé la cámara en mis manos y luego a Oliver, quien parecía bastante cómodo con la suya.

Todas las estrellas que nunca tocamos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora