Capítulo 4.

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El señor Mattew, conserje de la escuela, estaba listo para abrir sus puertas. Era un nuevo día de instituto, en el cuál vería a los mismos adolescentes llorar, a los mismo adolescentes pretender que todo estaba bien y a los mismos adolescentes reír. No sabía sus nombres, pero John Mattew era un hombre anteto:  sabía quiénes hacían qué cosas y quienes no.

Silvaba mientras avanzaba, por el pasillo número uno, hacia la puerta principal. En cuanto llegó desprendió el llavero de su cinturón y, poco a poco, abrió la puerta.

Al hacerlo, se encontró con un cuerpo desnudo e inmóvil.

Se acercó a él y vió que su estómago tenía algo escrito en el.

"Me gusta venir temprano a clases"

Y reconoció quién era.

La chica que lo tenía todo.

                                 ***

— Caroline, no te veo desde ayer.

Andy estaba apoyado en la pared, con los brazos cruzados y una sola pierna sobre el suelo. Ella caminó hasta llegar a su lado y sacó cigarrillos.

— Caroline.

Esta lo ignoró. No hizo más que mirar el cielo y aguantar el gran nudo que se había formado en su garganta.

— Car, ¿estás bien?

Nada.

— Caroline Kate, estoy hablandote.

Ella lo miró de una forma desafiante. Otra vez tenía el maquillaje corrido y los ojos colorados.

— Tenes ojeras, ¿no pudiste dormir?

Caroline solía llorar sin motivo, así que eso no le preocupó. Decidió ignorar tal hecho, como estaba acostumbrado a hacer.

— No dormí ni un poco —declaró.

                                 ***

Blanca la observaba a unos metros de distancia, escondida. Sintió odio por Andy, ¿cómo podía no abrazarla al ver cómo caían sus lagrimas? Ella lo haría.

Su respiración se aceleró y su pulso se volvió loco. ¿Y si lo hacía?

Dió un paso, pero luego retrocedió. No podía hacerlo, ¿o si?

Se dió la vuelta, dispuesta a alejarse de ahí.

Pero no pudo.

Realmente queria abrazarla.

Así que se volvió a voltear, con seguridad. Sus pasos fueron duros y rápidos, con cierto nerviosismo.

Andy y Caroline la observaron acercarse con sorpresa.

Sin decir una palabra, Blanca la abrazó, con todas sus fuerzas, durante unos segundos.

Y se fue.

De la misma forma en la que había llegado.

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