Mientras sus salivas se mezclan y sus respiraciones toman el mismo ritmo, la música retumba en las paredes blancas vacías que Patrick posee en su habitación.
Al compás de la canción, saboreando las palabras "tattoos, don't know what they mean" Urania descubre uno nunca antes visto en su espalda. Sus largos dedos lo acarician, preguntándose por un momento qué significa aquel cuervo para su portador. Luego vuelve a cerrar los ojos, sumida en la fantasía que finalmente se volvía real. Carne y huesos, vacío y amor, ninguno consiente del otro.
Ciertamente, Urania jamás había besado a alguien de esa forma. Pero, de alguna manera, habían terminado en aquella situación. Ambos cómodos, ambos sintiendo lo mismo (o algo así, casi, un poco).
— Creo —su boca despegándose lentamente de los besos que tanto había deseado — que me quedé más tiempo del que debería.
Patrick emite una pequeña queja cuando el cuerpo de Urania se separa de él y ya no siente ese calor reconfortante. Sonríe cuando ve cómo ella se arregla, como si lo necesitara, la larga y perfecta melena.
— No avanzamos con el trabajo, podríamos tomarnos más tiempo.
Ni siquiera obtiene respuesta, porque la ventana se abre y un cuerpo pequeño entra por ella. Urania se lleva las manos al corazón y da un paso atrás, apoyando su espalda contra la pared. Patrick, en cambio, se lleva una mano a la cara, deseando desaparecer en ese momento.
Cae con delicadeza, como si hiciera aquello todos los días. La chica sacude su cabeza y levanta la vista, sonriendo como si fuera superior a todo ser humano. Cuando ve a las dos personas en la habitación su boca se abre, aún sonriendo, y levanta las cejas. Se pone de pie y, mientras se apoya en la cadera derecha con aire burlón, acomoda las manos en sus bolsillos.
Urania, por supuesto, ya la reconoció. Mira a Candace sorprendida, pero rápidamente acepta que lo que está viviendo no supera el plano de lo normal.
— No quería interrumpir —declara, sin poder despegar la sonrisa que se había apoderado de ella al entrar.
— No interrumpiste nada, sólo estábamos estudiando. Y Urania ya se iba.
Ella lo mira, ofendida, incluso cuando realmente se estaba yendo. Candace, en cambio, suelta una carcajada que, al salir de sus labios rojos, resuena en cada casa de la cuadra.
Urania toma sus cosas, sin decir una palabra, y sale de la habitación. Escucha detrás suyo a aquella voz femenina decir "Me alegra que me hayas llamado". No mira hacia atrás hasta que está fuera de esa casa. Desde la ventana observa Patrick, con expresión vacía y Candace besando su cuello. Sólo en en ese momento, sola, deja de contener la respiración y las lágrimas.