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Gracie Hills.

He vuelto a convertir mi vida en un caos.

He gastado todos mis ahorros en unos billetes, luego tomé un tren que me dejó justo en el centro de la ciudad y, para rematar, tomé un taxi hasta llegar a un centro de autocaravanas. Desde que llegué, no me he vuelto a mover, apenas he tenido tiempo para conocer la ciudad, solo salí a comprar comida y el resto del día lo he pasado aquí. Puede parecer aburrido, pero no he querido moverme hacia ningún lugar. Era estar ahí y respirar paz, no hacía falta desplazarse hacia ningún sitio.

Durante el día, las vistas son espectaculares, como sacadas de esas imágenes perfectas que se encuentran en internet.

Esto es lo que pasa cuando tienes veintidós años y decides lanzarte al mundo sin haber terminado tus estudios. Con apenas unas monedas en el bolsillo, me aventuré a buscar una forma de sobrevivir en un lugar desconocido durante un par de días. No había ningún plan concreto, solo el deseo de encontrar mi camino y demostrar que puedo hacerlo por mi cuenta. La realidad es que las oportunidades no llegan fácilmente cuando no tienes un título en la mano, pero estoy decidida a demostrar que la determinación puede abrir puertas donde antes solo veía muros.

Realmente tenía unas buenas razones por las cuales me uní a esta aventura.

Había pérdidas que me arrasaban. Tenía otras razones más profundas para elegir una autocaravana y vivir una semana en ella, en lugar de quedarme en Londres, junto a mi familia y buscar un trabajo. No estaba ahí para encontrarme a mí misma, tampoco porque no tenía estudios. Había razones más significativas y profundas. No era fácil aceptar que la vida a menudo tiene sus propios planes y te arrastra en la dirección que elige.

Mirando por la ventanilla de la autocaravana, no veo nada, solo logro distinguir las luces borrosas de algunos edificios a lo lejos. Podría haber elegido cualquier lugar, pero sin embargo ahí estaba, lejos de casa, de mi familia y de mis amigos. No había logrado visitar nada. Ni siquiera tenía pensado qué hacer con mi vida después de esta semana. Lo que tengo seguro es que una semana basta para vivir aquí.

Luego, si llega el momento de regresar a casa, lo haré, aunque sea lo último que quiero hacer.

Necesitaba calmar mis nervios... Son las 2:00 de la madrugada y el murmullo constante de voces afuera no me deja dormir. Gritos, risas, sonidos de movimiento. La paz que había encontrado en esta autocaravana se ve interrumpida por la llegada de dos nuevas. Jóvenes, supongo. Si vuelvo a escuchar esos gritos, temo que colapse definitivamente.

Necesito descansar, llevo un par de días que duérmelo bastante mal.

No logro conciliar el sueño, no paro de dar vueltas en la cama. Con cuidado, me levanté, busqué una linterna y salí afuera, dejando la puerta cerrada detrás de mí. Había vuelto a escuchar esos gritos muy cerca de mí. No sabía qué estaba pasando, pero percibía el peligro casi rozándome la espalda, muy cerca. "Grace, es solo tu imaginación", me repetía. Mis manos sudaban ligeramente mientras observaba cada autocaravana. Seguí mirando a mi alrededor y al caminar hacia la derecha, noté que la tienda seguía abierta. Era una de esas que nunca cerraban, funcionaban las 24 horas del día. Justo al lado de la tienda se encontraba el servicio de alquiler de autocaravanas.

Mierda, hace demasiado frío.

El ruido volvió a escucharse. No es un animal.. No lo es...

Dirigí la linterna hacia una zona oscura y de repente, un chico apareció frente a mí. Se me disparan las pulsaciones... Estoy temblando, es como sentir que un jabalí está por atacarte.

—¿Estás asustada?—pregunta, con una sonrisa.

En realidad, podría decir que era alto, delgado y guapo, con unos ojos azules intensos y cabello oscuro. Pero más allá de eso, no había mucho más que destacar en su apariencia.

Todas las estrellas que nunca tocamos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora