Gracie Hills.
Gabriel Hills.
No era capaz de moverme. Mi mente se nubló y sentí un hormigueo en las extremidades. La habitación parecía cerrarse alrededor mío, cada detalle se volvía más nítido y, a la vez, más distante. Era como si el tiempo se hubiera detenido y todo lo que me rodeaba hubiera perdido su sentido. Me llevé una mano al pecho, intentando calmar los latidos frenéticos de mi corazón. Sentía que iba a estallar en cualquier momento, golpeando contra mis costillas con una fuerza desesperada.
Intenté respirar profundamente, pero el aire parecía no llenar mis pulmones por completo. Sentía una opresión constante, una presión que no me dejaba descansar. Mis pensamientos se arremolinaban en mi mente, una tormenta de recuerdos y emociones que no podía controlar. La tristeza, la rabia, la culpa... Todo se mezclaba en un torbellino imparable.
El dolor era físico, como si alguien estuviera apretando mi corazón con una mano fría y despiadada. Seguía abrazando a Darell con demasiada fuerza. No quería soltarlo, por miedo a perderlo también. No quiero dejarlo, no quiero dejar de sentir su presencia.
Me sentía muy cerca de todo aquello, a veces, los recuerdos se sentían lejanos y luego desaparecían tan rápido como habían llegado. Pero ahora, el dolor se afianzaba dentro de mí y no se iba. Me costaba reconocerme en esa chica que tiempo atrás no dudaba en compartir con los demás su vida privada. Esa chica no pararía de hablar de todos sus problemas, sin embargo, esta versión de mí solo guarda silencio, esperando que algo lo rompa y me convierta en un huracán de sentimientos.
—¿Tienes un hermano?—repitió.
Respirar, solo tengo que respirar y contestar.
—Tenía... Hasta... que lo perdí.
Mi corazón late con fuerza. Sus brazos se despegan de mi. Noto el calor que deja tras hacer eso en mi cuerpo y cuando me remuevo un poco en la cama noto la intensidad de sus ojos. Trago, mantengo mi mente en un estado de calma aunque sé que está en alerta máxima. Me separo por completo de él, me siento en la cama arrodillada. Mi cuerpo tiembla, mis labios están secos y mis ojos me amenazan con lágrimas. Bajo la mirada, y cierro los ojos con fuerza. Darell ni siquiera sabe por dónde empezar.
—Me dijiste que... no tenías hermanos. Ni siquiera lo pensé.
—No te preocupes.—conteste.
No tengo un hermano. Eso era lo cierto. ¿Cómo podría hablar de Gabriel si cada vez que lo intentaba, todo en mí empeoraba? Siempre mis sentidos se descontrolaban y mis pensamientos se volvían más caóticos. No quería enfrentar la realidad; deseaba poder silenciar mi mente o apagarla por un momento para evitar revivir esa noche una y otra vez.¿Cómo lograr callar la mente cuando solo grita lo que está roto y nunca volverá a ser igual? Me sentía como alguien que ha perdido la esperanza de hablar de esto algún día sin que duela tanto. No me atrevo a mirar a Darell, aunque él no me quita los ojos.
Anhelaba encontrar las palabras adecuadas, tener la fuerza para hablar de Gabriel sin que me consumiera. Pero, apenas podía reunir la fortaleza necesaria para empezar. Levante la mirada, mire al frente y note que él me seguía mirando en silencio. No aparta la mirada, ni siquiera dice algo.
—Me miras, como si esperaras que hablara.—le digo.
—No, sólo estoy... Sintiéndome como un idiota.
—¿Por qué?
—Porque no me di cuenta. Pensé en todo menos en eso.
Suspire y termine hablando demasiado.
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Todas las estrellas que nunca tocamos
Ficção AdolescenteUna autocaravana era la solución para sobrevivir durante una semana, ¿pero y luego..? ¿Cuál era el plan? ¿Volver a Londres y vivir del cuento? ¿O simplemente dejarme llevar por lo que me rodea, con el chico que viaja por el mundo?