LAST CROSS

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Iris y Vivianna, con un sacusvacuus al hombro, emprendieron su camino hacia la Academia Arcania. Se dirigieron por "Last Cross", una avenida sombría y lúgubre al final de Fash Dash Pash, que las llevaría a las afueras Arcaneida. En este camino, cientos de estudiantes de primer año se mezclaban, todos con un destino común: "Robbert Good", la pequeña aldea de travesías que aguardaba al final del sendero.

Allí, en "Robbert Good", los aguardaba Bon Bueno Ban, un enano de apariencia grotesca y desproporcionada. Aunque se le consideraba un enano, su estatura y anchura desafiaban cualquier expectativa. Su cuerpo robusto y fornido estaba cubierto de una barba desordenada y sus ojos pequeños y penetrantes reflejaban una mezcla de astucia y misterio. Vestía prendas extravagantes, una mezcla ecléctica de colores y tejidos que añadían un toque peculiar a su ya llamativa presencia. Con cada paso, Bon Bueno Ban dejaba una impresión imponente y, a la vez, intrigante entre los estudiantes reunidos en "Last Cross".

Bon Bueno Ban guió a las jóvenes hacia el Bosque de los Susurros, advirtiéndoles con un tono grave y sabio sobre los peligros que allí acechaban.

"Este bosque, en lugar de susurros, debería llamarse el Bosque de los Extraviados. El viento que sopla entre los árboles susurra de manera tan engañosa que desorienta incluso al viajero más astuto", explicó Bon Bueno Ban mientras avanzaban entre las sombras del bosque. Añadió con solemnidad: "Tened cuidado con las bromas de los mayores. Se esconden entre las ramas y arbustos, buscando la oportunidad de asustar a los novatos desprevenidos. Mantened vuestro ingenio alerta y no caigáis en sus artimañas". Con un gesto serio, señaló hacia adelante. "Al final del bosque, encontraréis a Gregory, el cíclope ciego. No temáis su apariencia, es un amigo leal que os guiará hasta las puertas de la Academia con seguridad".

Un pequeño chico de cabellos negros y figura delgada alzó su huesudo brazo, y con una voz tímida, preguntó: "¿Debemos caminar solos por este siniestro bosque?". Bon Bueno Ban, con una mirada sabia, le preguntó por su nombre. "Palcony", respondió el niño tímidamente.

El enano, con una sonrisa amable, le dijo: "Palcony, recuerda que la soledad no siempre es una mala compañera. A veces, en la quietud del silencio, encontramos la fuerza que reside en nuestro propio interior. Aunque caminemos solos, nunca estamos verdaderamente desprovistos de compañía".

El grupo avanzaba en silencio, con la mirada atenta a su alrededor. Pronto, un silbido misterioso comenzó a resonar entre los árboles, y los troncos se retorcían como si fueran entidades vivas. El sendero se volvía más difícil de seguir con cada paso, desafiando su orientación en medio del Bosque de los Susurros. La magia sutil del lugar envolvía a los caminantes, creando un ambiente tenso.

En medio de la confusión, cientos de arañas saltarinas, de colores vibrantes y patrones hipnotizantes, se abalanzaron sobre los jóvenes. La explosión de movimiento y colores dejó a todos atónitos, y pronto, el caos se apoderó del grupo. Gritos y risas nerviosas resonaron en el bosque mientras los estudiantes corrían despavoridos, tratando de esquivar las ágiles arañas que saltaban de un lado a otro.

La astuta Vivianna, conocedora de los viejos trucos de los bromistas, sacó unas bombetas chillonas y las lanzó con precisión entre las arañas saltarinas. El estridente sonido dejó a las arañas momentáneamente paralizadas, aturdidas por el dolor de oídos.

Con una sonrisa pícara, Vivianna exclamó: "¡Saltaracnas de la tienda TKJ! Sabía que algo así podría suceder". Su intervención no solo alivió el susto, sino que también desató risas entre los estudiantes.

El camino se extendió durante varias horas, y la oscuridad de la media noche ya envolvía el entorno cuando finalmente alcanzaron el final del sendero.

Una sombra imponente, de varios metros de altura, se asomaba impaciente desde el borde del bosque. Sostenía un pequeño candelabro que arrojaba una luz tenue y misteriosa sobre el grupo exhausto de estudiantes. La figura se reveló como Gregory, el cíclope ciego que los conduciría hasta las puertas de la Academia Arcania.

El cíclope era una grotesco, de enorme estatura, con la piel azulada que destacaba en la penumbra de la noche. Sus pies peludos dejaban huellas en el suelo, y su espalda estaba marcada por costras y cicatrices. A pesar de su cojera y su único ojo tuerto, Gregory era capaz de ver con claridad, guiando al grupo sin dificultades. Su presencia imponía respeto y a la vez, generaba una sensación de protección en los estudiantes que lo seguían con cautela.

Los estudiantes se encontraron con los majestuosos carros de Viras, criaturas etéreas hechas de humo que parecían pequeños caballos alados. Estos seres vaporosos emanaban una elegancia única, con alas deslumbrantes que reflejaban destellos de luz. Los carros, adornados con motivos mágicos y suntuosos, aguardaban para llevar a grupos de cinco estudiantes hacia las puertas de la Academia Arcania. Con una combinación de asombro y entusiasmo, los jóvenes se prepararon para experimentar el viaje mágico que los llevaría a su nuevo hogar.

Iris y Vivianna ocuparon los asientos delanteros del majestuoso carro de Viras, seguidas por Palcony y los gemelos Eduard y Lenna. La piel oscura y los ojos azules llamativos de los gemelos resaltaban en la penumbra mientras se preparaban para despegar. Con un aleteo hipnótico, los Viras alzaron vuelo y comenzaron a correr por el aire, llevando consigo a los cinco estudiantes.

Eduard y Lena, con una sincronización asombrosa, terminaban las frases el uno del otro. "Es alucinante...", comenzaba Eduard, "Mega asombroso...", completaba Lena.

Mientras compartían su entusiasmo, Palcony señaló tembloroso hacia el gran castillo que se alzaba en el horizonte.

Los gemelos, nuevamente en perfecta sincronización, compartieron su asombro al observar el castillo. "Es increíble...", comenzó Eduard, mientras Lena completaba, "Absolutamente impresionante...".

El castillo de la Academia Arcania se erguía majestuoso, una imponente obra de arquitectura que fusionaba la grandeza de las piedras antiguas con elementos encantados. Sus altas torres se alzaban hacia el cielo estrellado, adornadas con gargolas místicas que parecían cobrar vida bajo la luz de la luna. Los muros de piedra, tallados con intrincados diseños, resonaban con la historia y el misterio que envolvían el lugar. Luces parpadeantes iluminaban las ventanas, revelando un interior lleno de vida. Los jardines circundantes estaban salpicados de flores brillantes y varias fuentes chorreantes.

Los carros de Viras descendieron suavemente hacia el envolvente patio de la Academia Arcania, donde la piedra antigua resonaba con la emoción de los estudiantes que llegaban. Eduard y Lena, aún sumidos en su asombro, bajaron junto con Palcony, Iris y Vivianna. La brisa nocturna transportaba risas y susurros mientras los nuevos alumnos se preparaban para adentrarse en el castillo.

Un instructor de la academia, Otto, ataviado con túnicas brillantes, los recibió con una sonrisa y los guió hacia el Salón de marfil, donde una cena festiva aguardaba. El murmullo de las conversaciones y la luz cálida de las velas iluminaban el inicio de una nueva etapa en la vida de Iris Burton y sus compañeros.

Iris Burton | La dama de cristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora