EL RELICARIO DE AVVA STUART

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La lluvia golpeaba implacablemente el ventanal del orfanato, mezclándose con el eco de risas infantiles apagadas. En la penumbra de aquel lugar desgastado por el tiempo, una huérfana llamada Iris Burton se perdía en los recuerdos de sus extraños sueños.

Su mirada estaba fija en la ventana empañada. Cada gota que resbalaba por el cristal parecía animarla a escapar. Aquella noche, como tantas otras, Iris decidió huir de la realidad y buscar respuestas en el único lugar que parecía comprenderla: la tienda de antigüedades Gold and Rock.

Con el corazón latiendo al ritmo de la lluvia, Iris se deslizó fuera de su cama, sorteando las sombras del orfanato en silencio. La puerta crujiente se abrió sin resistencia, dejándola enfrentarse a la tormenta.

La oscuridad de la noche envolvía a Iris mientras se escabullía por las calles mojadas. Cada paso resonaba en el silencio roto solo por el susurro del viento y el murmullo de la lluvia. Al llegar a Gold and Rock, la tenue luz de las lámparas de la tienda parpadeaba como estrellas distantes, guiándola hacia un refugio de antigüedades.

Al empujar la puerta, el suave tintineo de un pequeño campanario anunció su llegada. La Señora Violet, envuelta en sombras, emergió de entre estantes llenos de misterio. Era una mujer estrambótica, con cabellos blancos y rizados y una vestimenta peculiar. Sus ojos centelleaban, como si pudiera leer los pensamientos de Iris con solo mirarla.

"Te estaba esperando, querida", susurró la Señora Violet. "¿Qué ha sido esta vez?"

"De nuevo esos ojos rojizos, y una risa de fondo. Debía estar en una cueva, había eco. Corría hacia alguna parte y entonces pisé algo en el suelo, un colgante con la foto de una mujer: Avva Stuart."

Inmediatamente la anciana se escondió en la trastienda, sonidos metálicos invadieron el silencio sepulcral del local y pronto Violet regresó. Extendió su brazo para entregarle algo.

Iris observó maravillada cómo un relicario antiguo tomaba vida en sus manos. El oro centelleaba, una luz etérea se entrelazaba con el reflejo de Iris en el metal. La foto de aquella mujer de sus sueños se escondía en su interior, sonriente, pero triste.

"Este es para ti", dijo la Señora Violet.

Iris aceptó el relicario con reverencia, sintiendo su peso en la palma de sus manos. Los ojos de la mujer en la foto eran idénticos a los suyos, extraños, con un brillo singular.

"Avva Stuart", susurró Iris, dejando que el nombre se deslizara por sus labios.

La Señora Violet asintió con solemnidad. "Esa mujer ha dejado su huella en el tejido de tu destino, querida Iris. Susurra a través de tus sueños para guiarte hacia el más allá".

El misterioso gato de la señora Violet, con sus ojos amarillentos brillando en la penumbra de la tienda, se acercó a Iris con elegancia felina. Su ronroneo se convirtió en una voz suave y melodiosa, sus ojos se encontraron con los de ella.

"Has desenterrado los fragmentos de un sueño antiguo, Iris Burton", dijo el gato en un susurro que se mezclaba con la lluvia torrencial. "La risa en la cueva, los ojos rojizos, y ahora, la imagen de Avva Stuart. Todo está conectado".

Iris observaba al gato con asombro y curiosidad. Cada palabra que salía de su boca parecía resonar solo dentro de su cabeza. La Señora Violet miró al gato con complicidad.

"El colgante que ahora llevas, querida Iris, es más que un simple recuerdo", continuó la anciana. "Es un vínculo entre tus sueños y la realidad. Avva Stuart te ha entregado un enigma, y en este enigma reside tu destino".

Iris sostenía el relicario con firmeza, sintiendo cómo la algo vibraba en su interior. El gato, con un salto ágil, se posó en el mostrador y miró fijamente a Iris.

"El camino hacia tu verdad comienza aquí", maulló. "Explora tus sueños, descubrirás el poder que yace dentro de ti".

Intrigada por las palabras del gato y la sabiduría de la Señora Violet, Iris decidió sumergirse más profundamente en sus sueños. Aferrándose al relicario que ahora resonaba con una magia sutil, dejó la tienda Gold and Rock.

Bajo el cielo estrellado y la lluvia que había disminuido, Iris se detuvo un momento para observar el relicario. La foto de Avva Stuart le traía vagos recuerdos, una voz dulce, olor a flor de Mayo...

Decidió regresar al orfanato. Los pasillos sombríos y las risas apagadas ahora se percibían de manera diferente para Iris. Cada rincón parecía esconder un misterio, y los sueños que una vez le atormentaban, ahora se convirtieron en guías hacia un destino más grande.

Esa noche, sumida en un sueño profundo, Iris se encontró en medio de una realidad distorsionada. Un campo de batalla se extendía hasta donde alcanzaba la vista, iluminado por destellos y resonancias de lucha. El cielo estaba en llamas, pero entre las llamas, un rayo negro descendió con fuerza, marcando el inicio de la visión.

Iris caminó entre los escombros de la guerra, sintiendo la tensión en el aire. La tierra temblaba con cada paso, y los ecos de gritos distantes se mezclaban con el rugir de la tormenta. Entonces, frente a ella, emergió una figura oscura, un ser en sombras que parecía absorber la luz a su alrededor.

Sin previo aviso, el ser se abalanzó hacia Iris con malévola determinación. La oscuridad se cerró a su alrededor, pero en ese instante sintió una energía brotar desde lo más profundo de su ser.

Entre parpadeos, el paisaje cambió. Iris se encontraba ahora en una estancia llena de libros antiguos y lámparas parpadeantes. Una figura encapuchada estaba de pie al otro lado de la habitación, observándola.

"Tu destino se entrelaza con el conflicto ancestral", susurró la figura encapuchada. "La guerra que presencias es solo el comienzo. Debes prepararte, Iris Burton, pues tu viaje ha de comenzar".

Con esas palabras, la visión se desvaneció, e Iris despertó, sintiendo aún la resonancia de la guerra en su piel. El sueño le dejó con más preguntas que respuestas, pero sabía que cada visión la acercaba más al entendimiento de su destino.

Iris Burton | La dama de cristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora